La reflexión pasada hablamos sobre el poder sanador de la Eucaristía y con ello hemos ido enamorándonos más profundamente de este sacramento.
Hoy para introducir este tema quisiera que nos preguntemos: qué significa ser verdaderos amantes en nuestra vida cotidiana?
Y así entender el llamado a amar con autenticidad, paciencia y entrega, más allá de los gestos vacíos.
En el Catecismo de la Iglesia Católica se afirma que “El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí.” (CIC 27). Y si como dice el evangelista Juan, Dios es amor, entonces venimos del amor y nos dirigimos hacia el amor.
De esta manera, nuestra identidad está en ser amantes, por lo que solo seremos verdaderamente felices cuando cumplamos a plenitud esa identidad de amor. Ya lo expresaba Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido: “El amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre… la salvación del hombre sólo es posible en el amor y a través del amor”, y Von Hildebrand, a su vez consideraba que “El mayor fracaso en la vida no es sufrir… sino no amar.”
De ahí que para entender sobre la manera de enamorarnos profundamente de este Sacramento quisiera que meditáramos sobre varias preguntas que quizá algunos nos hemos hecho, o hemos escuchado:: “¿Por qué hay que ir a la iglesia, si los que participan regularmente en la Misa son pecadores como los demás?”.
Primero quisiera recordarles que en la publicación de la semana pasada decíamos que es necesario tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de aquello que Jesús ha dicho e hecho. No. Es precisamente una acción de Cristo. Es Cristo que actúa ahí, que está sobre el altar. Y Cristo es el Señor.
Es un don de Cristo, el cual se hace presente y nos reúne en torno a sí, para nutrirnos de su Palabra y de su vida. Esto significa que la misión y la identidad misma de la Iglesia surgen de allí, de la Eucaristía, y allí toman siempre forma….”
Quien va a la Eucaristía, no es porque cree o quiere aparentar más que los demás, sino porque se reconoce siempre con la necesidad de ser aceptado y regenerado por la misericordia de Dios, hecha carne en Jesucristo. ¡Si cada uno de nosotros no se siente con la necesidad de la misericordia de Dios, no se siente un pecador, es mejor que no vaya a misa! Porque vamos a Misa, porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús, participar en su redención, en su perdón. ¡Ese “confieso”, que decimos al principio no es algo “formal”, es un verdadero acto de penitencia! ¡Yo soy pecador y confieso! Así da inicio la Misa. No debemos olvidar nunca que la Última Cena de Jesús tuvo lugar “la noche en que fue traicionado” (1 Cor 11,23). En el pan y el vino que ofrecemos y en torno al cual nos reunimos se renueva cada vez el don del Cuerpo y la Sangre de Cristo para la remisión de nuestros pecados. Debemos ir a Misa humildemente, como pecadores y el Señor nos reconciliará.
A finales del siglo XIII, Santo Tomás de Aquino enseñó: «La Eucaristía es el sacramento del amor; significa amor, produce amor. La Eucaristía es la consumación de toda la vida espiritual».
Más de siete siglos después, el Papa Benedicto XVI (2007) publicó una Exhortación Apostólica titulada «Sacramentum Caritatis» (El Sacramento de la Caridad), que detallaba el significado de la enseñanza de Aquino. En su carta, el Papa explicó con gran belleza la enseñanza de la Iglesia sobre la importancia vivificante y transformadora de la Eucaristía, aplicada a prácticamente todos los aspectos de la vida de la Iglesia, a nuestra existencia como hijos de Dios, a nuestra vida sacramental y a la responsabilidad que cada uno tiene de vivir diariamente la Eucaristía a través de la caridad hacia los demás.
Hoy compartiremos dos extractores al respecto de esta carta:
El sacramento de la caridad, la Sagrada Eucaristía, es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos así el amor infinito de Dios por cada hombre y mujer. Este maravilloso sacramento manifiesta ese amor “más grande” que lo llevó a “dar la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Jesús, en efecto, los amó “hasta el extremo” (Jn 13,1). Con estas palabras, el evangelista introduce el acto de inmensa humildad de Cristo: antes de morir por nosotros en la cruz, se ciñó una toalla y lavó los pies de sus discípulos. Del mismo modo, Jesús continúa, en el sacramento de la Eucaristía, amándonos “hasta el extremo”, hasta ofrecernos su cuerpo y su sangre. ¡Qué asombro sintieron los apóstoles al presenciar lo que el Señor hizo y dijo durante aquella Cena! ¡Qué asombro debe despertar también en nosotros el misterio eucarístico!
