Estamos controladas por algo cada día. Podemos ser controladas por nuestro propio ego o por las expectativas de otras personas; por el miedo o la culpa o el resentimiento o la amargura.
El miedo es una emoción primaria que se encarga en muchas ocasiones de hacernos conscientes de los peligros externos que nos pueden amenazar, y nuestro organismo los interpreta de la siguiente forma: Primero los sentidos captan el foco de peligro, pasando a ser interpretado por el cerebro , y de ahí pasa a la acción el sistema límbico.
Existen 3 reacciones habituales ante el peligro: pelear, congelarse o huír. Mientras una persona opta por evadir o esquivar todo tipo de situación sentimental en la que se pueda sentir vulnerable, otra reaccionará con agresividad, como si aquello se tratase de un ataque directo e inminente. Cuando una persona se siente en peligro, reacciona defendiéndose o decidiendo atacar primero.
A menudo detectamos más amenzas en la vida de las que realmente eixisten y es, en este punto, donde dejamos de disfrutarla. El miedo puede guiarnos en determinadas situaciones, pero nunca debe establecer la dirección.
Creo que si nos pidieran que eligiéramos la frase que con mayor frecuencia Dios nos ha introducido en el corazón es: “No tengas miedo”.
Creo que ya todos hemos oído que en la Biblia esa frase aparece 365 veces. Por ejemplo en el Salmo 56, 3-4, David no escribe “Si tengo miedo.” Él dice “el día que temo.” El temor ocurrirá. Nosotras podemos dejar que el miedo tome raíz en nosotras y así llevarnos al pánico y a la histeria. ¿Le parece familiar? ¿Es usted propensa a la histeria? Dios sabe sobre esto. Cuando nosotras tenemos miedo, Dios desea que confiemos en Él y no dejar ganar al miedo. El aprender a hacer esto es caminar del miedo a la fe.
Motivada en ello, hoy les quisiera compartir esta reflexión acerca de la fe:
“Hay ocasiones en las que tenemos dos opciones a elegir, una buena y una mala. Sabiendo que podemos elegir entre dos opciones, muchas veces elegimos esa manzana envenenada. ¿Por qué?
Creo que oí por miedo. El miedo a no recibir ese bien total, pleno y duradero. Obramos en el aquí y en el ahora por miedo a que ese bien no exista. Y es que generalmente habita en nuestro corazón esa idea que la bondad no tiene trascendencia. Al fin y al cabo, nuestra “muerte” “sepulta” las cosas buenas o malas que hayamos hecho. Elegir el bien sobre el mal, es un verdadero acto de fe. Es confiar que, aunque el bien no siempre recompensa de manera inmediata, lo hará, en esta vida o en la siguiente.
El miedo consume poco a poco la fe que tienes por Dios, por ti y tus hermanos. Destruye la esperanza y sobre todo no te permite ser el fuego que ilumina.”
Monseñor Oscar Ojeda, comentando el pasaje del evangelio (Mt 8, 23-34), de la barca en la tormenta, nos explica que “los discípulos solos, sin Jesús, sufren la tempestad y aquí aparece por primera vez el miedo”. Ante esa situación, “Jesús viene caminando sobre las aguas, pero el miedo es tan grande que creen que es un fantasma”, afirmó. “De este miedo participa, por supuesto, Pedro y, sin embargo, Pedro se anima, en un segundo momento, a decirle a Jesús: ‘Señor si eres tú déjame a mí ir hacia ti caminando sobre las aguas’”, en palabras de Mons. Ojea.
“Es como si Pedro quisiera volver a escuchar el llamado de Jesús, es como si tuviera nostalgia de ese primer llamado ya que Jesús lo invita a venir. Pero nuevamente Pedro deja de mirar al Señor y entonces vuelve a caer, el miedo vuelve a aparecer, pero Pedro nuevamente se agarra de Jesús”, dijo el obispo.
