Comentábamos en la reflexión anterior que psicológicamente hablando, los seres humanos tenemos la necesidad natural de conectarnos con otras personas y la vida en comunidad también forma parte de ese camino hacia la felicidad.
Espiritualmente esa necesidad nace de aquella certidumbre cuyo origen y vigor se hallan en la Fuente de todo lo que existe y nosotros reconocemos , que Dios es esta Fuente.
De ahí que no podemos sino vivir en comunidad, porque toda vida creada por Dios existe en un orden comunitario y tiende hacia comunidad y la vida en comunidad significa disciplina en comunidad, educación en comunidad, y entrenamiento continuo en el discipulado de Cristo.
Vimos como los discípulos de Jesús están llamados a vivir en comunión con el Padre (1 Juan 1, 3) y con su Hijo muerto y resucitado, en “la comunión en el Espíritu Santo” (2 Corintios 13, 13).
El misterio de la Trinidad que celebramos el domingo, es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia: “un pueblo reunido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, llamada en Cristo “como un sacramento, o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano”. La comunión de los fieles y de las Iglesias Particulares en el Pueblo de Dios se sustenta en la comunión con la Trinidad.
Y quedamos con la Interrogándote de cómo hacerlo. Para responder vamos a iniciar con una Oración Comunitaria que iremos desglosando:
Señor,
que compartiste con tus amigos el pan y la palabra,
enséñanos a vivir en comunidad.
Permítenos,
asumir responsabilidad por nuestro crecimiento
y el de que los que has puestos a nuestro lado.
Ayúdanos,
a ser abiertos en el diálogo, respetuosos en la confidencialidad,
y en la necesidad, solidarios.
Bendice,
nuestra vida de oración, nuestras relaciones personales,
nuestras actividades cotidianas,
y el servicio cristiano que prestamos.
Así nos disponemos
a ser pueblo de Dios, viviendo en nuestras vidas el amor,
de manera que podamos reflejarlo.
Amén
1.- Propósitos Básicos que deben vivirse en una Comunidad:
Quisiera primero diferenciar entre un grupo y una comunidad .
El “grupo” es transitorio, excesivamente homogéneo, cerrado y muy uniforme; en cambio, la “comunidad” es más permanente; buscando dar una respuesta global a los desafíos de la vida. La “comunidad” es pluralista. La homogeneidad viene dada en cuanto a que todos tienen metas e intereses comunes.
Algunos de los propósitos básicos que deben vivirse son la fraternidad, la corresponsabilidad y la caridad de los que hablaremos a continuación.
A.-Fraternidad: “Señor, que compartiste con tus amigos el pan y la palabra, enséñanos a vivir en comunidad.
En el Nuevo Testamento aparece por primera vez la FRATERNIDAD como nombre de la Iglesia en la primera carta de Pedro (escrita entre los años 73-92) y por dos veces nos lo menciona, veamos :
- “Mostrad estima hacia todos, amad a la FRATERNIDAD, temed a Dios.”
(1Pe 2,17).
- “Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que vuestra FRATERNIDAD en el mundo entero está pasando por los mismos sufrimientos.” (1Pe 5,9).
Mucho más allá del valor de la amistad, que es una relación
de afinidad y afecto, está la fraternidad que lleva consigo un
valor de solidaridad, de unión común. Es ese lazo de unión entre los seres humanos basado en el respeto a la dignidad de la persona, la igualdad de derechos y la solidaridad de unos hacia los otros.
La fraternidad, soporta las penas de todos y permanece segura y
confiada en el mutuo amor: “sobrellevaos mutuamente con amor,
esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la
paz” (Ef 4,2-3)
B.- La Corresponsabilidad: “Permítenos, asumir responsabilidad por nuestro crecimiento y el de que los que has puestos a nuestro lado.”
En una comunidad las hermanas (os) se responsabilizan unos por otros, tanto por su crecimiento como por su vida cristiana.