El alimento de la verdad
En el sacramento del altar, el Señor nos encuentra, hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,27), y se convierte en nuestro compañero de camino. En este sacramento, el Señor se convierte verdaderamente en nuestro alimento, para saciar nuestra hambre de verdad y libertad. Puesto que solo la verdad nos hace libres (cf. Jn 8,32), Cristo se convierte para nosotros en alimento de la verdad. Con profunda perspicacia humana, san Agustín mostró claramente cómo nos conmovemos espontáneamente, y no por obligación, cuando encontramos algo atractivo y deseable. Preguntándose qué es lo que nos conmueve más profundamente, el santo obispo continuó diciendo: “¿Qué desea nuestra alma con más pasión que la verdad?” Cada uno de nosotros tiene un deseo innato e irreprimible de la verdad última y definitiva. El Señor Jesús, «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6), habla a nuestro corazón sediento y peregrino, a nuestro corazón anhelante de la fuente de la vida, a nuestro corazón anhelante de la verdad. Jesucristo es la Verdad en persona, atrayendo al mundo hacia sí. «Jesús es el norte de la libertad humana: sin él, la libertad se desorienta, pues sin el conocimiento de la verdad, la libertad se degrada, se aliena y se reduce a un capricho vano. Con él, la libertad se encuentra a sí misma».
En el sacramento de la Eucaristía, Jesús nos muestra en particular la verdad sobre el amor, que es la esencia misma de Dios. Es esta verdad evangélica la que interpela a cada uno de nosotros y a todo nuestro ser. Por eso, la Iglesia, que encuentra en la Eucaristía el centro mismo de su vida, se preocupa constantemente de proclamar a todos, oportunamente importuno (cf. 2 Tm 4,2), que Dios es amor.
Precisamente porque Cristo se ha convertido para nosotros en el alimento de la verdad, la Iglesia se dirige a cada hombre y mujer, invitándolos a aceptar libremente el don de Dios.
Es por esto que a través de la historia vemos que los Santos estaban locamente enamorados de Jesús; lo estuvieron aquí la tierra y lo están ahora en el Cielo en donde aman a Dios por toda la Eternidad.
A continuación mencionaremos los comentarios de algunos de ellos que nos ayudarán a descubrir ese gran tesoro, para enamorarnos nosotros también, si aún no lo estamos de la Eucaristía y amarla cada día más.
-“La Sagrada Eucaristía es la manera más corta y más rápida para llegar al Cielo”. (San Pío X)
-“Si los Ángeles pudieran envidiar al hombre, lo harían por una sola razón: La Sagrada Eucaristía” (San Maximiliano Kolbe).
_”En un solo día la Eucaristía hará que le produzcas más gloria a Dios, que toda una vida sin ella” (San Pedro Julián Eymard)
-“Cómo amo los Banquetes!… especialmente las procesiones en honor del Sagrado Sacramento. ¡Qué dicha ha sido para mí el colocar mis flores bajo los pies del Señor! … Nunca había sido tan feliz como cuando vi que mis rosas tocaron la Custodia”. (Santa Teresa de Lisieux)
-“Cuando observas el Crucifijo, puedes entender lo mucho que te amó Jesús en ese momento. Cuando miras la Sagrada Hostia, entiendes cuanto te ama Jesús en este momento”. (Santa Madre Teresa de Calcuta).
-“De la Eucaristía proviene la fuerza para vivir una vida en Cristo y el entusiasmo para compartir esa vida con los demás”. (San Juan Pablo II).
-“Este es el Pan de Vida Eterna que sostiene la sustancia de tu alma” (San Ambrosio).
-“Mientras más tiempo te alejes de la Comunión, más débil se hará tu alma, y al final te será peligrosamente indiferente”. (San Juan Bosco)
“La Eucaristía es la consumación de toda vida espiritual” (Santo Tomás de Aquino).
