https://youtu.be/WppRmQ_yd5A?si=ioi2LQO6Z6CPG9jP
- 1 Jn 2, 29-3, 6
- Sal 97
- Jn 1, 29-34
Estamos en Navidad, nos invade la sorpresa y realidad del Dios bajando a nuestro lado y siendo para nosotros. Con su Presencia viva y real la Iglesia sigue enseñándonos la clave de la Salvación: “que somos hijos de Dios”. “Él nos ha elegido para que seamos santos”. Hoy en la liturgia vemos que Jesús, es el Camino, el Dios-con-nosotros el que da cauce a nuestra Salvación y Alegría, el que recibe al Espíritu para Bautizarnos en Él. Por todo esto la Navidad conlleva el gozo inmenso de sabernos salvados por el Cordero de Dios que nos redime, transformando nuestro corazón y haciéndonos criaturas nuevas que con esperanza, procuramos ser santos y permanecer en El, y San Juan, que sabe por experiencia “el Amor que Dios nos tiene” expone la clave de nuestra santidad: “Él es justo” y el camino que nos ofrece, es unirnos a Dios, porque “se ha manifestado y así seremos semejantes a Él”.
La afirmación rotunda del Apóstol San Juan en la primera lectura: “el que permanece el Espíritu ya no peca más” es un una confesión de fe muy profunda. Quizá nosotros en la vida ordinaria podamos tener experiencia de esto. Cuando Dios lleva las riendas de nuestra vida, cuando el Espíritu Santo es quien conduce nuestro obrar cotidiano, experimentamos una alegría y una plenitud que nos aleja del pecado. Lo podríamos formular más coloquialmente así: “si eres feliz, no pecas “. Es esta una realidad de la que se puede tener experiencia y que conlleva una alegría enorme. No es la alegría del que hace el bien es la alegría del que vive en el Espíritu. No es la alegría del que cumple los mandamientos y normas, es la alegría del que vive en el amor que supera con creces toda la ley. ¿Cuál es, nos preguntamos una vez más, el elemento diferenciador? La respuesta es clara: “el Espíritu Santo”, nuestra mayor o menor apertura y nuestra obediencia a su acción en nosotros.
También afirma el Apostol Juan: “Todo el que practica la santidad ha nacido de Dios”. En Jesús, Dios se acerca al hombre para santificarlo, para consagrarlo, para tomarlo en posesión, sin embargo, dicha santidad supone una similitud con Él; acercarnos a Jesús, es ir a la fuente del amor y santidad y por tanto, debemos vivir del mismo modo que él vivió: en total docilidad, obediencia y amor al Padre.
Más aún, cuando nos acercamos a Dios, ya no lo hacemos como un fiel o como una persona religiosa, sino como hijos, puesto que en Jesús los seres humanos hemos sido transformados en hijos de Dios y, esto no es algo que digamos nosotros, sino que es algo que Jesús nos ha revelado: realmente somos hijos de Dios.
Y nuestro Padre espera que nosotros vivamos como hijos suyos y, para ello, nos ha puesto como modelo a su propio Hijo, quien no cometió pecado porque obedeció como Hijo y sirvió a los demás como hermanos. En eso consiste el «no pecar», vivir como hijos del Padre y hermanos de nuestro prójimo.
Hoy, san Juan Bautista da testimonio sobre el Bautismo de Jesús. El Papa Francisco recordaba que «el Bautismo es el sacramento en el cual se funda nuestra fe misma, que nos injerta como miembros vivos en Cristo y en su Iglesia»; y agregaba: «No es una formalidad. Es un acto que toca en profundidad nuestra existencia. Un niño bautizado o un niño no bautizado no es lo mismo. No es lo mismo una persona bautizada o una persona no bautizada. Nosotros, con el Bautismo, somos inmersos en esa fuente inagotable de vida que es la muerte de Jesús, el más grande acto de amor de toda la historia; y gracias a este amor podemos vivir una vida nueva, no ya en poder del mal, del pecado y de la muerte, sino en la comunión con Dios y con los hermanos».
El Bautista nos dice que él reconoció quién era el que bautizaría con Espíritu Santo, porque aquel que le mandó a él bautizar con agua le dio esa señal: “aquel sobre quien veas posarse el Espíritu Santo·, aquel en quien permanezca. Por eso, da testimonio y sabe que Jesús es el Hijo de Dios, el que ha recibido el Espíritu Santo en plenitud. Por tanto, el signo de la filiación es el Espíritu Santo que posee plena y personalmente Jesús. Él será por consiguiente el que lo dé a los hombres y a eso se refiere Jesús cuando menciona su bautismo, que como bien sabemos, no es solo el que recibió en el Jordán de manos de Juan, sino sobre todo su pasión, su muerte y su resurrección. Efectivamente, en el misterio pascual Jesús llevado a plenitud en el Espíritu Santo, perfeccionado en el sufrimiento y vencedor del pecado y de la muerte se convierte desde su ascensión al cielo en aquel que da el Espíritu a la Iglesia. Ahora los cristianos somos los que hemos recibido este Espíritu y por eso somos hijos de Dios.
Una vida cristiana sin Espíritu Santo no es una vida cristiana. Esto puede parecer una obviedad, pero la realidad nos dice que hay muchas personas que se dicen creyentes y no tienen ninguna conciencia de la acción o del poder del Espíritu Santo en su vida. Nunca han sentido que el Espíritu Santo les diera fuerza o sabiduría para llevar a cabo la voluntad de Dios en su vida. Así que, aunque no lo digan, esos cristianos en realidad se atribuyen a sí mismos, a su propia fuerza y capacidad los méritos de sus actos y la bondad de sus obras. Se comprende por tanto que en seguida se derrumben cuando las fuerzas flojean o las capacidades topan con sus propias límites.
Así en plena Navidad, cuando Dios se nos manifiesta Niño pequeño, como yo, y a la vez te transmite la cercanía del Dios Poderoso, surge el paso siguiente: el Cordero de Dios. La cuestión va muy deprisa, porque ya no se puede parar el Encuentro que arrolla y embelesa y sigue mostrándose Cordero, el más manso y más entregado, el que se pone como mediador y asimila nuestras dolencias y carencias y las lleva sobre Él al matadero. Es el Camino, el Dios-con-nosotros el que da cauce a nuestra Salvación y Alegría, el que recibe al Espíritu para Bautizarnos en Él. Por todo esto la Navidad conlleva el gozo inmenso de sabernos salvados. Por todo esto reflejamos la Luz, la celebración, la familiaridad… haciendo el hogar para el Niño, el Cordero de Dios.
Y como Juan, demos testimonio, porque nuestras gentes tienen ansia de Dios y Él se ha acercado manso, humilde y Salvador; nos toca traducir esta realidad en la propia vida, siendo testigos, como Juan el Precursor.
Pidámosle al Señor que se dejó conducir por el Espíritu hasta el final y por eso permaneció siempre unido al Padre, obediente hasta la muerte y amó siempre a los hombres, hasta el extremo de dar la vida por ellos; que también nosotros nos dejemos conducir por ese mismo Espíritu, su Espíritu, el Espíritu de victoria, que él ha querido derramar sobre su Iglesia para que vivamos una vida de hijos amados de Dios.
Fuentes;
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2024/01/03/vida-espiritual/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=03-01-2024
- https://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
Palabra de Vida Mes de Enero 2024. Amarás al Señor, tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10, 27) https://www.focolare.org/conosur/news/2023/12/31/palabra-de-vida-enero-2024/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Enero 2024.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.