A partir de la reacción de Pedro, hizo ver que “tantas veces hemos tenido miedo en nuestra vida”. El obispo recordó que “de chicos a algunos nuestro papá nos decía: ‘Agárrate de mí, agárrate fuerte, no tengas miedo’, o sino ‘Mírame, mírame, mírame que no vas a tener miedo’”. Según el prelado, “muchas veces nos ha pasado cuando hemos experimentado el temor desde chicos”. En el relato evangélico, “también aparece Jesús invitándonos a la confianza, a depositar toda nuestra seguridad en él, a ponernos en sus manos, a no dejar que nuestra seguridad se escurra entre nuestros dedos”, según Mons. Ojea. En ese sentido, recordó que “el Evangelio concluye con un acto que engrandece nuestra pequeñez: ‘Se postraron delante de él; verdaderamente eres el hijo de Dios’. Qué necesidad tenemos desde nuestra pequeñez de adorar”
El Papa Francisco, comentando ese mismo pasaje, afirma: “El Pontífice aseguró que “Cristo hoy repite a cada uno de nosotros: ‘¡ánimo, soy yo, no temas!’. Ánimo, es decir, porque estoy yo, porque ya no estás solo en las aguas agitadas de la vida”.
“¿Qué hacer en el miedo, cuando se ve solo oscuridad y nos sentimos perdidos? Dos cosas, que en el Evangelio hacen los discípulos: ellos invocan y acogen a Jesús.
Explicó que Pedro “camina un poco sobre las aguas hacia Jesús, pero después se asusta, se hunde y entonces grita: ‘¡Señor, sálvame!’” Y resaltó: “es bonita esta oración, con la cual se expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, que Él vence nuestro mal y nuestros miedos”.
Por ello, animó a repetirla “sobre todo en los momentos de tempestad”.
“El Señor sabe que la barca de la vida, así como la barca de la Iglesia, está amenazada por vientos contrarios y que el mar sobre el que navegamos a menudo está agitado.”
¡Pide más fe! En la oración se encuentra la fortaleza que anhelamos. La fe es un regalo, y una gracia, y se forja en el deseo de acrecentarla en los demás.
Es nuestra falta de oración la que no nos permite ver en cada acto en la presencia de Dios en nuestra vida. El miedo es el demonio tratando de acabar con la esperanza “¡No tengan miedo! ¡Abrir las puertas a Cristo!” (SS Juan Pablo II)
Comentando el pasaje del Colosenses 2, 6-15, nos dice el Papa Francisco que “el apóstol define a Cristo como «el vencedor», quien «ha vencido sobre la muerte, sobre el pecado, sobre el diablo». El mensaje paulino contiene por ello una invitación a caminar en el Señor resucitado, bien arraigados y edificados en Él, en su victoria, firmes en la fe.
Jesús es «quien vence, es el resucitado». Y sin embargo —advirtió el Papa— a menudo «nosotros no lo oímos, no escuchamos bien», mientras que la resurrección de Jesús «es precisamente el punto clave» de nuestra fe.
El Pontífice se refirió en particular a esos «cristianos sin el Cristo resucitado», los que «acompañan a Jesús hasta la tumba, lloran, le quieren mucho», pero no son capaces de ir más allá. Y al respecto identificó tres categorías: los temerosos, los vergonzosos y los triunfalistas.
Los primeros —explicó— «son aquellos de la mañana de la resurrección, los de Emaús que se marchan porque tienen miedo»; son «los apóstoles que se encierran en el Cenáculo por temor a los judíos»; son incluso «las buenas mujeres que lloran», como la Magdalena en lágrimas «porque se han llevado el cuerpo del Señor». Por lo demás, «los temerosos son así: temen pensar en la resurrección». Y también los apóstoles, ante Jesús que se apareció en el Cenáculo, «se asustaron, temiendo ver a un fantasma».
La segunda categoría es la de los «vergonzosos, para quienes confesar que Cristo ha resucitado da un poco de vergüenza en este mundo tan avanzado en las ciencias». Para el Papa Francisco es a ellos en quienes piensa Pablo cuando alerta: «Cuidado con que nadie os envuelva con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo». En la práctica, se trata de esos cristianos que distorsionan la realidad de la resurrección: para ellos «existe una resurrección espiritual, que hace bien a todo el mundo, una bendición de vida»; pero en el fondo «les da vergüenza decir que Cristo, con su carne, con sus llagas, ha resucitado».
