- Ex 24, 3-8
- Sal 115
- Heb 9, 11-15
- Mc 14, 12-16. 22-26
La solemnidad del Corpus Christi surge en el mundo medieval cristiano con la intención de subrayar la singular presencia de Jesucristo en las especies del pan y del vino en la eucaristía. Una presencia que Trento definirá después como “verdadera, real y sustancial”. Una presencia que es siempre sacramental, pues acontece en los signos.
La eucaristía es una síntesis de la vida de Jesucristo: una entrega (servicio) radical al banquete salvador del reino. Por tanto, la presencia de Cristo en la misa no se reduce al pan y al vino, sino que acontece en el conjunto de la celebración en la que se actualiza, junto a esa presencia, todo lo que Cristo significa y, por eso, su donación salvadora a favor de los que ha convocado en la mesa de la salvación.
En consecuencia, Jesucristo no irrumpe en la misa como si estuviera ausente. La presencia de Cristo en la eucaristía está garantizada por la Palabra y por el Espíritu Santo desde su mismo inicio.
Luego, la presencia se va intensificando, pues Cristo está presente en la persona del ministro presidente y en la Palabra que se proclama. Finalmente, esta presencia se radicaliza, siempre gracias al Espíritu, en las especies depositadas en el altar, cuando la Iglesia hace memoria actualizadora de la historia de la salvación protagonizada por Cristo (recitación de la plegaria eucarística que incluye el relato de la institución). En esta dinámica, el Señor hace suyos el pan y el vino para “presencializarse” ante los suyos de un modo singular y único: como verdadero alimento de vida eterna.
Esta presencia, además, tiene una finalidad: lograr la comunión salvífica de Cristo con los fieles, miembros de la comunidad eclesial; y esto, a su vez, con la intención de que los fieles, al recibir al Señor bajo las especies de pan y vino, se transformen en quien reciben que, en realidad, es su verdad más profunda, tanto en el plano personal (el bautizado = otro Cristo), como en el eclesial (la Iglesia = Cuerpo de Cristo).
El Papa Francisco nos invita a que “la Eucaristía «nos levanta de nuestro cómodo sedentarismo y nos recuerda que no somos solamente bocas que alimentar, sino también sus manos para alimentar a nuestro prójimo. Es urgente que ahora nos hagamos cargo de los que tienen hambre de comida y de dignidad, de los que no tienen trabajo y luchan por salir adelante. Y hacerlo de manera concreta, como concreto es el Pan que Jesús nos da. Hace falta una cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad. Jesús en la Eucaristía se hace cercano a nosotros, ¡no dejemos solos a quienes están cerca nuestro!», animaba el pontífice.”
La primera lectura, relata la ratificación de la primera alianza en el escenario de un rito solemne. Dios ha establecido un pacto con el pueblo de Israel en el Sinaí, que es comunicado al pueblo por Moisés. El pueblo acepta ante Dios las condiciones (“haremos todo lo que ha dicho el Señor y le obedeceremos”). Luego, un sacrificio de comunión ratifica la alianza. Por eso, se sacrifican unos novillos y con su sangre se rocía al pueblo, acompañando el gesto de estas palabras: “esta es la sangre de la alianza que el Señor ha concertado con vosotros”. En este contexto, no se puede olvidar que la fiesta de la pascua es clave para actualizar tanto la alianza del Sinaí como las cláusulas de la ley que lleva asociada.
Con el Salmo, le decimos al Señor que cumpliremos las promesas, para ello pido al Señor la Gracia para cumplir con ello y ese compromiso no sea solo de palabra sino sea un compromiso de vida real, para ello “levantaré la copa de la salvación e invocaré su nombre”.
La segunda lectura de la carta a los Hebreos (9, 11-15) supone un tránsito desde la primera a la nueva alianza de la mano de Jesucristo. Este paso es fundamental para entender la obra salvadora del Hijo de Dios y, desde luego, para comprender el significado de la eucaristía.
Este hecho, en verdad, supone algo nuevo dentro de la continuidad que, por eso mismo, conlleva: a) una alianza nueva (la promesa de una herencia eterna); b) un nuevo mediador (Jesucristo, el mediador de la alianza nueva) y sacerdote (Jesucristo, Sumo sacerdote); c) una víctima nueva (no se trata de animales sino de la entrega personal de Jesucristo) y, finalmente, d) una ratificación de la nueva alianza en la sangre del que es mediador-sacerdote y víctima al mismo tiempo.
Esta transición de lo antiguo a lo nuevo es central en la economía salvífica. A partir de lo antiguo viene lo nuevo. Con todo, es lo nuevo (Jesucristo) lo que da sentido a todo el proceso.
En esta dinámica hemos de entender el Evangelio de Marcos. Comer a Jesús que es pan es hacerse uno con él, dejar que su vida corra por nuestras venas; dejarle que ore en nosotros; amar y consolar con nuestro corazón y nuestras manos; ir por los mismos caminos por donde él gustaba meterse; mirar con sus ojos limpios a los hombres; experimentar con él que las cosas no dan la felicidad y que los pobres y despojados por amor estarán más cerca de Dios y de los hombres.
Esto es comulgar. Ofrecernos a él. Pero contar también con su ayuda, porque sin mí no podéis hacer nada.
Textos Consultados:
- Folleto La Misa de Cada Día
- Libro Busco Tu Rostro Señor. Autor Carlos G. Vallés
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2024/06/02/eucaristia/
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/pautas/
- https://www.ciudadredonda.org/events/comentario-al-evangelio-domingo-2-de-junio-de-2024/
- https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2024-05/papa-eucaristia-respuesta-dios-hambre-corazon-humano.html
Para este día recomiendo estudiar este texto del Cardenal Rainiero Cantalamessa.
El cardenal Cantalamessa reflexiona sobre la Plegaria eucarística
Palabra de Vida Mes de junio “El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o que se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo” (Marcos 4, 26 – 27)
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Junio 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.