- Joel 2, 12-18; o bien Rom 6, 2-14
- Sal 50
- Lc 7, 36, 50
Hoy que celebramos la última de las Témporas, las Penitenciales, la liturgia tiene como eje central el perdón de los pecados por parte de Dios, pero para ello se hace necesario que entendamos que la conversión y la reconciliación no son frutos de nuestro esfuerzo personal, sino Gracia del Amor de Dios.
En la primera lectura Joel habla de prácticas de penitencia, pero tiene claro lo único importante: “rasgad el corazón, no las vestiduras”, pues Dios actúa en lo profundo del corazón.
En los días de Joel, el voluble pueblo de Israel tenía una historia de actuar de una manera, pero siendo de otra. Por sus pecados, los profetas de Dios proclamaron que Dios traería juicio sobre ellos. Joel fue uno de esos profetas. Sin embargo, todavía había tiempo para el arrepentimiento. Haciendo referencia a esta costumbre, Joel enfatizó que tenía que ser el corazón de la gente el que cambiara, no solo su apariencia exterior.
El corazón es lo que Dios desea del hombre. Es del corazón de donde vienen las cosas buenas o malas. Jesús dijo: “El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas” (Mateo 12:35). Si entregamos nuestro corazón a Dios, entonces cosas buenas saldrán de nuestra vida. ¡Sí, Dios quiere nuestro corazón!
La única pregunta que debemos responder es, “¿Se lo daremos”? Como era la gente de los días de Joel, así también son muchos hoy. Dios les pide que se arrepientan, pero el llamado queda sin respuesta. ¿Qué hay de nosotros? ¿Le daremos nuestro corazón a Dios para que Él haga de él lo que Él quiera? ¿Nos arrodillaremos, con humildad y humildad, ante el Padre de todos los hombres y le daremos lo que le corresponde? “Rasgad vuestros corazones y no vuestros vestidos” significa que debemos mirar hacia adentro para hacer cambios antes de que lo que hacemos en el exterior sea visto como un ejercicio legítimo para servir. ¿Nuestros corazones están desgarrados?
En el texto a los Romanos, a manera de contexto, recordemos que los creyentes estaban tratando de vivir de una manera piadosa en una cultura sin Dios. Mientras Pablo escribe estas palabras, les está instruyendo cómo poner un pie delante del otro, casi como si dieran pasos de bebé, mientras comenzaban a buscar la santidad personal y caminar por el camino angosto que conduce a la vida.
El salmo, la Biblia de Jerusalén le pone el título de Miserere, palabra con la que comienza el texto latino (Misericordia). El salmista, consciente de su culpabilidad, apela a la benignidad divina. Alude a la pecaminosidad inherente al hecho de ser fruto de un acto carnal, que en la mentalidad hebrea implicaba una impureza ritual.
Sin embargo, si el hombre confiesa su pecado, la justicia salvífica de Dios está dispuesta a purificarlo radicalmente. En efecto, a través de la confesión de las culpas se le abre al orante el horizonte de luz en el que Dios se mueve. El Señor no actúa sólo eliminando el pecado, sino que vuelve a crear la humanidad pecadora a través de su Espíritu vivificante: infunde en el hombre un «corazón» nuevo y puro, es decir, una conciencia renovada, y le abre la posibilidad de una fe límpida y de un culto agradable a Dios.
El Evangelio que hemos escuchado, nos explica el Papa Francisco, “ nos abre un camino de esperanza y de consuelo. Es bueno percibir sobre nosotros la mirada compasiva de Jesús, así como la percibió la mujer pecadora en la casa del fariseo. En este pasaje vuelven con insistencia dos palabras: amor y juicio.
Está el amor de la mujer pecadora que se humilla ante el Señor; pero antes aún está el amor misericordioso de Jesús por ella, que la impulsa a acercarse. Su llanto de arrepentimiento y de alegría lava los pies del Maestro, y sus cabellos los secan con gratitud; los besos son expresión de su afecto puro; y el ungüento perfumado que derrama abundantemente atestigua lo valioso que es Él ante sus ojos.
Cada gesto de esta mujer habla de amor y expresa su deseo de tener una certeza indestructible en su vida: la de haber sido perdonada. ¡Esta es una certeza hermosísima! Y Jesús le da esta certeza: acogiéndola le demuestra el amor de Dios por ella, precisamente por ella, una pecadora pública. El amor y el perdón son simultáneos: Dios le perdona mucho, le perdona todo, porque «ha amado mucho»; y ella adora a Jesús porque percibe que en Él hay misericordia y no condena. Siente que Jesús la comprende con amor, a ella, que es una pecadora. Gracias a Jesús, Dios carga sobre sí sus muchos pecados, ya no los recuerda. Porque también esto es verdad: cuando Dios perdona, olvida. ¡Es grande el perdón de Dios! Para ella ahora comienza un nuevo período; renace en el amor a una vida nueva.”
”Que la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la Comunión del Espíritu Santo, estén siempre con ustedes”. Ef 13, 13
- Folleto la Misa de Cada Día
- https://es.catholic.net/op/articulos/6279/cat/331/tu-fe-te-ha-salvado-vete-en-paz.html#modal
- https://www.franciscanos.org/oracion/salmo050.htm
- https://www.biblia.work/blog/rasgad-vuestros-corazones-y-no-vuestros-vestidos-sermon-sobre-el-arrepentimiento-lecciones-biblicas/
- https://sermons.logos.com/sermons/944174-vivir-en-santidad-en-un-mundo-infernal-romanos-6:12-14#
Palabra de Vida Mes de Diciembre 2023
““Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús” (Primera Carta a los Tesalonicenses, 5, 16-18) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Diciembre 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.