El pensamiento sacramental es una forma de comprensión típicamente cristiana que quiere expresar que una realidad o un acontecimiento, encierra algo más profundo que lo que aparece en la superficie.
La Iglesia no es un conglomerado humano, una fuerza asociativa… sino un verdadero sacramento; quien mire a la Iglesia debe poder descubrir en ella al mismo Cristo, al que ella, como Cuerpo suyo, visibiliza y hace presente en el mundo.
Si se pierde esta mirada sobre la Iglesia, se caerá pronto en la secularización de ver la Iglesia con criterios mundanos, ya sean políticos, ideológicos, transformadores revolucionarios, etc.
El concilio Vaticano II dijo, repetidas veces, que la Iglesia es “sacramento universal de salvación” (LG 1, 2; 48, 2; 59, 1; GS 45, 1; AG 1, 1; 5, 1).
Esta designación conciliar de la Iglesia como sacramento fue una novedad en la doctrina de Magisterio eclesiástico. En las enseñanzas oficiales, anteriores al Concilio, jamás se había dicho que la Iglesia es “sacramento”.
La palabra sacramentalidad, pues, se convierte en categoría teológico-hermenéutica, puesto que expresa cómo la realidad interior y más profunda del Dios trascendente se sirve como de medio de la realidad exterior.
Por eso la historia de Dios con la humanidad tiene una estructura sacramental, a lo largo y ancho de toda la historia humana, que va adquiriendo rasgos sacramentales cada vez más precisos que no se apoyan sólo en la comprensión e interpretación humana, sino que están vinculados a la promesa explícita y eficaz de Dios.
Decir que la Iglesia es un misterio, equivale a decir que es un sacramento, el gran sacramento que contiene y vivifica a todos los demás, el sacramento de Jesucristo, al igual que Jesucristo, por su humanidad, es el sacramento de Dios.
Si buscamos en la Biblia la palabra “sacramento” no la encontraremos, por lo menos en el sentido que hoy le damos.
Pero esto no quiere decir que no tengan fundamento bíblico.
De hecho todos ellos fueron instituidos por Nuestro Señor Jesucristo
Nos explica el Papa Francisco: “Cuando Jesús vivía en la tierra, él tomó previsiones, con sus palabras y acciones, para dejarnos todo lo que íbamos a necesitar para seguirlo como discípulos. Los siete sacramentos, que Jesús instituyo, constituyen uno de los principales medios para acercarnos a Dios. En este sentido, celebrando los sacramentos y creciendo espiritualmente, debido a la gracia que recibimos a través de los sacramentos, es una fuente principal de regocijo para los cristianos católicos.
Nos regocijamos porque Dios cuida tanto de nosotros que estableció los sacramentos para abrirnos la puerta a nuestra participación en la vida de Jesucristo. En otras palabras, los sacramentos nos dan acceso a la vida divina. A través del trabajo del Espíritu Santo, los sacramentos nos confieren la gracia sobre nosotros. Este regalo de la gracia nos permite vivir más de cerca de acuerdo al modelo de Jesús, sea la que sea la forma en que Dios nos llame. Si soy una madre, la gracia de Dios puede ayudarme a ser más paciente con mis hijos. Si soy una persona soltera, la gracia de Dios puede ayudarme a entender que Dios siempre está conmigo. Si soy un sacerdote o un religioso, la gracia de Dios puede fortalecerme mientras esté viviendo en un mundo que algunas veces se burla de mis formas de vivir para el Señor. La gracia conferida en los sacramentos nos da un gran regocijo en la medida que vemos los frutos de esas gracias reforzando nuestra vida en Cristo.
Evangelizando a través de los sacramentos
El Papa Francisco nos invita a un encuentro personal diario con Jesús: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por él, de intentarlo cada día sin descanso” (EG 3). ¡Cada sacramento representa una oportunidad para el encuentro personal con Jesús que Francisco promueve! A través de los sacramentos, podemos acezar el poder y recibir las gracias de la pasión, muerte y resurrección de Jesús; la celebración de los sacramentos es una forma de asegurarnos de tener un encuentro diario con Jesús.