Vincula el mensaje de corresponsabilidad al papel de discípulo cristiano. Da prueba de que la corresponsabilidad y el discipulado van de la mano. Nos anima que la mayordomía (ser responsable, administrando las cosas de Dios), sea de hecho, un componente fundamental de la vida cristiana, una forma de vida que uno de los padres fundadores de la Iglesia, San Pablo: predicó y abogó cuando dijo: “En todos los sentidos o he mostrado que con un trabajo duro de este tipo debemos ayudar a los débiles, y tener en cuenta las palabras del Señor Jesús, quien mismo dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’” (Hechos 20:35).
Quiero hacer mención aquí de otro tipo de corresponsabilidad: La Edificación Espiritual, la cual siempre debe hacerse en el SEÑOR y hacia Él, con el fin de ir construyendo el Cuerpo de Cristo en amor sincero y en interés profundo unos por otros, acogiéndose y aceptándose incondicionalmente como personas. La Edificación se realiza fundamentalmente en cuatro modalidades: Testimonio, Revisión de vida, Búsqueda de la voluntad de Dios y Corrección fraterna.
C.- La Caridad: “Así no disponemos a ser pueblo de Dios, viviendo en nuestras vidas el amor, de manera que podamos reflejarlo.” Cultivando el Amor Ágape. El creyente cristiano puede amar con amor ágape por ser recipiente del amor de Dios: “…porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5 ). Por eso la única forma de perfeccionar el amor es permaneciendo en Dios como nos indica 1 Juan 4:7-16: “Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nunca lo ha visto nadie. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y Su amor se perfecciona en nosotros. En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de Su Espíritu.”
2.- Los Medios donde se comparten la experiencia de Comunidad. Cuando se comunica se hace partícipe a los otros de alguna cosa, transmitir experiencias, conocimientos, emociones, opiniones, informaciones. Una persona comunica cuando comparte con otros lo que hay en ella. Pero cada ser humano se comunica de diferente manera. En la medida en que nos comunicamos crecemos en conocimiento de nosotros mismos y de los demás. Es por la comunicación como aprendemos a conocernos, y a conocer a Dios; Él se comunicó con los hombres revelándose a lo largo de toda la historia, de manera especial en su hijo, el Verbo hecho hombre.
Jesús encomienda a sus discípulos comunicar: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20)
La comunicación de Jesús es un signo de comunión porque además de transmitir la Buena Noticia con sentimiento, con verdad, con sabiduría, “se entrega Él mismo como Palabra viva
En toda Comunidad se comparten ciertas áreas esenciales para una vida cristiana auténtica.:
2 A- Las Áreas de Vida: Jesús tenía gran capacidad para adecuar su mensaje según cada persona y cada situación, un ejemplo de esta facilidad de adaptación son las parábolas. Mediante ellas explicaba lo esencial del reino de Dios de manera que todo tipo de personas podía comprender lo que quería transmitir, especialmente los más sencillos. Aunque tomaba elementos de la vida cotidiana, sin embargo, no se perdía lo esencial de su mensaje. Jesús sabía hablar de cosas tan profundas con un lenguaje muy sencillo, porque él mismo en primera persona vivía las costumbres y actividades de su época, las enseñanzas recibidas de sus padres.
Forma en que podemos comunicarnos :
a.-La Oración: “Bendice, nuestra vida de oración, nuestras relaciones personales, nuestras actividades cotidianas, y el servicio cristiano que prestamos.”
El propósito de la oración no es necesariamente decirle a Dios cómo queremos que Él haga las cosas. Más bien, es para comprenderlo mejor a Él y Sus caminos, poniéndonos en alineación con Su voluntad.
La iglesia primitiva se reunía regularmente para aprender la doctrina de los apóstoles, partir el pan y orar juntos (Hechos 2:42). Cuando oramos junto con otros creyentes, los efectos pueden ser muy positivos. La oración en grupo nos edifica y unifica mientras compartimos nuestra misma fe. El mismo Espíritu Santo que habita dentro de cada creyente hace que nuestros corazones se regocijen mientras oímos las alabanzas a nuestro Señor y Salvador, entrelazándolos juntos en un lazo único de compañerismo que no encontramos en ningún otro lugar en la vida.
