Tenemos ya casi medio año de estar formándonos para responder a ese llamado que el Señor nos hizo de ser Betanias y así dejarnos amar, amarlo sobre todas las cosas y hacerlo amar y creo que el tema de la semana pasada la Relación con Dios, nos va marcando la ruta para realizar esta misión.
En la reunión pasada, decíamos que El Salmo 1 describe a una persona en buena relación con Dios al compararla con un árbol plantado junto corrientes de agua, el cual por estar conectado con el agua que es la vida del árbol, da fruto en su tiempo y su hoja no cae.
El agua es la vida del árbol, y para que este permanezca vivo, fresco, frondoso, alegre y fructífero, siempre debe estar conectado al agua o regado por esta.
Es por eso que hoy vamos a reflexionar sobre la alegría, pues fuimos creados para la alegría.
A continuación les presento algunas citas bíblicas que nos hablan de ello:
Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!
Este es el día en que el Señor actuó;
regocijémonos y alegrémonos en él.
Me has dado a conocer la senda de la vida;
me llenarás de alegría en tu presencia,
y de dicha eterna a tu derecha.
Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa.
Gran remedio es el corazón alegre,
pero el ánimo decaído seca los huesos.
Comencemos diciendo que la alegría puede ser descripta como uno de los sentimientos más nobles y únicos del ser humano. La alegría tiene que ver directamente con la felicidad y actúa como una sensación de satisfacción frente a una situación específica o circunstancial como también frente a una coyuntura de larga data. La alegría se manifiesta en el cuerpo, en los gestos de la cara, en la salud y en el estado anímico y es considerada por tanto uno de los elementos más importantes a los que todo ser humano debería acceder para llevar una buena calidad de vida.
La alegría se describe como una sensación de felicidad que puede estar causada por múltiples elementos así como también por algo bien específico y concreto. A veces pueden ser los causantes de la alegría las cosas o fenómenos más simples pero también situaciones complejas como la recuperación de una enfermedad o recibir una buena noticia. En todos los casos la alegría se representa claramente y de modo incontenible en el cuerpo y la cara de la persona que la siente: la sonrisa, los ojos iluminados, los gestos amigables y todo un conjunto de posturas o actitudes corporales suman a esta sensación que se extiende rápidamente por todo el cuerpo.
La alegría no nos asegura la felicidad eterna ni mucho menos, pero sí puede influir fácilmente en el hecho de que disfrutemos más y mejor cada instante de la vida.
Qué tipos de alegría existen?
A pesar de que es desconocido por muchas personas, existen diferentes tipos de alegría y no todas ellas son positivas:
- Alegría simulada. Es la que se muestra de manera intencionada sin que exista nada que la genere. Dentro de este tipo de alegría se encontraría la cínica, que es aquella que se genera para evitar dar otro tipo de respuesta. Por ejemplo, cuando alguien nos pregunta algo que no queremos responder, nos reímos para evitar tener que dar otro tipo de respuesta.
- Alegría maligna. Cuando nos reímos de la desgracia ajena. Las personas que la experimentan se sienten alegres porque a otras personas no les va bien en la vida o porque han cometido algún error. Por ejemplo, un niño en clase dice mal la lección y sus compañeros se sienten alegres por ello.
- Alegría patológica. La alegría, como el resto de emociones, en grandes cantidades también puede ser peligrosa. Una persona que se está siempre riendo o que siempre está feliz puede perder el control de la situación y dejar de ser objetiva. Puede ser peligrosa y poner en riesgo nuestra salud mental. Por ejemplo, la alegría patológica se puede producir en el transcurso de un episodio maníaco. Se trata, por lo tanto, de un estado de hiperactivación desproporcionado.
- Alegría verdadera. Es aquella que se genera de forma natural y espontánea en la persona después de un acontecimiento placentero.
- Alegría hilarante. Se trata del tipo de alegría que se experimenta, por ejemplo, cuando nos cuentan un chiste, es decir, es la respuesta a situaciones espontáneas que nos resultan graciosas. Tanto la alegría verdadera como la hilarante, según diversos estudios, tienen muchos beneficios tanto para la salud mental como para la salud física. A continuación, comentaremos los más importantes:
- Disminuye el estrés. Estar alegres nos ayudará a no estresarnos tanto. Está comprobado que reírnos hace que se segreguen hormonas encargadas de reducir el estrés (por ejemplo, adrenalina o endorfinas).
- Mayor autoestima. Estar felices nos ayudará a tener mejor opinión sobre nosotros mismos y a tener la fuerza necesaria para afrontar los problemas.
