El Directorio General para la Catequesis (DGC) indica que los adultos “tienen el derecho y el deber de hacer madurar la semilla de la fe sembrada en ellos por Dios”. Entonces, ¿cómo es la fe de un adulto maduro? Una vez más, la DGC dice que es viva, explícita y fructífera. La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) proporciona una comprensión más profunda de estos elementos de una fe madura en el plan pastoral: Sentíamos Arder Nuestro Corazón.
Según el plan pastoral, la fe es por su propia naturaleza viva, porque consiste no sólo en un don gratuito de Dios, sino también en una respuesta humana a este don. Precisamente porque la fe exige una respuesta humana, la vida de fe tiende a reflejar la vida humana misma. La fe crece, se desarrolla, aprende, se adapta y varía en intensidad.
La fe viva es también una fe que busca. San Anselmo de Canterbury, un monje benedictino del siglo XI, capturó esta característica de una fe madura con su lema: “Una fe que busca entender”
Si San Agustín tiene razón en que nos convertimos en aquello que amamos, entonces no podemos esperar para cumplir significativamente con nuestro deber de madurar la semilla de la fe dentro de nosotros sin la Eucaristía, ya que es la misma “fuente y culmen de toda la vida cristiana”.
Una fe madura y adulta se vuelve fructífera a medida que el creyente vive en una comunión más profunda con el Espíritu Santo; solo este puede producir los frutos del Espíritu esbozados por San Pablo en su Carta a los Gálatas (5, 22-23). La fe, a medida que madura, abre cada vez más al creyente a tanto la acción como al poder del Espíritu y, como dice el plan pastoral, “Donde el Espíritu está activo, ahí la fe da frutos”.
El Catecismo aclara la relación entre la Eucaristía y una fe madura, adulta. “En la Iglesia se vive una fe madura, adulta. La Eucaristía “hace la Iglesia”. Al unirnos a Cristo, estamos unidos por medio de Él a su cuerpo: la Iglesia. La Sagrada Comunión “renueva, fortifica [y] profundiza” nuestra unidad con la Iglesia. También nos une de manera especial a todos los cristianos mientras rezamos para que todos sean uno. (CIC 1396)
Una fe madura se caracteriza ante todo por una relación cada vez más profunda con Cristo. La Sagrada Comunión nos une íntimamente con Jesús. Una fe madura se caracteriza por la morada del Espíritu, que siempre es fructífero. La Eucaristía nutre nuestra vida espiritual por el poder del Espíritu, preservando, aumentando y renovando la vida de gracia que recibimos en nuestro bautismo.
Una fe madura es siempre consciente de la realidad del pecado y la necesidad del perdón. Cada vez que recibimos la Comunión, proclamamos el perdón de los pecados a través de la muerte de Cristo en la cruz. Una fe madura y proactiva busca servir a los necesitados por amor. La Eucaristía, en la que Cristo se da a sí mismo, tanto reaviva como refuerza nuestra caridad y nos compromete con los pobres. Hace posible una caridad viva que nos limpia de los pecados veniales y nos preserva de futuros pecados mortales. También nos prepara para recibir el don del Espíritu Santo que, de nuevo, es el único que hace fecunda la fe.
La eucaristía es una realidad muy profunda y compleja, que forma parte de la más antigua tradición. Tal vez sea la realidad cristiana más compleja y difícil de comprender y de explicar. Podíamos considerarla como acción de gracias (eucaristía), Sacrificio, Presencia, Recuerdo (anamnesis), alimento, fiesta, unidad. Tiene tantos aspectos que es imposible abarcarlos todos ahora. Podemos quedarnos en la superficialidad del rito y perder así su verdadera riqueza. Lo que vamos a hacer es intentar superar muchas visiones raquíticas o erróneas sobre este sacramento.:
1º.- La eucaristía no es magia. Claro que ningún cristiano aceptaría que al celebrar una eucaristía estamos haciendo magia. Pero si leemos la definición de magia de cualquier diccionario, descubriremos que le viene como anillo al dedo a lo que la inmensa mayoría de los cristianos pensamos de la eucaristía: Una persona revestida con ropajes especiales e investida de poderes divinos, realizando unos gestos y pronunciando unas palabras “mágicas”, obliga a Dios a producir un cambio sustancial en una realidad material. Cuando se piensa que en la consagración se produce un milagro, estamos hablando de magia.
