- 1 Re 19, 4-8
- Sal 33
- Ef 4, 30–5, 2
- Jn 6, 41-51
La liturgia de hoy nos invita a imitar a Dios como hijos queridos de El, desterrando de nuestra vida todo aquello que no nos permite conocerlo, amarlo y servirle. A que como Elías nos levantemos cuando nos sentimos tan afligidos que llegamos hasta desear morir, pues El nos ofrece en este día ese Pan bajado del Cielo que se nos ofrece hoy en la Eucaristia.
La primera cuenta la andadura del profeta Elías, prototipo del profetismo Los reyes de turno fomentaban un sincretismo religioso donde quedaba diluido el yahvismo: confesión judía en Yahvé único Dios. El profeta Elías proclama esa confesión, la idolatría que fomentan los reyes con sus sacerdotes. Pero su profetismo provoca la ira y persecución de los reyes. Para encontrarse con el verdadero Dios, Elías camina hacia el monte Horeb, y en el camino por el desierto se siente agotado. Pero el ángel de Dios le ofrece pan y agua para que siga. Anuncio del pan de vida que es Jesucristo.
Importante aclarar que hay mucho de simbólico en esta narración, como se ha reconocido en la interpretación de los expertos
La segunda lectura prosigue con la exhortación a la vida nueva que lleva consigo el sello del Espíritu que deben poseer los cristianos. La alternativa es ser imitadores de Dios, es decir, bondadosos, compasivos y perdonadores. No es un imposible lo que se propone en el sentido de que Él sea nuestra vara de medir, sino tener los mismos sentimientos que Dios, como Padre, tiene con todos nosotros; así los debemos tener los unos con los otros. Nos recuerda algunos aspectos del Cristo joánico: como el Padre me ha amado, así os amo yo.
Recomienda a los cristianos que coman ese pan de vida que es la conducta de Jesús “vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros; desterrad de vosotros toda ira y toda amargura”.
El evangelio según San Juan proclama la entraña de la fe cristiana: Jesucristo es Palabra de Dios, Presencia de amor “en la carne”, en condición humana. En su forma de vivir y de morir por amor, es el pan vivo que da sabor a nuestra vida y fuerza para seguir caminando incluso por las zonas desérticas y agotadoras de nuestra existencia.
Nos dice el Papa Francisco: “Si miramos a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que existen muchas ofertas de alimento que no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más. Algunos se nutren con el dinero, otros con el éxito y la vanidad, otros con el poder y el orgullo. Pero el alimento que nos nutre verdaderamente y que nos sacia es sólo el que nos da el Señor. El alimento que nos ofrece el Señor es distinto de los demás, y tal vez no nos parece tan gustoso como ciertas comidas que nos ofrece el mundo. Entonces soñamos con otras comidas, como los judíos en el desierto, que añoraban la carne y las cebollas que comían en Egipto, pero olvidaban que esos alimentos los comían en la mesa de la esclavitud. Ellos, en esos momentos de tentación, tenían memoria, pero una memoria enferma, una memoria selectiva. Una memoria esclava, no libre.
Cada uno de nosotros, hoy, puede preguntarse: ¿y yo? ¿Dónde quiero comer? ¿En qué mesa quiero alimentarme? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer manjares gustosos, pero en la esclavitud?
”Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Dichoso el hombre que se refugia en El.” Sal 33.
Palabra de Vida Mes de Agosto. “Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!” (Mt 17, 4). https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.