Finalmente, el tercer grupo es el de los cristianos que, en lo íntimo, «no creen en el resucitado y quieren hacer ellos una resurrección más majestuosa» que la de Jesús. El Pontífice les definió «los triunfalistas», en cuanto que «tienen un complejo de inferioridad» y asumen «actitudes triunfalistas en su vida, en sus discursos, en su pastoral y en la liturgia».
Para el Papa Francisco entonces es necesario recuperar la conciencia de que Jesús es el resucitado. Y por esto los cristianos están llamados «sin temor, sin miedo y sin triunfalismo» a contemplar «su belleza», a meter el dedo en las llagas y la mano en el costado del resucitado, de ese «Cristo que es el todo, la totalidad; Cristo que es el centro, Cristo que es la esperanza», porque es el esposo es el vencedor. Y «un vencedor —añadió— rehace toda la creación».
Cristo no solamente nos hace mejores personas, sino que nos convierte en personas nuevas. Cristo no se limita a arreglar las paredes de tu casa, si no las tira para construir en él un palacio. No tengas miedo a que Cristo tome el control de tu vida.
¡Comparte tu fe! Cuando uno se da cuenta de ello, siempre se regresa con una fe más firme. Es la seguridad y paz que te permite ver a Cristo actuando a través de ti. La fe se fortalece, y sobre todo se vivifica en la extensión del Reino de Dios. No le tengas miedo a entregar todo a Cristo, Él nunca decepciona.
Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros”. Es decir, todos en la medida de alimentar nuestra fe y compartirla nos enriquecemos. Dice la carta a los romanos 10, 17: Así pues, la fe nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo.
La fe es un don de Dios, es decir, se debe pedir a Dios. La fe se debe separar de la superstición, que es en lo que algunos pueden caer por falta de conocimiento en la religión. La carta a los Hebreos 11, 1, dice: “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”.
La fe se debe trabajar y en la medida que hay esfuerzo hay esperanza de alcanzar lo que se busca. Dentro del ámbito cristiano esperar algo ya no se reduce a cuestiones meramente egoístas, sino a beneficios para todos.
La madre Teresa de Calcuta dice: “del silencio nace la oración, de la oración nace la fe, de la fe nace el amor, del amor nace la entrega y de la entrega la paz”. Todo lleva un proceso, y para progresar en la fe hay que progresar en el silencio y en la oración y esto conllevará a más dones y virtudes que enriquecerán a la persona y por ende a los que le rodean.
La libertad viene a nuestra vida cuando elegimos lo que nos va a controlar. Cuando elegimos al Señor para que tome el control de nuestra vida, Él siempre nos mueve en la dirección correcta.
¿Cuáles son los pasos para dejar que Cristo tenga el control?
- Admitir que has estado tratando de jugar a ser Dios.
- Reconocer que no puedes cambiar por tu cuenta.
- Humildemente pide a Dios que te ayude a cambiar.
- Sé honesto sobre las cosas que necesitas cambiar en tu vida.
- Dale a Jesucristo la propiedad total de tu vida.
La Palabra de Vida del movimiento Los Focolares de este mes nos dice: “Pues lo del César devuélvanselo al Cesar y lo de Dios a Dios “ Mt 22,21.
Y qué le podemos devolver a Dios, precisamente la propiedad total de nuestra vida. El debe tener la prioridad en nuestra vida, solo a El le pertenecemos.
En este evangelio, vemos a Jesús totalmente orientado al Padre y nos pide hacer lo mismo. Darle todo el control de nuestra vida, el corazón, el alma y la mente. En el encontraremos libertad y dignidad y así venceremos todo miedo y creceremos en la fe.
En el evangelio de Mateo 18, 1-5. Jesús exhorta a los discípulos (y a nosotros) para que busquemos tener humildad como la de un niño además de la fe. Aquellos que voluntariamente adoptan la posición más baja, son los más grandes a los ojos del cielo. Un niño está despojado de ambición, orgullo y soberbia, y por lo tanto es un buen ejemplo para nosotros. Los niños se caracterizan por ser humildes y enseñables. No son propensos al orgullo o a la hipocresía. La humildad es una virtud que Dios recompensa; como dice Santiago: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Santiago 4:10).
