https://youtu.be/zESDWdHgqDk?si=Hy2R4KMSYvQP8rzG
- 1 Sam 4, 1-11
- Sal 43
- Mc 1, 40-45
Hoy la reflexión de la liturgia nos tendría que hacer pensar en cómo, muchas veces y en muy diversas circunstancias, utilizamos a Dios exclusivamente para nuestros intereses, pero nuestro corazón está muy alejado de Él. No se puede afirmar que creemos en Dios, pero vivimos y actuamos como si no existiera.
En el texto de la primera lectura, nos dice como los israelitas, se preguntan: “Por qué el Señor nos ha hecho sufrir hoy una derrota a manos de los filisteos”. Esta pregunta que se hacen, entre desilusionados, abatidos…quizá escandalizados los hebreos ante la severa derrota infligida hasta en dos veces por los filisteos,
Así se nos presenta la realidad del pueblo que ha convertido a Dios en un “talismán”; de aquellos que piensan que por el simple hecho de ser parte del pueblo “elegido”, pueden vivir al margen de la ley y reclamar a Dios su protección y auxilio.
Dios, en esta batalla les hace ver que se han equivocado y que su elección los debe llevar no sólo a honrarlo como Dios (a través del Arca) sino, y más importante aún, a vivir de acuerdo a lo que él mismo les ha pedido (la Ley y la Alianza).
Este pasaje tendría mucha resonancia en nuestro mundo moderno en el que nos encontramos con hermanos que, habiendo sido bautizados (parte del pueblo elegido), asisten los domingos a misa, pero viven de una manera contraria al Evangelio; hermanos que piensan que por el hecho de portar una cruz en el pecho están protegidos de todos los peligros, convirtiendo este signo de salvación en un mero amuleto mágico.
Esta es una llamada de atención en el sentido de que tener en cuenta Dios en mi vida no consiste en utilizar su nombre o alguno de sus signos sagrados a modo de amuleto. No pocas veces a los católicos nos acusan de ser unos idólatras por venerar imágenes santas y parecer que, en el fondo, las adoramos cuando son hechuras humanas. En nuestra religiosidad popular, la devoción a una determinada advocación cristífera o mariana, plasmada en una imagen, lleva a muchas personas del sentimiento a la fe y cambio de vida y también a la integración en la comunidad cristiana a través de las hermandades, pero hay que reconocer que no son pocos los testimonios que contradicen devoción y verdadera fe.
El asistir regularmente a misa, y el usar objetos religiosos deben ser un signo de la pertenencia a Cristo, pertenencia que nos debe llevar a vivir de una manera diferente centrada en el amor y de acuerdo al Evangelio.
El Evangelio nos presenta una vez más a uno de esos hombres que se acercó a Jesús para que le curase. Como los demás, reconoció en Cristo al Salvador. Pasó por su vida y creyó en él como en él único que podía remediar sus males.
La lepra era una enfermedad mortal en la época de Jesús, un mal que te consumía por dentro y por fuera, que te discriminaba social y religiosamente porque se pensaba seriamente que era un castigo de Dios por pecados presentes o anteriores. Pero el leproso es un hombre de fe profunda y reconoce a Dios en Jesús y no en sus representantes judíos.
La lepra, hoy en día, es también una enfermedad existencial muy extendida. Hay dos manifestaciones: la del que ciertamente se siente invadido por ese mal contagioso que es el egoísmo, que corrompe el amor primero con que Dios nos crea y sufre por ello y la del, sin culpa alguna, arrastra la miseria y la maldad que otros le han colocado con su discriminación inmisericorde. Unos y otros necesitan la curación de Jesús que, continuamente, pasa junto a ellos y espera esa llamada desde el corazón.
Ojalá que nuestra conversión la pidamos con la misma fe y confianza con que el leproso se presentó ante Jesús!: «Puesto de rodillas, le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme’». Tenemos que pedir insistentemente al Señor que nos cure de nuestra falta de fe que tantas veces nos nubla la vida y su sentido, conduciéndonos a las leproserías existenciales donde crece no el amor sino la muerte, pero también que nos limpie los ojos del corazón para ser capaces de ver más allá de la enfermedad el sufrimiento injusto del hermano y actuar en consecuencia.
Él es el único que puede hacer posible aquello que por nosotros mismos resultaría imposible. Dejemos que Dios actúe con su gracia en nosotros para que nuestro corazón sea purificado y, dócil a su acción, llegue a ser cada día más un corazón a imagen y semejanza del corazón de Jesús. Él, con confianza, nos dice: «Quiero; queda limpio».
Afirma el Papa Francisco: “La compasión de Jesús. Ese padecer con que lo acercaba a cada persona que sufre. Jesús, se da completamente, se involucra en el dolor y la necesidad de la gente… simplemente, porque Él sabe y quiere padecer con, porque tiene un corazón que no se avergüenza de tener compasión.”
Con el Salmista digámosle al Señor: “Redímenos, Señor, por tu Misericordia.”
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=11-01-2024
- https://es.catholic.net/op/articulos/12301/cat/337/senor-si-quieres-puedes-limpiarme.html#modal
Palabra de Vida Mes de Enero 2024. Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10, 27) https://www.focolare.org/conosur/news/2023/12/31/palabra-de-vida-enero-2024/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.