Nuestros encuentros sacramentales con Jesucristo fortalecen nuestra fe. Esta fortaleza es esencial para prepararnos para nuestro trabajo misionero, para el cual el Papa Francisco nos invita a cada uno de nosotros. Recibimos la gracia y crecemos como discípulos no para enriquecernos nosotros mismos, sino para salir al mundo a proclamar el encuentro con Jesús y las enseñanzas verdaderas de nuestra fe católica. El Papa Francisco nos recuerda que “todos somos llamados a esta nueva ‘salida’ misionera” (EG 20).”
El Catecismo de la Iglesia 1114, nos indica que adheridos a la doctrina de las Santas Escrituras, a las tradiciones apóstolicas y al sentimiento unánime de los padres de la Iglesia, profesamos que “los sacramentos de la nueva Ley fueron instituidos por nuestro Señor Jesucristo (Concilio de Trento: DS, 1660-1601)
Los sacramentos como fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo, (Lc 5, 17; 6, 19; 8, 46) siempre vivo y vivificante , y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, son las obras maestras de Dios en la nueva y eterna alianza (CC1116)
Los sacramentos son de la Iglesia en el doble sentido de que existen por ella y para ella. disten por la Iglesia porque ella es el sacramento de la acción de Cristo que actúa en ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen para la Iglesia porque ellos son sacramentos que constituyen la Iglesia, manifiestan y comunican a los hombres , sobre todo en la Eucaristía, misterio de la Comunión del Dios Amor, uno en tres Personas. (CC1118).
El Concilio Vaticano II , nos habla de que los sacramentos están ordenado a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo u, en definitiva, a dar culto a Dios, pero, como son signos, también tiene un fin instructivo. No solo suponen la fe, también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones, por se llaman sacramentos de la fe. (CC 1123)
La fe de la Iglesia es anterior a la fe del fiel, el cual es invitado a adherirse a ella. Cuando la Iglesia celebra los sacramentos, confiesa la fe recibida de los apóstoles, de ahí el antiguo adagio: “La ley de la oración es la ley de la fe”, la Iglesia cree como ora. La liturgia es un elemento constitutivo de la Tradición santa y viva. (Concilio Vaticano II; Dei Verbum, 8)
Por eso ningún rito sacramental puede ser modificado o manipulado a voluntad del ministro o la comunidad. Incluso la suprema autoridad de la Iglesia no puede cambiar la liturgia a su arbitrio, sino solamente en virtud del servicio de la fe y en el respeto religioso al ministerio de la liturgia. (CC 1124.25)
La Iglesia, sacramento de salvación, se edifica y se nutre con los sacramentos. Decir que la Iglesia es sacramento es afirmar que en ella se realiza la salvación en forma visible y eficaz, comunitaria e histórica. La acción salvífica de Cristo, mediante el Espíritu Santo, está presente en la Iglesia, de un modo particular en sus sacramentos. La Iglesia, con sus siete sacramentos, es el signo visible y eficaz, escogido por Dios, para realizar en la historia su voluntad eterna de salvar a toda la humanidad. El Espíritu Santo y la Iglesia hacen presente en el mundo la voluntad salvífica de Dios.
Con la efusión del Espíritu Santo, en Pentecostés, se inaugura el tiempo de la Iglesia, en el que Cristo manifiesta, hace presente y comunica su obra de salvación por medio de los sacramentos. Cristo vive y actúa en la Iglesia, comunicando a los creyentes los frutos de su misterio pascual: “Sentado a la derecha del Padre y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por Él para comunicar su gracia. Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo” (CEC 1084). “El día de Pentecostés, por la efusión del Espíritu Santo, la Iglesia se manifiesta al mundo (Cf LG 2). El don del Espíritu inaugura un tiempo nuevo en la `dispensación del Misterio’: el tiempo de la Iglesia, durante el cual Cristo manifiesta, hace presente y comunica la obra de su salvación mediante la Liturgia de su Iglesia, `hasta que él venga’ (1Co 11,26). Durante este tiempo de la Iglesia, Cristo vive y actúa… por los sacramentos” (CEC 1076).
Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que significan (cf Concilio de Trento: DS 1605 y 1606). Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; Él es quien bautiza, Él quien actúa en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia que el sacramento significa. El Padre escucha siempre la oración de la Iglesia de su Hijo que, en la epíclesis de cada sacramento, expresa su fe en el poder del Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo que toca, así el Espíritu Santo transforma en vida divina lo que se somete a su poder.