Vamos a nombrar 10 prácticas que nos pueden ayudar a obtener infinidad de joyas de este valioso tesoro, así como innumerables gracias y bendiciones que provienen solo del que es el regalo más grande que Jesús dio a la Humanidad:
1.- La Santa Misa y la Santa Comunión de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Implora al Señor una gran fe en el sublime misterio de la Santa Eucaristía. Que podamos decir como el Apóstol Santo Tomas: “Señor mío y Dios mío”.
También podemos orar como el hombre del evangelio:
“Señor, creo, pero aumenta mi fe”
2.- Visita al Santísimo
Haz un hábito de ir a visitar al Santísimo Sacramento tan frecuentemente como te sea posible. Cada vez que veo un templo, trato de entrar a visitarlo para que cuando yo muera y vaya a su Presencia, el Señor no me mire y diga: “¿Quién eres? No te conozco”
En una amistad verdadera, los amigos charlan frecuentemente y disfrutan de su compañía. De esa manera debemos hacerlo también con nuestro Amigo, cuando lo visitamos y le hablamos en el Santísimo.
3.- Comunión Espiritual
Alfonso María de Ligorio y posteriormente el Papa Benedicto XVI en su documento de exhortación apostólica sobre la Eucaristía “Sacramentum Caritatis”; recomendaron la práctica frecuente de la Comunión Espiritual.
Puede hacerse de una manera muy simple y tan frecuentemente como tu corazón lo desee. Puedes hacerlo con una oración muy sencilla como esta:
“Mi Señor Jesús, creo que estás real y verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento dentro del Tabernáculo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. En este momento no puedo recibirte sacramentalmente, pero ven espiritualmente a mi corazón”.
Entonces recíbelo en tu corazón y agradece, adora y ama a tu Señor que ha llegado espiritualmente a tu alma. Esto puede enardecer tu amor por Jesús Sacramentado.
4.- Meditar el Capítulo 6 del Evangelio de San Juan
El Evangelio de Juan capítulo 6 contiene tres partes: Jesús multiplica los panes, camina sobre las aguas y ofrece un discurso sublime relacionado a la Eucaristía; que en realidad se trata de una profecía a cerca de la Eucaristía.
Se conoce mejor como el discurso del “Pan de Vida” que Jesús nos promete. Aquí mismo es en donde Jesús declara en términos nada confusos, que nuestra salvación inmortal depende de que comamos Su Cuerpo y bebamos Su Sangre; lo que obviamente se refiere a la Sagrada Comunión. Recomiendo que leas y medites este poderoso capítulo evangélico.
5.- Los Quince Minutos
Hace algunos años se hizo la publicación de un pequeño folleto llamado “Los quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado”. Es una pequeña joya que nos anima a iniciar un pequeño pero profundo diálogo con Él.
Básicamente, Jesús quiere ser nuestro mejor Amigo y nos reta a que le abramos nuestro corazón y le contemos nuestros secretos, ya que solo Él puede comprendernos y sanarnos. Lee y ora este escrito si es posible, frente al Santísimo Sacramento.
6.- La Hora Santa
Puedes hacer el hábito de pasar una hora diaria frente al Santísimo Sacramento, ello transformará tu vida si perseveras en esta práctica.
El gran siervo de Dios, el Arzobispo Fulton J. Sheen que practicó diariamente la Hora Santa por quince años, la llamaba LA HORA PODEROSA.
7.- Adornar y embellecer los Templos y la Eucaristía
Una mujer derramó su costoso perfume de nardo en los pies de Jesús, ella lloró y sus lágrimas rodaron en los pies de Jesús; al final, ella secó las lágrimas con su cabello (Lucas 7,36-50).
El Arzobispo Fulton J. Sheen hacía hincapié de que este gesto simbólico de amor y atención debemos manifestarlo también en la manera en que adornamos, embellecemos y procuramos la belleza en las Iglesias, Templos y Tabernáculos donde mora Jesús.
Conocido por su espíritu de penitencia, ayuno y sacrificio, el Cura de Ars viajaba largas distancias y gastaba grandes sumas de dinero en comprar solo lo mejor para su pequeña Iglesia. ¿Por qué? Por la simple razón de que Jesús es el Rey de Reyes y Señor de Señores, y aun así se digna morar en el Tabernáculo y descender de los Cielos en las manos del sacerdote en cada Hostia consagrada. “¡Venid y Adoremos!”