2º.- No debemos confundir la eucaristía con la comunión. La comunión es solo la última parte del rito y tiene que estar siempre referida a la celebración de una eucaristía. Tanto la eucaristía sin comunión, como la comunión sin referencia a la eucaristía dejan al sacramento incompleto. Ir a misa y dejar de comulgar, es sencillamente un absurdo. Ir a misa con el único fin de comulgar, sin ninguna referencia a lo que significa el sacramento, es un autoengaño. Esta distinción entre eucaristía y comunión explica la diferencia de lenguaje entre los sinópticos y Juan en el discurso del pan de vida. Juan hace referencia al alimento, pero alimentarse lo identifica con, “el que cree en mí, el que viene a mí”.
3º.- “Cuerpo” no significa cuerpo, “sangre” no significa sangre. No se trata del sacramento de la carne y de la sangre físicas de Cristo. En la antropología judía, el hombre es una unidad indivisible, pero podemos descubrir en él cuatro aspectos: Hombre-carne, hombre-cuerpo, hombre-alma, hombre-espíritu. Hombre-cuerpo era el ser humano en cuanto sujeto de relaciones. Al decir: esto es mi cuerpo, está diciendo: esto soy yo, esto es mi persona. Para los judíos la sangre no era solo símbolo de la vida. Era la vida misma. Cuando Jesús dice: “esto es mi sangre, que se derrama”, está diciendo: esto es mi vida al servicio de todos, es decir, que toda su vida está entregada a los demás.
4º.- La eucaristía no la celebra el sacerdote, sino la comunidad. El cura puede decir misa. Solo la comunidad puede hacer presente el don de sí mismo que Jesús significó en la última cena y que es lo que significa el sacramento. Es el sacramento del amor. No puede haber signo de amor en ausencia del otro. Por eso dice Mateo: “donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. El clericalismo que otorga a los sacerdotes un poder divino para hacer un milagro, no tiene ningún apoyo en la Escritura. La eucaristía la celebran todos los cristianos gracias al sacerdocio de los fieles.
El Cardenal Rainiero Cantalamessa afirma que la Eucaristía “nos asegura que Jesús está con nosotros, no solo intencionalmente, sino realmente en este mundo nuestro, que parece escaparse de nuestras manos en cualquier momento”.
Nos repite: “¡Ánimo! ¡Yo he vencido al mundo!” (Juan 16: 33)
5º.- La comunión no es un premio para los buenos, es el pan para los pecadores. Esta frase la dijo el Papa Francisco en una ocasión y me impresionó por su profundidad: El Santo Padre aseguró que hay otra fuerza que destaca en la fragilidad de la Eucaristía: «la fuerza de amar a quien se equivoca». Hablando de la traición de Judas esa misma noche, el Papa se pregunta qué hace Jesús: «Reacciona ante el mal con un bien mayor. Al “no” de Judas responde con el “sí” de la misericordia. No castiga al pecador, sino que da su vida por él, paga por él»,.
«Cuando recibimos la Eucaristía, Jesús hace lo mismo con nosotros: nos conoce, sabe que somos pecadores, sabe que cometemos muchos errores, pero no renuncia a unir su vida a la nuestra. Él sabe que lo necesitamos, porque la Eucaristía no es el premio de los santos, ¡no! Es el Pan de los pecadores. Por eso nos exhorta: “¡No tengan miedo! Tomen y coman”», dijo.
«Cada vez que recibimos el Pan de Vida, Jesús viene a dar un nuevo sentido a nuestras fragilidades. Nos recuerda que a sus ojos somos más valiosos de lo que pensamos. Nos dice que se complace si compartimos con Él nuestras fragilidades. Nos repite que su misericordia no teme nuestras miserias. La misericordia de Jesús no teme nuestras miserias», señaló.
6º.- La realidad significada no es Jesús en sí mismo, sino Jesús como don: El don total de sí mismo, que ha manifestado durante toda su vida y que le ha llevado a su plenitud, identificándole con el Padre. Ese es el significado que yo tengo que descubrir. La eucaristía no es un producto más de consumo que me proporciona seguridades. Podemos oír misa sin que nos obligue a nada, pero no puedo celebrar la eucaristía sin comprometerme con los demás. No se puede salir de misa como si no hubiera pasado nada.
