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Vive Feliz

Escucharnos y Escuchar la Voz de Dios conlleva bajarle el Volumen a las Exigencias del Mundo.

Posted on septiembre 11, 2025

Seguimos hablando de salud integral y sentirse en Casa y para ello hoy vamos a reflexionar acerca de cómo bajarle el volumen a la exigencia del mundo de saturado de sonidos nos permitirá escuchar la Voz de Dios,

Efectivamente vivimos en un mundo saturado de sonidos: conversaciones, notificaciones, motores, música, alarmas. Están presentes todos los días y se oyen constantemente. Pero, ¿cuántos de ellos se “escuchan” realmente?

Este exceso de estimulación externa nos desconecta de nuestro mundo interno y, a menudo, evita que reconozcamos nuestras propias emociones. Al final, esta desconexión puede llevar a ansiedad, estrés, insatisfacción e incluso problemas de salud mental. 

La sensación de sentirnos personas acompañadas, que vendría a mitigar ese longevo temor a la soledad y a la indiferencia, crea una especie de seguridad y estabilidad que abona a una narrativa muy rentable en nuestra contemporaneidad. La angustia de estar en soledad, en general, compra y construye capas de ilusión para crear un vestido distorsionador de esa realidad que de solo pensar verla cara a cara nos da fatiga existencial. El capitalismo, como sistema enormemente sagaz,  rentabiliza esta fatiga y este temor mediante la producción de esas capas efímeras que nos dan un poco de tranquilidad momentánea, hasta que necesitamos otras para cubrirnos más la nuda existencia. En parte por eso estamos rodeados de espacios saturados de información, de presunta comunicación y de un progresivo ruido latamente ininteligible. Nos desarrollamos en densos bosques de múltiples estímulos que nos dan la mercancía para seguir cubriéndonos y creando nuestras habilidosas máscaras sociales. Mientras nos cubrimos, pretendemos escuchar y oír, atender y dialogar, y hasta ficticiamente se crea esta imagen solo formal, pero lo cierto es que nos distanciamos cada vez más de ello. Escuchar y escucharnos no es una mercancía muy rentable en nuestro veloz mundo de imágenes y ficciones.

Sin embargo, la raíz de esto no es un asunto novel de cierto sistema económico y político. En gran medida construimos política y economía, sociedad y cultura, partiendo de ciertos temores e ideas antropológicas cuyo recorrido es tan antiguo como la primera conciencia que tuvo noticia de ellos. Ese miedo a la soledad, a posiblemente encontrarnos y descubrirnos, ha ido legitimando y normalizando la hegemonía de ciertas máscaras sociales que nos permiten desarrollar y asumir roles en una pléyade de dinámicas humanas ancladas en límites categóricos decididos a priori —lo que da cierta seguridad a nivel individual— y en una pantalla estética caracterizada por la superfluidad. Construimos y adoptamos egos para sentir cierta calma o presunta estabilidad. Ahondamos en su carácter egocentrista para evitar enfrentarnos con sinceridad y apertura. De esta manera, generamos una realidad en la que la proyección de ese ego se distribuye acomodaticiamente. Nos construimos en lo fenoménico a partir de un reflejo de nuestra visión ególatra. Hoy el mercado propicia y potencia esto como corriente inagotable de consumo.

Las nuevas tecnologías están al servicio, entre otras cosas, de explorar los límites de estas proyecciones continuas de nuestros egos en espacios cada vez más monádicos y narcisistas, pese a parecer saturados de diversidad. En parte se crean ficciones de múltiples comunicaciones intersubjetivas que esconden este ejercicio de proyección ególatra del que casi no podemos salir cuando entramos en las dinámicas, por ejemplo, de las redes sociales. Estas proyecciones que parten de cierta construcción egocentrista no son exclusivas del mundo digital moderno, pero sí suelen potenciarse de forma exponencial a partir de más espacios y opciones para ello. Hoy construimos perfiles a conveniencia; segregamos nuestros foros de comunicación mediante la limitación de sus participantes y de sus participaciones (como si fuéramos demiurgos de lo social); podemos borrar o modificar nuestras expresiones según sea el caso; construimos una personae virtual que es a su vez una proyección más de un ego que perfila cierto rol en apariencia social, y nos condicionamos fervientemente a los dictámenes de aprobación o rechazo que reciben nuestras comunicaciones.