La afirmación principal de este punto es: que los sacramentos Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo.
ES Cristo mismo el que se ha comprometido con su Iglesia en la celebración de los sacramentos. Este compromiso hace honor a la humildad del Señor que se “ha atado, se ha hecho obediente a las manos de la Iglesia”.
Cuando la Iglesia pronuncia unas palabras de consagración, allí –Dios obediente- se hace presente allí. El Señor se ha comprometido a hacerse presente cuando es invocado por la Iglesia: “es eficaz esa invocación de la Iglesia para celebrar los sacramentos”.
El Concilio de Trento afirmo con toda certeza de que los sacramentos no solo son signos , sino que son signos que realizan lo que significan.
No es lo mismo que el pan evoque el alimento con el que Cristo nos alimenta, que el pan sea el mismo Cristo que nos alimenta.
Los símbolos no salvan; lo que salvan es lo que realizan esos símbolos.
El Espíritu de Dios une la Palabra y los Sacramentos. El Espíritu da testimonio de Cristo junto con los apóstoles y actualiza para nosotros la palabra anunciada, interiorizándola en los corazones de quienes la escuchan y la acogen con fe. Así el anuncio de Cristo, muerto y resucitado, se hace presente, se realiza para nosotros en los sacramentos. Sin los sacramentos, Cristo se reduciría a un modelo externo a nosotros, que tendríamos que reproducir en la vida con nuestro esfuerzo. También vale lo contrario: los sacramentos sin evangelización previa se convierten en puro ritualismo vacío, que no agrada a Dios ni da vida a los hombres. El comienzo de la vida filial se da en el bautismo, pero, como dice Orígenes: “Cuanto más entendamos la Palabra de Dios más seremos hijos suyos, siempre y cuando esas palabras caigan en alguien que ha recibido el Espíritu de adopción”.
El Espíritu Santo hace eficaces las acciones sacramentales de la Iglesia, actualizando e interiorizando la salvación de Cristo en los creyentes (Cf LG 50; PO 5). En los sacramentos se da un movimiento de Dios hacia nosotros y de nosotros hacia Dios; este movimiento parte del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo y asciende desde el Espíritu por el Hijo hasta introducirnos en la gloria del Padre. La salvación, como vida del Padre en Cristo, se nos da en el Espíritu Santo. Y el Espíritu santo nos lleva siempre a Cristo, que nos presenta como hermanos suyos al Padre, que nos acoge como hijos.
(CC 1130) En los sacramentos de Cristo, LA iglesia , recibe ya las arras de su herencia, participa ya en la vida eterna, aunque aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesuscrito (Tt 2, 13).
¿Qué se necesita para realizar un Sacramento?
Para realizar estos sacramentos se necesitan dos cosas:
La forma: Oración o palabras que se pronuncian al administrar el sacramento
La materia: Lo que se usa para el sacramento: el agua, el pan, el vino, el aceite, la imposición de manos, la confesión de una culpa.
¿Cómo consideramos los Sacramentos?
A. Decimos que son actos salvadores, porque son acciones que salvan al hombre de situaciones concretas, llenándolo de la fuerza del amor, fruto de la muerte y resurrección de Cristo.
B. Son actos salvadores de Cristo porque Él es el verdadero autor, he aquí el valor del sacramento. Es Cristo quien bautiza, perdona los pecados o comunica el Espíritu Santo. Recibir un sacramento es encontrarse personalmente con Cristo que salva.
C. Son actos que la Iglesia comunica porque fueron entregados a la Iglesia por Cristo para que los administrara a los hombres.
D. Son signos sensibles, porque el hombre necesita algo material para convencerse, darse cuenta, sentir la presencia de Dios. San Pablo nos lo recuerda ” Si bien no se puede ver a Dios, podemos, sin embargo desde que él hizo el mundo, contemplarlo a través de sus obras y entender por ellas que él es eterno, poderoso y que es Dios” (Rm 1,20)
Canción :
https://youtu.be/4oR73GnF8c4?si=tq61msTPYUpVciKL
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.