El Cardenal Cantalamessa nos instruye: “En la Misa las palabras y los episodios de la Biblia no sólo son narrados, sino revividos; la memoria se convierte en realidad y presencia. Lo que sucedió «en aquel tiempo», – reiteró el purpurado – sucede «en este momento», «hoy».
No sólo somos oyentes de la palabra, sino interlocutores y actores de la misma. Es a nosotros, allí presentes allí, a quienes se dirige la abra; estamos llamados a ocupar el lugar de los personajes evocados.
Si la celebración no cambia mi vida en nada, es que me he quedado en el rito
7º.- Haced esto no se refiere a que perpetuemos un acto de culto. Jesús no dio importancia al culto. Jesús quiso decir que recordáramos el significado de lo que acaba de hacer.
Esto soy yo que me parto y me reparto, que me dejo comer. Haced también vosotros esto. Entregad la propia vida a los demás como he hecho yo.
Les recuerdo aquí la explicación del Cardenal Cantalamessa que les he compartido: sobre la Consagración: …” este Jesús es el “Cristo total”, Cabeza y cuerpo inseparablemente unidos. Así pues, si este Cristo total es el que pronuncia las palabras de la consagración, también yo las pronuncio con él. En el gran “Yo” de la Cabeza, se esconde el pequeño “yo” del cuerpo que es la Iglesia. Está también mi pequeñísimo “yo” y también él dice a quien está delante: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros.
Desde el día en que comprendí esto, ya no cierro los ojos en el momento de la consagración, sino que miro a los hermanos que tengo delante o, si celebro solo, pienso en aquellos que encontraré durante el resto de la jornada y a los que tendré que dedicar mi tiempo, o pienso incluso en toda la Iglesia y, dirigido a ellos, digo como Jesús: Tomad, comed, esto es mi cuerpo.
Algunas palabras de san Agustín, se encargaron más tarde de despejar cualquier duda sobre esta intuición mía, haciéndome ver que esta actitud pertenecía a la doctrina más “sana” de la tradición: “En el sacramento del altar se le muestra que, ofreciendo a Dios la oblación, la Iglesia se ofrece a sí misma (in ea re quam offert, ipsa offertur)”.
8º.- Los signos no son el pan y el vino sino el pan partido y el vino derramado. Durante siglos, se llamó a la eucaristía “la fracción del pan”. No se trata del pan como cosa, sino del gesto de partir y comer. Al partirse y dejarse comer, Jesús está haciendo presente a Dios, porque Dios es don infinito, entrega total a todos y siempre. Esto tenéis que ser vosotros. Si queréis ser cristianos tenéis que partiros, repartiros, dejaros comer, triturar, asimilar, desaparecer en beneficio de los demás. Una comunión sin este compromiso es una farsa, un garabato, como todo signo que no signifique nada.
Todavía es más tajante el signo del vino. Cuando Jesús dice: esto es mi sangre, está diciendo esto es mi vida que se está derramando, consumiendo, en beneficio de todos. Eso que los judíos tenían por la cosa más horrorosa, apropiarse de la vida (la sangre) de otro, eso es lo que pretende Jesús. Tenéis que hacer vuestra, mi propia vida. Nuestra vida solo será cristiana si se derrama, si se consume, en beneficio de los demás como la mía.
Celebrar la Eucaristía es comprometerse a ser para los demás. Todas las estructuras que están basadas en el interés personal, o de grupo, no son cristianas. Una celebración de la Eucaristía compatible con nuestros egoísmos, con nuestro desprecio por los demás, con nuestros odios y rivalidades, con nuestros complejos de superioridad, sean personales o grupales, no tiene nada que ver con lo que Jesús quiso expresar en la última cena.
La eucaristía es un sacramento. Y los sacramentos, ni son milagros ni son magia. Se produce un sacramento cuando el signo (algo que entra por los sentidos) nos conecta con una realidad trascendente que no podemos ver, ni oír, ni tocar. Esa realidad significada, es lo que nos debe interesar. La hacemos presente por medio del signo. No se puede hacer presente de otra manera. Las realidades trascendentes, ni se crean ni se destruyen; ni se traen ni se llevan; ni se ponen ni se quitan. Están siempre ahí. Son inmutables y eternas.