Incluye todas aquellas prácticas de vida cristiana que fomentan el encuentro y la relación personal con el Señor, tales la oración personal, como la comunitaria, la lectura y meditación de la Palabra de Dios, los medios de vida espiritual que cada uno encuentre en su comunidad; el cuidado, o consejería espiritual que recibe, las convivencias, retiros, o cualquier otra actividad.
Oración Comunitaria:
La oración comunitaria sólo se alimenta adecuadamente de la oracion personal, los dos modos de rezar construyen la auténtica vida del cristiano. El primero prepara la unión; el segundo la realiza.
La oración comprende a la vez una dimensión comunitaria y una dimensión solitaria. La alternancia de convivencia y soledad es una exigencia de la naturaleza humana. La persona tendrá siempre necesidad tanto de vivir en común como de disponer de su tiempo. De ahí la conveniencia de cultivar las dos formas de oración: comunitaria y personal.
Históricamente la oración cristiana siempre tuvo mucho de comunitario. Los apóstoles oraban con el Maestro, y después de la Ascensión permanecieron unánimes en la oración con María. Puede decirse que la Iglesia nació de una comunidad orante. Los primeros cristianos se reconocían como Iglesia a medida que se encontraban para rezar juntos. De igual modo, cualquier grupo de hoy sólo puede considerarse cristiano en la medida en que la oración comunitaria sea una de sus características.
Oración y comunidad están muy ligadas: orar en grupo para hacer posible la comunidad. La comunidad es escuela de oración personal. La comunidad eclesial, constituida en el nombre del Señor, es la primera y la mejor escuela de oración. Porque ella misma, antes que nada, es una comunidad de oración, una comunidad contemplativa.
La comunidad hace oración. Y la comunidad sostiene la oración de cada miembro y la alimenta y enriquece. También recibe y hace suya la oración personal de todos los que la formamos, haciéndola verdaderamente oración de la comunidad
La oración comunitaria, parte de la promesa misma de Jesús: “Donde dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estaré Yo en medio de ellos…” (Mt 18, 20). Esta frase por sí misma ya sustenta la necesidad de orar en comunidad.
Desde las primitivas comunidades cristianas que aparecen en el libro de los Hechos de los Apóstoles, hasta nuestros días, la oración comunitaria ha sido el complemento de la oración personal y de la litúrgica.
Toda comunidad que ora tiene un animador indiscutible: el Espíritu Santo . Esto no impide, al contrario, que también sea necesario contar con «animadores» en los grupos.
Un buen animador o animadora de un grupo de oración será el creyentes que hayan hecho a nivel personal el descubrimiento de esta perla escondida que es la oración y que, además, tengan psicología y pedagogía suficientes para contagiarlas.
Características de la oración en grupo o comunitaria
Orar en grupo aporta muchas ventajas. En primer lugar, la presencia de los demás crea un clima favorable, además nos ayuda a sentirnos acompañados y nos mantiene en una idea de Dios que es Padre no solo para uno mismo.
La experiencia de oración comunitaria nos hace sentirnos amados, y es una forma directa de participar del amor de Dios.
De la misma manera que en la oración personal hay un diálogo amistoso entre Dios y cada uno de nosotros, esa relación también se produce. Sin embargo ahora, el interlocutor de Dios es un «nosotros». No basta con orar «junto a los otros» ni «por los otros», sino «al unísono» de los otros.
Pensad que para orar juntos hay que orar, no sólo desde una misma fe, sino también desde un vida compartida.
Ventajas de la oración comunitaria. Por qué orar en grupo.
Antes hemos comentado que orar en grupo tiene muchas ventajas, vamos a resumir las principales:
Estando juntos se produce un estímulo recíproco para crecer en una vida de oración.
Al compartir la experiencia de oración se aprende mutuamente, se descubren nuevas posibilidades.