Aunque la fe no se menciona, sabemos que no es sólo la humildad lo que marca el inicio para que una persona llegue al cielo; es la fe en el hijo de Dios. Una fe humilde, sin pretensiones, correctamente podría ser llamada una “fe como la de un niño”. Cuando Jesús quiso bendecir a los niños, dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Marcos 10:14-15). ¿Cómo recibe un niño un regalo? Con franqueza, honestidad y gozo desenfrenado. Esa clase de autenticidad gozosa debería ser una marca distintiva de nuestra fe mientras recibimos el don de Dios en Cristo.
Para concluír reflexionemos con Hebreos 11:1, 6 : “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve… Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan.”
Cabe destacar que en Hebreos hay un elemento que está considerado como esencial a la vida cristiana, y eso es la fe. Es lo que hace a la vida cristiana distinta de la de los incrédulos. Henry David Thoreau dijo una vez: “Si camino desfasadamente con otros, es porque estoy escuchando el ritmo de otro tambor”. Ésa es una descripción exacta de la fe: los cristianos caminan como si estuvieran escuchando el ritmo de otro tambor.
Este capítulo se centra en lo que es la fe. La fe es grandemente malentendida, y hay muchas ideas peculiares sobre lo que es. La fe no es pensar de forma positiva. La fe no es un instinto que se sigue. La fe no es esperar lo mejor, esperando que todo salga bien. La fe no es un sentimiento de optimismo. La fe no es ninguna de esas cosas, aunque todas ellas han sido identificadas como fe.
¿Qué es entonces la fe? La fe comienza con “lo que se espera”, eso es, comienza con un sentido de descontento. Nunca puedes tener mucha fe a menos que estés insatisfecho con lo que eres ahora y estés deseando algo mejor. Es por eso que, a través de la Biblia, el gran enemigo de la fe es un espíritu satisfecho de sí mismo, una actitud de satisfacción propia con la misma situación. Pero si estás insatisfecho, si estás buscando algo mejor, entonces estás en una posición de ejercitar la fe.
Entonces viene “la convicción de lo que no se ve”, no sólo un deseo por algo mejor, sino una conciencia de algo más; eso es la fe. Significa que nos volvemos conscientes de que estamos rodeados de un reino invisible; aquello que se ve no es la explicación completa de la vida; hay realidades que no pueden ser vistas ni tocadas, y aun así son tan reales y tan vitales como cualquier cosa que podemos ver. Esto se ve bellamente en las palabras y enseñanzas de nuestro Señor Jesús. Él habla de Dios el Padre como si estuviera ahí mismo. No ve el universo como una máquina impersonal, chirriando, como la ciencia lo hace tan a menudo, sino que lo ve como un reino espiritual, invisible, pero muy real.
De nuevo el versículo 6 dice lo mismo: “porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe”. Hay algunos que dicen: “Ésa es la parte difícil”. No, no lo es. La cosa más fácil en el mundo de hacer es creer que Dios existe. El ser incrédulo requiere un esfuerzo. Todo el mundo comienza creyendo que Dios existe. Es sólo cuando somos cuidadosamente entrenados a la incredulidad que cualquiera llega al sitio de declarar que Dios no existe. La luz de Dios está iluminándonos en todas partes, y todo lo que necesitamos hacer es abrir los ojos para verlo. Es por eso que los niños no tienen ningún problema con esto. El concepto de Dios debería de ser una de las ideas más difíciles de entender para los niños, ya que Dios no puede ser visto. Sin embargo, los niños no tienen ninguna dificultad para creer que Dios existe.
Esto es la fe, la fe que profesamos también en el Credo, si eres ese tipo de persona, puedes unirte a este desfile de fe.
Canción
https://youtu.be/96gcUj2hgG8?si=yfsSHFhb09outeJZ
Fuentes:
https://es.catholic.net/op/articulos/61499/reflexin-para-aumentar-mi-fe-en-dios.html#modal
https://www.raystedman.org/es/devociones-diarias/hebreos/que-es-la-fe
https://www.psonrie.com/noticias-psicologia/como-afecta-el-miedo-a-mi-vida
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Octubre 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.