- Apoc 11, 4-12
- Sal 143
- Lc 20, 27-40
La liturgia de hoy nos da luces para leer la Palabra de Dios para iluminar nuestra vida.
Llevamos ya unos cuantos días escuchando el libro del Apocalipsis. Es lógico, se acerca el fin del año litúrgico y leemos el último libro de la Biblia. Es curiosa la atracción que tiene el Apocalipsis. Muchos que conozco, incapaces de dedicar unos minutos al día a leer el Evangelio, tienen un arrebato y se leen (o al menos comienzan a leer), el Apocalipsis. Pero no lo leen como revelación de Dios, buscan claves cabalísticas, fechas proféticas y monstruos dignos de “La guerra de las Galaxias.” San Juan y el maestro Yoda tiene poco que ver y Anakin Skywalker no aparece en ninguna de sus páginas, pero buscan con el mismo apasionamiento con que esperan el episodio III.
Este pasaje del Apocalipsis que se nos presenta hoy, es de difícil interpretación, pues posee mucha simbología apocalíptica.
Los dos testigos son descritos como “los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra” (Apocalipsis 11:4). Esta imagen se toma de Zacarías 4, donde dos olivos suministran aceite a un candelabro, simbolizando el Espíritu de Dios empoderando a Su pueblo. El papel de los testigos es testificar contra la maldad del mundo y llamar a la gente al arrepentimiento, incluso frente a una feroz oposición y eventual martirio.
Su ministerio culmina en su muerte a manos de la bestia que sube del Abismo (Apocalipsis 11:7). La bestia es un símbolo de oposición y persecución satánica, que se elaborará en capítulos posteriores. La muerte de los testigos es un recordatorio sobrio del costo del discipulado y la realidad del martirio en la fe cristiana. Sin embargo, su muerte no es el final de la historia. Después de tres días y medio, son resucitados y llevados al cielo en una nube, recordando la resurrección y ascensión de Jesucristo.
Maestro, Moisés nos dejó escrito: …” este texto del Evangelio de hoy, sigue esa misma dinámica de no leer la Palabra de Dios para iluminar mi vida sino para justificarla. Cristo no se deja llevar por ese camino, la salvación de Dios no es manipulable. La Palabra de Dios podemos intentar atacarla, ocultarla, deformarla, partirla e incluso matarla como si ya estuviese vencida y superada. “Los derrotará y los matará. Sus cadáveres yacerán en la calle de la gran ciudad… Todos los habitantes de la tierra se felicitarán por su muerte, harán fiesta y se cambiarán regalos; porque estos dos profetas eran un tormento para los habitantes de la tierra.”
Arrancar a Dios de nuestra vida puede parecer una liberación, no tenemos esa “ vocecita interior” que nos molesta sobre lo bueno y lo malo. Nos hacemos dueños de nuestra propia vida (marionetas de nuestras pasiones y pecados, pero eso nos encanta), sin exigencias ni imperativos. Los “sin Dios” se ríen y se felicitan de su fortuna, ya nadie les molesta y todo servirá para afirmarse en su error. Buscarán e indagarán los pecados de la Iglesia y de los eclesiásticos para decir: “Yo no quiero ser como esos.” Y se felicitarán de lo “independientes” que son.
“Al cabo de tres días y medio, un aliento de vida mandado por Dios entró en ellos, y se pusieron en pie en medio del terror de todos los que lo veían.” En su interior los que quieren “librarse” de Dios saben que no es posible. Por muy muerto que quieran verlo saben que no es así. Como decía San Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.”
El hombre sin Dios se destruye, oscurece su vida y vive con miedo. Se pasa la vida justificándose y temiendo avanzar en la vida pues pueden encontrase con el Resucitado en cualquier momento.
Más allá de ese pasaje, sabemos que Jesús defiende con fuerza su resurrección y la de todos sus seguidores: “Yo soy la resurrección y la vida el que me sigue aunque muera vivirá para siempre”.
En Gaudium et Spes: El misterio de la muerte, nos dice que “la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. Para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera.”
Con el Salmista proclamamos: “Bendito sea el Señor, mi amigo fiel, mi fortaleza, escudo que me ampara.”
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.deiverbum.org/lc-20_27-40/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/23-11-2024/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2004/11/20/el-apocalipsis/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=23-11-2024
Palabra de Vida Mes Noviembre: “ Ella [la pobre viuda], de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir” (Marcos 12, 44) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Noviembre 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.