El estimulo mutuo no solo es en el camino de oración, sino también hay un apoyo a quienes tienen dificultades particulares.
No todas las personas están siempre igual de animadas o son igual de extrovertidas, gracias a la presencia del grupo hay un fortalecimiento de aquellos más apagados o tímidos.
La comunicación en la oración pone de manifiesto desviaciones, carencias y lagunas de la oración. Es la forma en la que todos podemos ir corrigiéndonos.
En la oración comunitaria estamos motivados para mostrar nuestro mejor yo y por lo tanto esforzarnos en mejorar.
Participando confirmamos el camino que cada uno lleva personalmente.
Al orar en grupo, nuestra comunidad crecerá en todos los aspectos, en responsabilidad, solidaridad…
Otra consecuencia es que se refuerza la buena voluntad individual.
La oración comunitaria supone un testimonio público de amor fraternal y de espíritu comunitario.
Dificultades más frecuentes
La oración comunitaria también tiene una serie de dificultades que conviene conocer y observar para poder atajar:
- Falta de oración personal
- Individualismo
- Presunción
- Rutina e inconsistencia
Formas de orar en grupo . Métodos de oración participada y compartida :Todas las formas de oración se adecúan a la oración en grupo. Podemos destacar algunos tipos de oración. Una sesión de oración en grupo puede incluir varios de ellos.
Esta lista puede servir cómo ideas o temas para orar en grupo:
- Petición o intercesión: este tipo de oración puede tener tres respuestas de parte de Dios: Sí, No o más tarde.
Sucede que a veces pedimos cosas que no nos convienen y que no coinciden con lo que Dios desea para nosotros. “Pedís y no recibís, porque pedís mal”, nos advierte el Apóstol Santiago (St. 2,3). Y San Pablo también insiste en esta idea: “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rom.8,26).
Casi siempre pasamos por alto las palabras tan importantes del Padre Nuestro: “Hágase tu Voluntadasí en la tierra como en el Cielo”. Es por ello que el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que es necesario orar para poder conocer la Voluntad de Dios (#2736). “El Evangelio nos invita a conformar nuestra oración con el deseo del Espíritu” (#2756).
Por eso dice San Juan: “Estamos plenamente seguros: si le pedimos algo conforme a Su Voluntad, El nos escuchará” (1ª Jn.5,9). Y el mismo Señor nos dice: “Pedid y se os dará … vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan” (Mt.7,7-11). Pero para pedir “cosas buenas” es menester conocer la Voluntad de Dios. Es cierto que Jesús nos ha dicho: “Pedid y se os dará” (Mt.7,7 – Lc.11,9), pero también nos dijo: “Vuestro Padre sabe lo que necesitáis” (Lc.12,30). En todo caso, nuestra oración de petición debe siempre estar sujeta a la Voluntad de Dios: “No se haga mi voluntad, sino la Tuya” (Lc.22,42 – Mc.14,26).
- Acción de gracias: Dar gracias a Dios, por cada nuevo día es una práctica que ayuda a las personas a mantener una actitud positiva y a valorar las pequeñas cosas que de forma frecuente se pasan por alto. De forma frecuente, los teólogos mencionan que la importancia de dar gracias a Dios todos los días, radica en el impacto que tiene en la salud mental y emocional, pues varios estudios han demostrado que practicar la gratitud regularmente puede mejorar el estado de ánimo, reducir el estrés y aumentar la resiliencia ante los desafíos de la vida. Cabe hacer mención que la palabra Eucaristía viene del latín eucharistĭa, ‘acción de gracias.
