Lo primero que destaca en la Virgen María es su fe.
Jesus me fío de ti: lo primero que tenemos que imitar de la espiritualidad de la Virgen María es la fe.
Lo más importante de la fe de María es la certeza de que Dios existe y de que ese Dios es el Señor del Universo, el Todopoderoso, en un Dios que cuida de su pueblo y que interviene en la vida de su pueblo, pero también en un Dios justo –no justiciero- que sabe dar a cada uno lo que merece.
Si Dios es el Señor significa que yo soy el siervo. Hay que trabajar esta idea, porque, además: hoy no lo dice prácticamente nadie, y al no decirlo, lo olvidamos: nosotros no somos iguales a Dios.
Es, por tanto, necesario que tengamos esta actitud de que el Señor está por encima de nosotros. El Señor es más grande y más importante que nosotros, tenemos deberes para con Dios. Si estos deberes se asumen de forma natural, aprenderemos a tener deberes para con nuestra sociedad, deberes para con nuestros amigos, deberes para con nuestra empresa, deberes para con nuestra familia.
Si Dios es Creador, significa que yo soy su hijo.
Sé que lo que me,pasa es fruto de tu amor: Nosotros somos criaturas del Señor. Es algo muy hermoso, pues esa palabra dice que el Señor nos cuida y también que nosotros tenemos que sentirnos menos que aquél que es Nuestro Creador, que es quien nos ha hecho. Y de esa Creación proceden, precisamente, los derechos que Dios tiene sobre nosotros.
Y esta sensación, esta certeza, quedaba reforzada por otro elemento fundamental de la fe de un judío: el hecho de que Dios interviene en la historia, en tu historia personal y en la historia de tu pueblo. Que Dios interviene en la historia significa que, por ejemplo, las oraciones son importantes y son útiles; significa que Dios me escucha y que puede intervenir en mi vida.
Naturalmente, todo esto tiene que compaginarse con otro elemento: el misterio. Ese elemento del misterio para un judío no representaba ningún problema porque era una consecuencia de lo anterior: si acepto que Dios es el Señor y es mi Creador, estoy aceptando el misterio, estoy aceptando que no puedo entender del todo a Dios; si digo que Dios interviene en la historia sin haber dicho antes que es el Señor y el Creador, entonces ese último punto sí es causa de problemas
El problema que representa la coexistencia del mal y del dolor en el mundo con la fe en un Dios Todopoderoso que interviene en la historia del hombre para ayudar al hombre, queda resuelto con el concepto de misterio. Un concepto que nos lleva a decir: “Yo no entiendo, pero no entender no me hace entrar en crisis, porque no entenderlo todo con respecto a Dios es lo normal”. “No entiendo, Señor –le decimos a Dios los creyentes-, no entiendo por qué tú me has abandonado, como tampoco lo entendió tu Hijo cuando moría en la Cruz. Pero, como Él, como María, creo en tu amor, creo en ti”.
El cuarto elemento de la fe judía era el concepto de justicia de Dios, ya en la época en que vivió la Virgen María –y por lo tanto en la época en que nació Jesús- eran ya muchos los judíos que creían en la vida eterna.
Quizá, cuando estemos en el Cielo y veamos la historia, nuestra historia o la historia de los nuestros, podamos decir: “¡Qué razón tuvo Dios al comportarse como lo hizo, porque, si no hubiera hecho esto, aunque yo no lo entendí y sufrí, habría sido peor, peor incluso para esta persona; quién sabe qué sufrimientos le hubieran esperado en la vida; gracias a que Dios se la llevó, se evitó que ocurriera algo peor!”.
Todo esto no lo cree la Virgen porque sí, sino porque tiene la prueba de ello. Esa prueba incontestable e indudable del amor de Dios reside en el hecho de que ha enviado a su Hijo al mundo, ha hecho que su Hijo se hiciera hombre, muriera en la Cruz y resucitara. La fe en el amor de Dios, por lo tanto, se pone de manifiesto a través de Jesucristo.
Tú eres el primero en mi corazón deseo agradarte en todo, lo que haga, piense, diga o decida: Esa muchacha judía que cree que su Hijo es el Hijo de Dios, cree que Dios es Amor; ya creía antes que ese Dios era Señor y, por lo tanto, sabía que tenía obligaciones para con Él; creía que era el Creador, por lo cual se sentía criatura en sus manos y aceptaba no entenderlo todo; creía en la intervención de Dios en su vida y, por esa intervención, creía en un cierto tipo de amor de Dios; creía en la Justicia de Dios y eso le daba la paz de saber que había una vida más allá de la muerte donde serían recompensados sus esfuerzos y fidelidades. Pero ahora, a partir de la fe que le aporta su Hijo, cree mucho más profundamente en que Dios es Amor. ¿Qué tipo de amor? Un amor extraordinario, un amor imposible de superar, un amor que excluye toda duda. Esta es la consecuencia primera de este tipo de fe que encontramos en la Virgen –la fe del Antiguo Testamento enriquecida con la fe en el amor paternal de Dios-
Te adoro, ere más importante que mi trabajo, dinero, cualquier cosa: Ahora bien, hay una segunda consecuencia que va unida a la anterior. El amor de Dios es un amor que ninguno merece, ni siquiera el más bueno de nosotros. Es un amor gratuito. El Cielo es un regalo de Dios, la Salvación es un regalo de Dios; la Salvación es gratuita, gracia de Dios. Nosotros colaboramos en esa Salvación con nuestras buenas obras y sin ellas, obviamente, no podemos acceder a la Salvación; pero no son nuestras buenas obras las que nos salvan, sino la sangre derramada de Cristo, el amor redentor de Cristo.
Además de no merecerlo, el amor de Dios por el hombre es un amor que permanece, que no desaparece porque el hombre se comporte mal.
