- Deut 4, 32-34. 39-40
- Sal 32
- Rom 8, 14-17
- Mt 18, 16-20
Hoy que celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, la liturgia nos invita a reflexionar en la iniciativa, cercanía y grandeza del Amor de Dios, que nos ha rescatado de la muerte por la acción misericordiosa de su Hijo Jesucristo y sigue hoy animándonos por la fuerza del Espíritu Santo, para guiarnos en la misión de testimoniar Su Amor en el mundo.
Afirma el Papa Francisco que “la Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro” por lo que invitó a “testimoniar en la vida el misterio de Dios-Amor”. No somos islas, estamos en el mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás”, señaló.
El texto de la primera lectura, nos habla del Dios cercano de Israel, del que ha elegido a este pueblo, sin méritos, sin cultura, sin pretensiones, para que haga presente su proyecto de salvación y liberación sobre la humanidad.
El Dios que hace escuchar su voz en medio de signos y prodigios, según expresiones bíblicas, es un Dios histórico, no se queda en el arcano, porque es en la historia donde se encuentra con nosotros. El conjunto tiene un acento de condición apasionada
En la carta de Pablo a los Romanos, se nos asoma a una realidad divina de nuestra existencia. Decimos divina, porque el Apóstol habla de ser «hijos de Dios». Pero sentirse hijos de Dios es una experiencia del Espíritu. Es verdad que nadie deja de ser hijo de Dios por el hecho de alejarse de El o a causa de vivir según los criterios de este mundo. Pero en lo que se refiere a las experiencias de salvación y felicidad no es lo mismo tener un nombre que no signifique nada en el decurso del tiempo, a que sintamos ese tipo de experiencia fontal de nuestra vida. Y por ello el Espíritu, que es el «alma» del Dios trinitario, nos busca, nos llama, nos conduce a Dios para reconocerlo como Padre (Abba), como un niño perdido en la noche de su existencia, y a sentirnos coherederos del Hijo, Jesucristo. Por ello, el misterio del Dios trinitario es una forma de hablar sobre la riqueza del mismo, que es garantía de que Dios, como Padre, como Hijo y como Espíritu nos considera(n) a nosotros como algo suyo.
En el pasaje del evangelio que acabamos de escuchar, podemos ver como a los Discípulos les costó sintonizar con ese espíritu de Dios. Al ver a Jesús, algunos vacilaban. Pero a todos el Señor les dice que tienen una misión, la misión de continuar su obra. Y esa misión se debe concretar en una serie de acciones, con el poder en el cielo y en la tierra del mismo Jesús. La petición de Jesús es especial. “Id”, es la primera parte. El Papa Francisco nos habla a menudo de la Iglesia en salida. No hace falta esperar a que los demás vengan a nosotros. Somos nosotros los que debemos ponernos en marcha. Movidos por el Espíritu de Dios, hay que hablar del amor que Él nos tiene. Para que todos sepan que son hijos del mismo Dios.
El segundo momento es “haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El Bautismo es la forma que tenemos de incorporarnos a la vida de Dios, de participar en la relación de amor el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Es la manera de sentirnos felices.
Y, por fin, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Obra de misericordia sigue siendo enseñar al que no sabe. Aquí, se trata de cumplir primero con lo que Dios nos pide, para que, predicando con el ejemplo y con las palabras, seamos testigos de la nueva vida del Reino.
Hay un guía interior para poder llevar a cabo esa tarea: el Espíritu de Dios. Cuando nos sentimos débiles, cuando no entendemos, Él nos lleva a la verdad plena. Para eso ha sido derramado en nuestros corazones, para que sepamos mirar a Jesús y ver al Padre; para que sepamos acercarnos con confianza a nuestro Abba.
Éste es nuestro Dios, y esto es lo que nos pide. Un Dios discreto, que no se impone; un Dios que da señales de vida, para que lo encuentre el que lo busca, y que se manifiesta en Jesús. En este Dios creemos, al que confiamos nuestra vida, y el que vamos a confesar en breve.
El salmo nos recuerda que es dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Nosotros somos esa heredad. Nosotros somos dichosos. Que no se nos olvide, pues, ser felices.
Gloria al Paadre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Textos Consultados:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/
- https://www.ciudadredonda.org/events/comentario-al-evangelio-de-la-santisima-trinidad-26-de-mayo-de-2024/
Palabra de Vida Mes de Mayo 2024. “Quien no ama, no ha conocido a Dios porque Dios es Amor.” 1Jn 4, 8
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.