- Mayor fortaleza. Las personas alegres muestran mayor fortaleza y ganas a la hora de tener que hacerles frente a los problemas, se sienten llenos de energía.
- Mejor rendimiento. Si estamos alegres rendiremos mejor tanto a nivel académico como laboral. Existen muchos programas de motivación que tienen como objetivo alegrar a los trabajadores porque está comprobado que los trabajadores alegres y felices son más productivos.
- Mejora el sistema inmune. Se dice que la alegría y, en general, las emociones positivas, mejoran la barrera inmunológica.
- Mejor sueño. Como hemos visto anteriormente, las emociones negativas hacen que tengamos peor sueño. En el caso de la alegría, nuestro sueño puede mejorar y hacer que tardemos menos tiempo en dormirnos o que tengamos más calidad y cantidad de sueño.
- Incrementa la edad media de vida. Muchos estudios mencionan que las personas alegres y felices viven más que las que no lo son.
- Bienestar emocional. Si estamos alegres nuestro bienestar emocional aumentará.
- Ayuda a combatir el dolor. Estar alegres puede hacer que se disminuya el dolor que sentimos.
- Al reírnos hacemos ejercicio. Cuando nos reímos se ponen en marcha más de 35 músculos.
- Es un reforzador de conductas. Cuando sentimos alegría tras la ejecución de una conducta, la probabilidad de que repitamos esa conducta aumenta. De ahí, que la alegría es uno de los factores que está involucrado en que perseveremos en nuestras metas a largo plazo.
- La alegría cristiana . Nos explica el Papa Francisco que la alegría cristiana, es la respiración del cristiano, un cristiano que no es alegre en el corazón no es un buen cristiano. Es la respiración, el modo de expresarse del cristiano, la alegría. No es algo que se pueda comprar, o que se pueda lograr con esfuerzo. No. Es un fruto del Espíritu Santo. Aquel que nos da la alegría del corazón es el Espíritu Santo”, fueron las palabras de Francisco.
En este sentido, subrayó que el primer paso para obtener la alegría es la paz, y para obtener la paz hay que tener memoria: “No podemos, de hecho, olvidarnos de aquello que ha hecho el Señor por nosotros, regenerándonos a una nueva vida”.
El Pontífice señaló que memoria y esperanza son los dos componentes que permiten a los cristianos vivir en la alegría, no en una alegría vacía, sino en una alegría de “primer grado”.
La alegría no es vivir de risa en risa. No, no es eso. La alegría no es ser divertido. No, tampoco es eso. Es otra cosa. La alegría cristiana es la paz. La paz que se encuentra en las raíces, la paz del corazón. La paz que sólo Dios nos puede dar. Esa es la alegría cristiana. Y no es fácil custodiar esa alegría”.
Por ello, lamentó que en el mundo contemporáneo la sociedad se ha contentado con “una cultura donde se inventan “trocitos de dulce vida”, cosas “para divertirnos”, pero que no satisfacen plenamente. Por el contrario, la verdadera alegría, la que procede del Espíritu Santo, “vibra en el momento de las tribulaciones, en el momento de las pruebas”.
Hay una inquietud buena, pero hay otra que no es buena, que es la de buscar la seguridad ante todo, la de buscar el placer ante todo”, concluyó el Papa.
Además, debemos tener en cuenta que la alegría forma parte de un círculo de retroalimentación. Cuanto más alegres estemos, mayor bienestar emocional tendremos y esto a la vez nos producirá más alegría, etc.
“Ser” alegre hace referencia a un modo estable de vivir y de mostrarse ante los demás. “Ser” alegre es algo permanente, o al menos muy prolongado, y supone un nivel aún más profundo que “estar” alegre.
Hay dos modos de “ser” alegre. Uno es por el carácter. Hay personas que son alegres por naturaleza, del mismo modo que otros son rubios o morenos. Son hombres y mujeres que tienen un carácter alegre sin haber puesto ningún empeño para conseguirlo. Destacan por su alegría natural como otros lo hacen por su imaginación, por su inteligencia, por sus capacidades artísticas, etc. A la educación en estos casos le corresponde poco más que potenciar este don, promoverlo en bien del propio sujeto y de las personas con quienes conviva. Ahora bien, a vivir alegres estamos llamados todos, independientemente de nuestro carácter o de nuestras capacidades. Si no somos alegres por nuestra naturaleza sí podemos serlo por educación. Aquí cobra sentido la alegría como virtud. Si la alegría fuera sólo una cuestión artificial (ponerse alegres), o si sólo fuera una reacción psicológica ante un bien (estar alegres), muchas personas se quedarían fuera del ámbito de la alegría, y a la educación le quedarían los márgenes muy estrechos. Afortunadamente no es así. La alegría también es una virtud, y a la práctica de toda virtud, también ésta, estamos todos invitados. Precisamente porque la alegría es una virtud la educación tiene un papel insustituible, especialmente la educación en casa.