8.- Participar de la Santa Eucaristía
Por supuesto que la mejor acción en todo el universo es la celebración del Santo Sacrificio de la Misa. El mejor gesto que cualquier ser humano puede hacer es asistir a Misa y recibir la Santa Comunión con fe, devoción, veneración y especialmente con gran amor.
Cuando te sea posible, asiste a Misa diario. Llega a tiempo para prepararte. Ofrece tus intenciones privadas. Participa activa y conscientemente en la Santa Misa. Y recibe la Sagrada Comunión como si fuera la primera vez, la última vez y la única vez. Muéstrate muy agradecido por tu fe en este sublime y majestuoso misterio.
No corras para irte al terminar la Misa; a su vez, dedica un tiempo para dar abundantes gracias a Jesús por tan hermoso regalo. De hecho, la palabra proviene del griego εὐχαριστία, eucharistía, que significa “acción de gracias”
¡Que inconmensurable regalo, que se recibe gratis, sin costo alguno! La única condición para su provecho es tener una gran fe y el corazón lleno de amor para recibir a Jesús, el Amor de los Amores.
9.- Los A.C.T.OS
Recuerda que los cuatro principales motivos para celebrar el Santo Sacrificio de la misa son los A.C.T.OS que se mencionan a continuación:
A – Adoración.
El principal propósito de la Santa Misa es ofrecer una adoración a Dios Padre, ofreciendo a Jesús como Víctima, con el poder el Espíritu Santo.
C – Contrición.
Nuestros corazones deben estar contritos y humildes para arrepentirse de todos los pecados cometidos.
Es una gran práctica el ofrecer la Misa y Comunión en reparación por nuestros pecados, los pecados de nuestra familia y los del mundo entero
“Por su dolorosa Pasión, ten Misericordia de nosotros y del mundo entero”.
T – Tiempo para dar gracias.
Todo lo que tenemos en nuestra vida, con excepción de nuestros pecados, es gracia y regalo de Dios.
Por lo tanto, debemos estar agradecidos y expresar con abundancia el agradecimiento del corazón. Con el Salmo oremos:
“Da gracias a Dios porque Él es bueno; su amor perdura para siempre”
OS – Oración y Súplica.
Debemos ofrecer nuestra oración y súplica para interceder incesantemente por todas las necesidades del mundo, la Iglesia, la conversión de los pecadores, los enfermos, los moribundos, las necesidades personales y familiares, las almas del Purgatorio y tantas cosas más.
10.- Ser misionero eucarístico
Una vez que María recibió a Jesús en la Anunciación, se dispuso rápidamente a ir y llevarlo con su prima Isabel. De la misma manera, debemos llevar a Jesús con otros y otros a Jesús.
Esto lo podemos lograr en una manera muy concreta, al alentar a las ovejas pérdidas a regresar al rebaño.
Encuentra el tiempo, la forma y la iniciativa para invitar a las almas de regreso a la Iglesia. Ojalá, él o ella realice una buena confesión y regrese a recibir el Santo Sacramento en unión amorosa con Dios Padre, a semejanza del hijo pródigo. Todo se puede lograr si tienes fe en que Dios tendrá el control mientras que tú tengas la iniciativa para recibirlos de nuevo.
Dios es Amor y Bondad, ¡Comparte esta Buena Nueva con el mundo entero!
Y terminamos con Claves para vivir la Eucaristía… ¡con alegría!
- Preparar el corazón: No basta con llegar a tiempo. Ir a Misa comienza en casa, con recogimiento, silencio interior y deseo de encuentro.
- Escuchar con atención: Las lecturas y la homilía son alimento. ¿Qué palabra te dirige hoy Dios? ¿Qué consuelo, qué llamada, qué desafío?
- Comulgar con fe: No es un gesto, es un encuentro. Decir “Amén” es decir “Creo”, “Te amo”, “Confío en ti”.
- Adorar al Santísimo: Aunque sea un ratito entre semana. Basta con quedarse mirándole, como decía el campesino a san Juan Vianney: “Yo lo miro y Él me mira”.
- Llevar la Eucaristía al mundo: ¿De qué sirve recibir al Amor si no amamos más? Cada comunión es una misión
Canción: Bendita Eucaristía
https://youtu.be/jjPb45p995M?si=0sxMOWW2x6dd6U1H
Tomado de:
https://www.exaudi.org/es/la-tarea-de-ser-amantes/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.