- Oración contemplativa con la Palabra. La lectura proclamada en la oración se acoge en el interior, se mece. La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús. “Yo lo miro y él me mira”, decía, en tiempos de su santo cura, un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta atención a Él es renuncia a “mí”. Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. La oración contemplativa o de contemplación consiste en “hacerse presente” en la escena o el misterio que se contempla. Es tomar, por ejemplo, un pasaje evangélico y recrearlo en la mente metiéndose en él como protagonista (tomar el papel de uno de los personajes que aparecen como, por ejemplo, asumir la figura de Juan a los pies de la cruz de Cristo en Juan 19, 25-27) o destinatario (pensar que todo eso sucede por mí o para mí: Cristo nace para mí, muere por mis pecados, etc.). La forma de “meterse” es a través de los sentidos actuados en y con la imaginación: ver las personas que entran en la escena, oír lo que dicen o pueden decir, lo que comentan entre sí, mirar buscando centrar la atención en lo que hacen los personajes, participar, ayudar, etc. Lo que se hace no es recordar un hecho histórico de forma artificial, sino actualizar la historia de la salvación compuesta de eventos situados en la historia, pero con un alcance universal (Cristo cuando muere, muere por los pecados de todos los seres humanos de todos los tiempos y los redime; cuando nace, nace para todos los hombres de todas las edades de la historia; sus enseñanzas son también para siempre y para todos). Por ello, no se trata de ser mero espectador de todos los sucesos y enseñanzas que presenta el Evangelio, sino de actualizarlos trayéndolos al aquí y al ahora de nuestras vidas. Por eso es válido revivirlos en el corazón, recrear un diálogo con el Señor, escucharlo, actuar en las distintas situacio-nes que presenta la Escritura (por ejemplo, ser recibido en los brazos del Padre como el hijo pródigo o recibir a Cristo en casa como Marta y María). De todo ello se sacan enseñanzas muy válidas para la vida espiritual que ayudan a revisar a fondo la conciencia y a dialogar con más naturalidad con Cristo.
El centro de este tipo de oración está en la aplicación de los sentidos y de todas las facultades humanas que actúan a partir de ellos: la imaginación, el entendi-miento, la voluntad. Efectivamente, el contemplar los misterios y meter en ellos el oído, el gusto, la vista, hace más fácil el paso a los sentimientos (por ejemplo, el amor a Dios al ver cómo nos acoge y perdona, el deseo de seguir a Cristo al ver su compor-tamiento paciente y humilde en los sufrimientos de la pasión, el contento, el descon-tento, el rechazo, la confianza, la alegría, etc.), a la valoración y apropiación de las verdades de fe (por ejemplo, la maldad del pecado al ver lo que hace Cristo para borrarlo, la divinidad de Cristo al contemplar su resurrección o los milagros que realizaba, etc.) o a las resoluciones de la voluntad (por ejemplo, el deseo de no cometer ningún pecado para corresponder así a la amistad de Cristo que sufrió mucho por mí, el propósito de confesar los propios pecados al contemplar la misericordia que usó Jesucristo con la adúltera, la resolución de imitar el amor de Cristo en el perdón y la disculpa de las ofensas al contemplar el momento en que pronuncia la frase: “perdónalos porque no saben lo que hacen” o el servicio humilde a los demás cuando les lava los pies en la Última Cena). Esto es lo que hace más sencillo este tipo de oración, porque involucra a todo el ser humano. En otras formas de oración resulta más trabajoso meter todas las facultades humanas.
El dinamismo de este modo de oración es, por tanto, el siguiente: parte de la contemplación de un misterio o de un hecho de la vida del Señor, de la Santísima Virgen o de la Historia de la salvación (ver las personas, escuchar lo que dicen, considerar las acciones) y sus implicaciones para la propia vida, hasta llegar a los afectos y las mociones de la voluntad que engendran la decisión de la entrega, el seguimiento y la imitación. Al final se recogen los frutos de la contemplación, que son muchos y, seguramente, el más importante es que nos hace partícipes del misterio de Cristo(Cf Catecismo de la Iglesia Católica 2718).
