Hemos analizado con el Padre Santiago Martín, en su libro María Camino de Perfección, en el capítulo primero, cómo era la fe de María como mujer judia que tenía un concepto de Dios:
- como Señor,
- como Creador,
- como Juez y
- como Alguien que interviene en la historia.
Ahora trataremos de comprender cómo fue como mujer cristiana. Su fe, como discípula, la llevo a creer en el amor de Dios, en un amor que se revestia de los atributos de la paternidad y que demostraba, en su Hijo, el interés de Dios por salvar a los hombres.
Producto de estos tenemos dos consecuencias prácticas: - la actitud de confianza, esa paz interior fruto de saberse en las manos del Padre
- y el agradecimiento de contemplar el amor de Dios, manifestado especialmente con la muerte y resurrección.
Estas dos consecuencias deben llevarnos a plasmarlas en obras concretas. Una de ella disponibilidad a hacer la voluntad de Dios, con la certeza de que lo que El nos pida será siempre bueno para nosotros, aunque no lo entendamos a primera vista.
María con el hágase ante el anuncio del Ángel, se convierte en nuestra maestra de espiritualidad, nos enseña a darle a Dios lo que Dios nos pide. Sin embargo ante su única pregunta, cómo será esto si no conozca varón, nos enseña que el método es importante, sienta así, las bases de la ética cristiana. Una ética que no se deja cegar por los fines, por buenos que estos sean.
Ante la pregunta que nos puede surgir, ¿cómo puedo saber lo que Dios quiere de mí?, el autor nos presenta tres formas distintas:
¿ Qué es,lo que más necesita El, no sólo de nosotros, sino en general de cualquiera?
Sugiero preguntarnos, ¿cómo sería la sociedad con lo que yo hago? Mejor, igual o peor.
Como cristianos debemos dar lo mejor posible, partir del agradecimiento que busca darle todo lo que se le puede dar, cuanto más, mejor. Cabe preguntarnos qué pasa si todos actuarán como yo?
Otro paso para saber cuál es la voluntad de Dios es a través de las propias obligaciones, lo que Dios quiere es que cumplamos bien con nuestras obligaciones.
El tercer paso, es aceptar con humildad sus designios aunque no entendamos. Lo que,puedas cambiar, cámbialo, no te resignes, lucha, y,lo,que no puedas cambiar, acéptalo.
Para finalizar, es un deber aceptar la voluntad de Dios, no es una cuestión optativa, recordemos cómo criatura de Dios y reconociendo que él es Creador, yo su sierva, como María, tengo deberes y obligaciones para con Dios.
Hacer la Voluntad de Dios con alegría debe ser un propósito general que acarreará consecuencias decisivas en nuestra vida.
No olvidemos, lo que Dios quiere para nosotros, como sabemos, por la fe en que Dios es nuestro Padre y nos ama, es siempre lo mejor para nosotros, lo que más nos conviene, aunque a veces no lo entendamos.
Sigamos imitando a María pues como dijo el Papa Francisco en la reciente JMJ: “Ella no solo creyó en Dios y en sus promesas como algo posible, le creyó a Dios y se animó a decir “sí” para participar en este ahora del Señor. Sintió que tenía una misión, se enamoró y eso lo decidió todo. Ustedes sientan que tienen una misión, se dejen enamorar y el Señor decidirá todo.”
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Marzo 2019
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.