Mientras sentimos una libertad expansiva en el aparente control de nuestra construcción como persona virtual (y real), a la vez sufrimos una correlativa angustia al vernos cada vez más sometidos a la aprobación o desaprobación de lo construido. Sentirnos ilimitadamente libres es la otra cara de la moneda en la cual nos percibimos progresivamente más limitados.  La ilusión de libertad al concebir un importante prisma de oportunidad se va convirtiendo en una achicada celda que nos va aprisionando de forma silente. Al creernos más libres ahondando en las proyecciones del ego, de esa arquitectura siempre frágil y vulnerable de persona entre tantos y tantas, nos limitamos exponencialmente como seres humanos. Podemos sentir la aparente libertad de tomarnos tantos selfies como queramos, en las posturas que deseemos y en los paisajes seleccionados, pero esa libertad acarrea en muchos casos la prisión de someterla a la aprobación o desaprobación de mi entorno comunicativo virtual. La ansiedad por ver likes —no hay lo contrario quizá porque no abonaría a la mercantilización del producto— nos da pistas de hasta qué punto aquello que fue aparentemente libre se convierte en una cadena de limitaciones y precariedades. Parecería que todo lo que sea una proyección de mi ego, hoy  con múltiples maneras de realizarlo, me lleva a sentirme menos libre, menos autónomo, menos auténtico.

Quizá esta frustración, o constante insatisfacción, tenga que ver con lo inauténtico de esa construcción impostada de personae a la que nos aferramos constantemente. Aprovechar las oportunidades y medios de proyección egocentrista no es la causa matriz de esta insatisfacción o temor. Probablemente sea el apegarnos a una idea ficticia de ego la que nos hace sentir más inseguros e inseguras. Esta falsedad inauténtica de máscaras ocupa un importante aspecto de nuestras vidas, estando siempre atentos y atentas por velar por la integridad e identidad de estas, de las cuales creemos depender, o al menos pensamos que nuestra felicidad depende de ellas. Mientras tanto, dejamos a un lado la siempre pertinente tarea de conocernos a fondo, de autoevaluarnos, de descubrirnos como seres humanos vulnerables en un mundo del que controlamos muy poco, pese a que lo queremos controlar todo, como si fuéramos ese demiurgo de las redes sociales. Nos empeñamos en esa tarea mediante el control de las proyecciones de nuestro ego. Sin embargo, al no poseer las capacidades materiales de controlar lo que ocurra con esa construcción, es inevitable la frustración, la insatisfacción constante y reiterada, el sufrimiento y el aparente desamparo.

Es por todo esto que se hace urgente escuchar el silencio interior.  Escucharse a uno(a) mismo(a) es un viaje personal que requiere paciencia, compasión y constancia. En un mundo que nunca se detiene, reservar tiempo para conectarnos con nuestras emociones y pensamientos es un acto de autocuidado fundamental.

Por esta razón, la escucha activa es una de las habilidades más importantes que debemos tener hoy en día. Sin embargo, aunque sabemos de la importancia de escuchar, no siempre lo hacemos y es porque se necesita paciencia, tiempo y predisposición para saber como escuchar.

Del mismo modo, escuchar activamente conlleva al interés y predisposición en comprender el mensaje de manera correcta de acuerdo a lo que nos quieren transmitir.

Y es que escucharnos, bajarle el volumen a la exigencia, es un paso importante hacia una nueva forma de cuidarnos: sin remordimientos que nos impiden escuchar a Dios y ver los frutos de su Palabra tras  grandes ruidos.

Dios siempre está llamando, pero poco lo escuchamos. Me encanta saber que es nuestro Padre y se preocupa por nuestro bienestar. ¿Lo has notado? tal vez alguien diga: “¡Pero Dios no habla!, ¡a mí nunca me ha hablado!”.  A lo que cabe responder: sí lo ha hecho, pero no te has enterado porque estabas demasiado ocupado hablando tú.

Dios habla, en primer lugar, a través de su Palabra,

1 Samuel 3, 10 Yavé entró y se paró, y llamó como las otras veces: “Samuel, Samuel”. Este respondió: “Habla, Yavé, que tu siervo escucha”; pero no solamente; también habla a través de otros medios, algunos tan evidentes como las palabras del Papa Francisco, siempre certeras, que nos conmueven y nos “mueven el piso”, y otros tan discretos como puede ser un comentario de alguien, algo que nos toca vivir, algo que oímos o leemos aparentemente por “casualidad”,…

De lo que se trata es de acostumbrarnos a silenciar nuestra propia voz para poder captar la de Dios.