El ser humano no tiene que liberar o salvar su “ego”, a partir de ejercicios de piedad sino liberarse del “ego”, que es precisamente lo contrario. Solo cuando hayamos descubierto nuestro verdadero ser, descubriremos la falsedad de nuestro yo individual y egoísta que se cree independiente. Estamos hablando del sacramento del amor, del sacramento de la unidad. Si la celebración de la eucaristía no nos lleva a esa unidad, significa que es falsa.
Vamos a terminar con este artículo del Padre Antonio Rivero, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social, que me pareció interesante para concluir y reflexionar si verdaderamente somos conscientes que la Eucaristía es un Misterio de Fe.
Iniciamos con la lectura de Jn 6, 41-51: “Entonces los judíos se pusieron a murmurar contra Él, porque había dicho: “Yo soy el pan que bajó del cielo”; y decían: “¿No es éste Jesús, el Hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo, pues, ahora dice: “Yo he bajado del cielo”? Jesús les respondió y dijo: “No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a Mí, si el Padre que me envió, no lo atrae; y Yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos enseñados por Dios”. Todo el que escuchó al Padre y ha aprendido, viene a Mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino Aquel que viene de Dios, Ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad, os digo, el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Los padres vuestros comieron en el desierto el maná y murieron. He aquí el pan, el que baja del cielo para que uno coma de él y no muera. Yo soy el pan, el vivo, el que bajó del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre, y por lo tanto el pan que Yo daré es la carne mía para la vida del mundo”.
Vemos que todo estaba bien mientras tenían en los ojos el fulgor del milagro de la multiplicación de los panes y pescados… Todo estaba muy bien mientras conservaban en la boca el sabor de esos panes y pescados… Todo estaba muy bien mientras se hartaron del pan material y comida material. Todo estaba muy bien mientras estaban recostados en la hierba y descansando, después de esa comida.
Pero, ¿qué pasó?
Cuando llegó el momento de la fe: “Yo soy el Pan bajado del cielo”… entonces pasó lo que tantas veces nos pasa: nos cuesta creer en Dios, en Cristo. Todo fue bien mientras Jesús les dio de comer, todo fue mal en cuanto le oyeron que había bajado del cielo y que Él era Dios.
Por eso, le lanzaron ese latiguillo: “¿Acaso éste no es Jesús, el hijo de José?”. ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¡Qué va a ser Dios!
¿Qué les pasó a éstos que presenciaron el gran milagro? ¿Le consideraron sólo un mago? ¿Qué nos pasa a nosotros, cristianos del siglo XXI?
Les faltó fe. Nos falta fe, por eso entraron, y entramos, en una gran crisis de decepción, desconcierto, desilusión. Crisis de fe.
¿Por qué no hablar de la fe, partiendo de este Evangelio? “El que cree, tiene vida eterna”.
Pregunto: ¿La fe agarra nuestra vida? ¿O hay una separación, un divorcio entre nuestra fe y nuestra vida, entre nuestra fe y nuestra conducta?
¿Me dejan hacerles más preguntas?
¿No será por falta de fe que a muchos les parezca aburrida la misa, y por lo mismo se distraen fácilmente? ¿No será por falta de fe que a algunos, que viniendo a misa, la misa no les cambia la vida? ¿No será por falta de fe que algunos critican a la Iglesia, al papa, a los obispos… cuando sacan documentos que van contracorriente? ¿No será por falta de fe que algunos ya no se confiesan más? ¿No será por falta de fe que algunos gobernantes y políticos católicos aprueban leyes en contra de la ley de Dios?
Hay una dicotomía entre fe y conducta. Hay una especie de esquizofrenia.
Y así podríamos seguir: por falta de fe, nuestras vidas pierden la orientación, y podemos caer en una depresión más fuerte que la de Elías, cuando huía de la reina Jezabel (cf. 1 Re 19, 1ss), porque quería matarle.
Hoy el Señor, nos invita a la fe sobre todo en el misterio de la eucaristía. Fe es creer lo que no vemos, porque alguien con autoridad nos lo ha dicho.
Si creemos a un hombre, es fe humana. Si creemos a Dios, es fe teologal. De esta fe, el Señor nos hace hoy un examen. A ver si aprobamos.
La eucaristía es un misterio de fe.