Por último, el amor de Dios es un amor que nos sostiene en la lucha. Cuando estamos empeñados en la lucha, por ejemplo, por hacer el bien, o en la lucha por cambiar, nos damos cuenta de que el amor de Dios nos sostiene y nos levanta cuando hemos caído, nos da continuamente fuerza para luchar.
Si de la primera parte de la fe de María, la que se inspira en el Antiguo Testamento, teníamos que aprender esa actitud de confianza en Dios y de respeto a Él, de la segunda tenemos que aprender la actitud de agradecimiento a Dios, agradecimiento a un Dios que me quiere de una manera tan extraordinaria. Estas tres actitudes marcan la fe de la Virgen María y tienen que marcar nuestra vida: confianza, respeto y agradecimiento. Si no existen estas tres actitudes, no podemos construir una espiritualidad sólida que resista las pruebas inevitables de la vida.
Tu Voluntad y deseo son más importantes que los míos: Estas actitudes deben llevarnos a plasmarlas en obras concretas. Una de ella disponibilidad a hacer la voluntad de Dios, con la certeza de que lo que El nos pida será siempre bueno para nosotros, aunque no lo entendamos a primera vista.
Ante la pregunta que nos puede surgir, ¿cómo puedo saber lo que Dios quiere de mí?, el autor nos presenta tres formas distintas:
¿ Qué es,lo que más necesita El, no sólo de nosotros, sino en general de cualquiera?
Sugiero preguntarnos, ¿cómo sería la sociedad con lo que yo hago? Mejor, igual o peor.
Como cristianos debemos dar lo mejor posible, partir del agradecimiento que busca darle todo lo que se le puede dar, cuanto más, mejor. Cabe preguntarnos qué pasa si todos actuarán como yo?
Otro paso para saber cuál es la voluntad de Dios es a través de las propias obligaciones, lo que Dios quiere es que cumplamos bien con nuestras obligaciones.
El tercer paso, es aceptar con humildad sus designios aunque no entendamos. Lo que,puedas cambiar, cámbialo, no te resignes, lucha, y,lo,que no puedas cambiar, acéptalo.
Para finalizar, es un deber aceptar la voluntad de Dios, no es una cuestión optativa, recordemos cómo criatura de Dios y reconociendo que él es Creador, yo su sierva, como María, tengo deberes y obligaciones para con Dios.
Hacer la Voluntad de Dios con alegría debe ser un propósito general que acarreará consecuencias decisivas en nuestra vida.
No olvidemos, lo que Dios quiere para nosotros, como sabemos, por la fe en que Dios es nuestro Padre y nos ama, es siempre lo mejor para nosotros, lo que más nos conviene, aunque a veces no lo entendamos.
Te doy gracias por amarme, crearme, hacerte hombre y salvarme, muriendo en la Cruz y Resucitando por mi…: El siguiente paso, es fundamental establecer que en nuestro corazón abunde el agradecimiento hacia Dios. Agradecimiento, primero basado en la certeza de que Dios nos ama sin mérito nuestro y en que ese amor de Dios se ha puesto de manifiesto de modo insuperable a través del nacimiento y resurrección de Cristo.
Segundo debe proceder del temor a la justicia divina. En su mensaje para la Cuaresma 2010 titulado “La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo”, el Papa Benedicto XVI explicó que “gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia ‘más grande’, que es la del amor, la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar”, para así generar una sociedad más justa y reconciliada.”
Es el momento de decirle: has sido amado, entonces ama. De ahí nace el temor a Dios.El Papa Francisco, en noviembre 2016, nos habla sobre qué es el temor a Dios: ” El Santo Padre ha insistido en que el “temor del Señor no es el miedo”, es, “hacer vida el mandamiento que Dios ha dado a nuestro padre Abrahán: camina en mi presencia y sé irreprensible”. Por eso, el Papa ha precisado que esta es la humildad, el temor del Señor es la humildad.
Así, una persona que sabe que Dios le ama, que conoce sobre su justicia divina, sobre el temor a Dios y que ha contemplado al Cruficado y que ha sentido que su corazón se llenaba de agradecimiento, solo puede decirle ¿Qué tengo que hacer? Y Dios le contestara: Mi voluntad, esta es sin lugar a dudas, hacer el bien y evitar el mal, amar como El nos ama.
El amor a imitación debe ser ante todo, un amor universal, después un amor que toma la iniciativa, un amor con empatía, poniéndose en su lugar para amarlo, no com uno le gusta, sino como el prójimo necesita y finalmente un amor que está dispuesto a dar nuevas oportunidades, a perdonar.
Amar a todos, no podemos excluir a nadie, todo tipo de exclusión no es coherente con el amor cristiano.
Amar primero, no esperar a que sea el otro el que tome la inciativa, sino salir a buscarlo. Amar es una bendición, es la auténtica experiencia de felicidad. Él verdaderamente afortunado no es el que se deja querer, sino el que quiere, el que ama.
Volver a empezar. Te pido perdón, perdonar, para ello no hay nada mejor que meditar las palabras del Señor: “La medida que uses la usarán contigo”.
Volver a empezar es. También, pedir perdón, actitud que debe ir acompañada de un verdadero propósito de enmienda.
Me ofrezco a ti, puede contar con mis sufrimientos para el bien de las almas en la tierra: Hacerse uno con el prójimo para amarle, no sólo como me gustaría que me amaran, sino trascender esto y amar como él necesita ser amado.
Te pido gracias espirituales y materiales: Así es el amor a imitación de María, un amor religioso, experimentado como un deber y no como una opción, concreto y expresado también en la oración.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2019
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.
Bibligrafia
https://youtu.be/LRl1HZDNbBw