Abrir el oído y el corazón, y ponernos en disposición de acoger lo que el Señor quiera comunicarnos. Callarnos y aprender a escucharlo…

Es muy simple cómo podemos escuchar la voz de Dios. Pero cuando se trata de ponerla en práctica, ahí es donde se complica. Ahí es donde nos encontramos con problemas. Y  una de las principales razones por las que nos cuesta escuchar la voz de Dios y saber cuándo nos habla es porque, primero, no nos tomamos el tiempo para sentarnos a escuchar, no pasamos suficiente tiempo con Él para escuchar su voz. Segundo, como vimos, vivimos en una era de distracciones, y hemos aceptado esta distracción y hemos cultivado hábitos de distracción. No nos entrenamos para concentrarnos. Creamos una identidad desenfocada y distraída, o incluso si es algo con lo que luchamos, o si tenemos TDAH o algo similar, puede que no hagamos los cambios necesarios en nuestro estilo de vida, además de cultivar esta búsqueda del rostro de Dios, que realmente nos ayudaría a escuchar mejor su voz. 

Independientemente de quiénes seamos o dónde estemos, existen influencias culturales, presiones culturales, presiones y distracciones internas, y una guerra espiritual en juego. Todas compiten por nuestra atención, todas compiten por alejarnos de Dios y hacernos insensibles y sordos a su voz. Necesitamos ser conscientes de esto. Es importante en el día a día si nos tomamos o no el tiempo para escuchar a Dios.

Vamos a ver cómo hacerlo. Él quiere escucharte y que tú también lo escuches. Por lo tanto, su relación de oración con nosotros no es algo que busquemos y él huya en la otra dirección, o que huya de nosotros. Él no intenta escapar de nosotros mientras nosotros lo buscamos. Él quiere ser encontrado. Y a lo largo de las Escrituras, dice que «Dios quiere ser hallado, y es hallado por quienes lo buscan», tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Si ese es el caso, si esa es la verdad que Dios ha dicho sobre sí mismo, debemos creerle y confiar en que el Dios del universo quiere ser buscado, quiere que lo escuchemos, lo que significa que nos habla. Entonces, ¿quiénes son los que no escuchan? Somos nosotros. Tenemos que mejorar nuestra capacidad de escuchar, y eso requiere disciplina. Es algo que se adquiere con el tiempo, con paciencia.

Es bíblico, tenemos es un Dios bondadoso que quiere ser escuchado, pero no es fácil. Va en contra de nuestra naturaleza y de nuestra cultura. Y nunca en la historia ha sido fácil. Si observamos  la vida de oración de los antepasados de nuestra fe, a menudo dirán lo difícil que es, pero al cultivar el hábito de buscar a Dios y escucharlo, lo encontraron hermoso y placentero. 

El primer versículo con el que vamos comenzar trata sobre la importancia de escuchar a Dios.

Es Romanos 10:17. Dice: «Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo». Así que la fe, nuestra creencia en Dios, nuestra creencia en Él, en su gracia y en su carácter, proviene del oír. No podemos creer lo que no sabemos, no podemos saber lo que no hemos oído, «pero para escuchar a Dios», dice Pablo, «es necesario conocer las palabras de Cristo». ¿Dónde están las palabras de Cristo? Están en las Escrituras, en la Biblia. Ahí es donde Él habla, donde se revela con mayor claridad, y todo lo que dice por otros medios concuerda con lo que ya ha dicho de sí mismo. Necesitamos estar en la Palabra de Dios, escucharla, leerla, repetirla, escribirla. Sea cual sea nuestra forma de aprender, nuestro estilo de aprendizaje o cómo funcione nuestro cerebro, Dios nos ha dado una vía, especialmente en la sociedad actual, para consumir su palabra. Él nos lo ha dado, podemos hacerlo y debemos hacerlo si queremos escucharlo. Así que, Romanos 10:17, número uno, tienes que escuchar la palabra de Dios en las Escrituras.