Por fe, creemos que la eucaristía estuvo ya prefigurada en el Antiguo Testamento en ese maná que Dios les dio a los israelitas.
Por fe, creemos que ese Cordero Pascual de los judíos era ya figura de lo que Jesús sería: El Cordero inmolado en cada misa para ser nuestro alimento.
Por la fe, aceptamos este discurso de Cristo en Cafarnaún, como la gran promesa que Él cumpliría en la Última Cena: hacerse Pan de vida.
¿Vamos aprobando el examen?
Por la fe, en la misa creemos que ese pan y vino se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo, por la fuerza del Espíritu.
Por la fe, sabemos que cuando comulgamos no comulgamos un trozo de pan cualquiera, sino el Cuerpo Sacratísimo de Cristo.
Por la fe, creemos que es Dios quien nos asimila y nos hace uno con Él en la Comunión.
¿Aprobamos o no?
Por la fe, vemos la acción de la Santísima Trinidad en pleno en cada misa, en cada celebración eucarística.
- Dios Padre está presente, dándonos como regalo la eucaristía, es decir a su Hijo, sacramentalmente. Y al mismo tiempo, está presente Dios Padre recibiendo de su Hijo en cada misa la oblación que nosotros le damos, y recibiendo a su mismo Hijo inmolado por nosotros. ¿Creemos o no?
- Vemos la acción del Espíritu Santo que con su fuerza transforma esos dos elementos materiales, el pan y el vino, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por tanto al comulgar, junto con el Cuerpo de Cristo recibimos también el fuego del Espíritu, la fuerza para soportar esos momentos de depresión, como Elías, amargura, arrebatos, ira, gritos, insultos y toda clase de maldad. ¿Creemos o no?
- Y por supuesto, por la fe vemos a Cristo, segunda persona de la Santísima Trinidad, inmolándose en la Cruz, renovando su sacrificio una vez más, por la salvación de la humanidad. ¿Creemos o no?
¡La eucaristía es misterio de fe! La fe es la que nos anima y nos levanta para vivir nuestra vida desde Dios, ver sus signos y su presencia. Con la fe vivimos nuestra vida con profundidad y de cara a la eternidad, de la que la eucaristía es ya un anticipo: “El que coma, tiene ya la vida eterna”. Sin la fe, la misa es algo lejano, aburrido, sin sentido, algo pasado que en nada nos concierne. ¿Tienes o no tienes fe?
La eucaristía para algunos es un recuerdo simbólico de que Jesús nos ama… y no la presencia viva, sacramental de Cristo que renueva su sacrificio de amor para darnos vida eterna, y salvarnos aquí y ahora. Su salvación se hace presente y actual para cada uno de nosotros y nosotros recibimos esa salvación cuando comulgamos con fe, y en las debidas disposiciones ¿Crees tú esto?
¿Aprobamos o no aprobamos este examen que nos pone hoy el Señor sobre la fe?¿Cómo hacer para que nuestra fe en la eucaristía crezca y no se venga a menos, por la rutina, el acostumbramiento, la desidia, la pereza?
- Actuar nuestra fe, al inicio de cada misa: Señor, venimos a misa, donde tú renuevas el sacrificio de la Cruz para salvarnos…¡Aumenta nuestra fe!
- Venir con las debidas disposiciones interiores: atentos y dispuestos a vivir la Eucaristía, a dejarnos amar por Dios.
- Estar atento, viviendo cada momento… sin distraernos. Ayuda mucho el seguir la misa con un misal, para ahondar en cada oración que el sacerdote reza, y en las respuestas que nosotros decimos. Señor, que crea.
Hagamos hoy un acto profundo de fe para creer lo que Jesús nos dice: “El que come de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi Cuerpo para la vida del mundo”.
Ojalá hayamos aprobado el examen de la fe en la eucaristía que nos puso hoy Jesús. Señor, creo, pero aumenta mi fe.
Canción
https://youtu.be/J5_-DIlM-uc?si=BMeLNA1tcThTEjr-
Fuentes
https://faithsyndicated.org/theology-101-april-2023-spanish
https://es.catholic.net/op/articulos/6423/cat/897/la-eucaristia-es-misterio-de-fe.html#modal
https://www.corazones.org/sacramentos/eucaristia/eucaristia_cantalamessa_2007.htm
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.