Las palabras en la oración contemplativa no son discursos, sino ramillas que alimentan el fuego del amor. En este silencio, insoportable para el hombre “exterior”, el Padre nos da a conocer a su Verbo encar-nado, sufriente, muerto y resucitado, y el Espíritu filial nos hace partícipes de la oración de Jesús (Catecismo de la Iglesia Católica 2715 – 2717). Por sus características, la contemplación tiene que hacerse con tranquilidad, con el tiempo suficiente. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recomienda lo siguiente al respecto: “La elección del tiempo y de la duración de la oración de contemplación depende de una voluntad decidida, reveladora de los secretos del corazón. No se hace contemplación cuando se tiene tiempo, sino que se toma el tiempo de estar con el Señor con la firme decisión de no dejarlo y volverlo a tomar, cualesquiera que sean las pruebas y la sequedad del encuentro. No se puede meditar en todo momento, pero sí se puede entrar siempre en contemplación, independiente-mente de las condiciones de salud, trabajo o afectividad. El corazón es el lugar de la búsqueda y del encuentro, en la pobreza y en la fe” (Catecismo de la Iglesia Católica 2710).
Otro elemento que beneficia la oración contemplativa es el silencio. Toda oración requiere concentración, es decir, una atención lo más completa posible a lo que se está contemplando. Para ello, hay que olvidarse de todo lo demás y buscar un ambiente adecuado que no ofrezca estímulos que distraigan nuestra atención del diálogo con Dios. Vale la pena abandonar momentáneamente muchas cosas para meterse a fondo en la oración y después salir de ella enriquecidos. - Meditación. La meditación es una búsqueda orante, que hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción, el deseo. Tiene por objeto la apropiación creyente de la realidad considerada, que es confrontada con la realidad de nuestra vida (el Catecismo de la Iglesia Católica la explica con más amplitud en los números 2705 – 2708).
- Oración de eco o resonancia. Partimos de una lectura de la cual escogemos algún versículo. Redactamos una pequeña petición o reflexión con la frase.
- Ante un acontecimiento. Oración de inteligencia. Llevar un acontecimiento de la vida a la oración del grupo, como los apóstoles en el libro de los Hechos 4, 23-31: “Al ser puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Ellos, al oírlo, alzaron unánimes la voz a Dios y dijeron: “Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay”. Después de haber sido liberados de la custodia del Sanedrín, los apóstoles no salieron para organizar un comité revolucionario para derrocarlos. Ni siquiera intentaron levantar una manifestación popular. Los apóstoles encontraron ánimo en dos cosas: Primero, la soberanía de Dios, el hecho de que Dios se reserva el derecho de controlar los acontecimientos humanos
- . La primera palabra en esta oración reconoce este hecho: “Soberano Señor”. Dios sujeta el mundo en la palma de Su mano y está íntimamente involucrado en cada acontecimiento humano. Encontraron gran consuelo en eso, pero veo que muchos cristianos lo han olvidado. Estos discípulos abiertamente reconocen que Dios hasta había predicho la misma oposición a la que se enfrentaban. Más tarde citaron el segundo salmo como apoyo de ello. Claramente habían estado haciendo lo que los cristianos deben hacer bajo presión. Habían ido a las Escrituras. Habían encontrado en el salmo la predicción de la oposición actual con la que se estaban enfrentando. La segunda cosa que vieron fue lo que podemos llamar el misterio de la historia. Lo puedes ver en el versículo 28, cuando dicen del Sanedrín: “para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera”. ¡En otras palabras, el Dios de la historia utiliza cada oposición para llevar a cabo Sus propósitos! Eso es lo que vieron. Dios obró mediante la libre voluntad del hombre. Esta gente se opuso al plan de Dios. Intentaron impedir los propósitos de Dios. Intentaron descarrilar Su programa. Pero Dios opera de una forma tan maravillosa que utiliza incluso esta oposición para llevar a cabo Su voluntad. Esa es la historia de la cruz y de la resurrección de Jesús. Ese principio es con lo que contaron estos cristianos. Reconocieron el principio que estaba obrando en los asuntos humanos, que es la fuerza más poderosa que el hombre conoce.
Canción
https://youtu.be/QkGGnqkj0xo?si=xRB1P_
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.