El segundo versículo es Jeremías 33:3, y confirma lo que reflexionamos  hace unos minutos; dice: «Si me invocas, yo te responderé. Te daré sabiduría para las decisiones que tengas que tomar, te diré qué camino debes tomar, pero debes escuchar para recibir la respuesta». Primero, debemos arraigarnos en la Palabra de Dios, escuchar a Dios, porque es donde Él habla primero. Segundo, debemos orar. Debemos dialogar con Él y escuchar en oración, para escuchar lo que Dios dice.

El tercero está  en Juan 14-16, donde Jesús habla del Consolador, el Espíritu Santo. Cuando venga el Espíritu de verdad, los guiará a toda la verdad, pues no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y les anunciará las cosas que han de venir. Jesús les dice a sus discípulos: «Los dejo, pero ¿saben qué? Dejo al Espíritu de Dios, al Espíritu de Cristo, quien los ayudará a vivir las verdades que les he dado». Él los guiará y les hablará con la autoridad de Dios, y este Espíritu morará en ustedes en cada paso del camino. Cuando creen en Cristo, cuando su lealtad cambia de uno mismo a Jesucristo como el centro de su universo, de su vida y de su toma de decisiones, reciben al Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, quien los guía y les habla, y reconocen y escuchan su voz. Esa voz siempre estará en consonancia con lo que enseñan las Escrituras. 

Así que, estás en la Palabra de Dios, estás en oración con Dios, pero luego debes reconocer el poder del Espíritu de Dios que te ha sido dado. Tienes acceso a Él, Él te habla, pero tienes que escucharlo. Y mucho de esto sucede en esa disciplina de la oración diaria, escuchando a Dios, pidiéndole que hable, esperando la respuesta con los ojos bien abiertos para lo que Él hará. 

Esto nos lleva al Salmo 32 que nos da el siguiente paso en este proceso.. Este salmo les está dando una visión de lo que significa ser desobediente y terco. Esto es lo que dice: “Te instruiré y te enseñaré el camino en que debes andar; te aconsejaré con mis ojos puestos en ti. No seas como un caballo o una mula sin entendimiento, al que hay que domar con freno y brida, o no se quedará cerca de ti”.

Hay belleza cuando un caballo y un jinete trabajan juntos, pero cuando el caballo lucha contra el jinete, se termina con esta disfunción, esta incapacidad de comunicación entre caballo y jinete. Y lo que Salmos describe aquí es lo que Dios no quiere. Dios es el jinete perfecto. No nos está tirando de las cadenas; no nos está tirando, no nos está azotando con un látigo. Es un líder gentil, bondadoso y justo. Así que tenemos la opción de ser como la mula terca que necesita un freno o brida para cooperar, o no se quedará cerca de él. Él dice: “Quiero que estés cerca de mí. Quiero instruirte y enseñarte. Pero para hacer eso, tienes que estar cerca de mí”. Y muy a menudo lo que sucede es que caminamos en desobediencia, caminamos en pecado, caminamos en terquedad, nos negamos a escuchar y luego nos preguntamos por qué no podemos escuchar a Dios. 

Cuando nos alejamos de Dios, cuando nos apartamos de Él, y no caminamos con Él ni obedecemos a Su Espíritu, no es de extrañar que no lo escuchemos. ¿Cómo se resuelve ese problema? Regresas a la Palabra, a la oración y al Espíritu, y dices: «Dios, ¿hay en mí algún camino de perversidad?». Como dice el salmista: «Muéstrame si necesito arrepentirme de algo, muéstrame cómo arrepentirme, cómo pedir tu perdón. Y entonces sé que en Cristo soy perdonado y puedo levantarme de aquí, obedecer y escuchar tu voz».

Canción

https://youtu.be/xHZDGLcMcxs?si=Vr_Xno31QRddB9tE

Tomado de:

https://institutalba.com/es/escucharse-una-misma/#:~:text=Escucharnos%20a%20nosotros(as)%20mismos(as)%20nos%20permite,y%20fortalece%20nuestras%20relaciones%20personales.

https://mexico.unir.net/noticias/educacion/escucha-activa/#:~:text=La%20escucha%20activa%20es%20una,decisiones%20en%20torno%20a%20ello.

https://es.aleteia.org/2015/03/27/como-escuchar-a-dios/

https://www.80grados.net/la-pertinencia-de-escuchar-y-escucharnos

https://phyliciamasonheimer-com.translate.goog/how-to-hear-gods-voice/?_x_tr_sl=en&_x_tr_tl=es&_x_tr_hl=es&_x_tr_pto=sge#


Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.

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