Por virtud entendemos todo hábito para practicar el bien. Ahora bien, cualquier virtud, por ser un hábito, supone una fase avanzada en la conducta y en la educación de la persona. Ninguna virtud se improvisa, sino que es el resultado de un proceso, con frecuencia bastante largo y lleno de recaídas. En este proceso, en sus inicios y en su mantenimiento, juegan un papel imprescindible las actitudes. Sin actos virtuosos no hay virtud porque toda virtud se manifiesta y se demuestra con actos, pero antes que el acto está la actitud. Las actitudes no son actos sino las disposiciones previas de la conducta para actuar de una determinada manera. Pues bien, no se puede vivir la virtud de la alegría si antes no se posee la alegría como actitud. Con mucha frecuencia se nos invita a vivir la virtud de la alegría, se nos dice que los cristianos hemos de ser gente alegre, que no ha habido santo triste, etc.; todo esto está muy bien, pero hay que decir también cómo y por dónde se empieza, porque nadie, por muchos esfuerzos que haga, puede levantarse un día y decirse: a partir de ahora se acabó la tristeza. Si alguien planteara las cosas así correría el riesgo de no encontrar otra salida que el “ponerse alegre”. Cuando de verdad se quiere vivir con alegría hay que comenzar por tener la actitud de la alegría, y esta supone, básicamente, situarse en la esfera del bien. Esta actitud tiene un nombre: optimismo.
El primer paso para la actitud de la alegría consiste en tener ojos para el bien, en tener visión de bien. La alegría como actitud empieza por poseer la capacidad para descubrir el bien tantas veces oculto bajo capa de mal. Quienquiera que mire el mundo actual y sus enormes lacras (terrorismo, hambre, injusticias, explotación, etc.) podría dudar entre si estamos locos o es que somos unos ingenuos al decir estas cosas. Ni lo uno ni lo otro. Quienes estamos convencidos del peso del bien ni ignoramos el mal ni estamos ciegos, lo que sí decimos es que ni el mundo ni los hombres somos ningún mal. Cuenta San Agustín cómo se puso a buscar la esencia del mal entre las cosas de este mundo y se encontró con que el mal no tiene esencia ninguna. En las personas el mal pertenece al hacer, pero no al ser. Cada hombre y cada mujer porque es, es bueno, y otra cosa muy distinta es que luego actuemos mal y hagamos daño. La existencia de cada uno de nosotros es un algo valioso por sí mismo y un don para quienes nos rodean. Cada persona somos un diseño de Dios, y otra cosa muy distinta es que luego malogremos o arruinemos este proyecto precioso de Dios que lleva nuestro nombre y apellidos. Ser optimista, pues, no es negar la existencia de las dificultades ni del mal, ser optimista es poseer una confianza radical en la bondad de Dios Creador y de Dios Restaurador, que es el único capaz de hacernos buenos, a poco que le dejemos, estando convencidos de que todo lo que nos ocurre es para nuestro bien. Día a día constatamos que en nuestro interior y en nuestro exterior hay mucho mal, ciertamente, pero esta constatación no nos puede distraer de otra verdad mayor que consiste en saber que las cosas, en general, por el hecho de ser, ya son buenas. Si en tantas ocasiones se nos imponen los aspectos más enfermizos de la realidad quizá haya que empezar por revisar la salud de los ojos, no sea que no estén sanos y por eso tengan dificultades para captar lo que de hermoso tiene la existencia.
A nuestro juicio, estos son los datos necesarios que hay que suministrar a la inteligencia para que la persona, niño, joven, o adulto, pueda tener una actitud de alegría ante la vida.
Quisiera terminar con este artículo de la doctora Alice von Hildebrand , filósofa y teóloga católica. Fue esposa del filósofo alemán y activista antinazi Dietrich von Hildebrand. Enseñó filosofía en Hunter College durante treinta y siete años, hasta su jubilación en 1984, y es autora de varios libros. Nació en Bélgica y llegó a los Estados Unidos en 1940, donde murió en enero de 2022. Este artículo es un extracto traducido de una entrevista realizada en 2011:
Dios ha creado a cada persona para un propósito. Él tiene su plan de amor para ti, para mí, para todos. El problema es que nosotros hacemos nuestros propios planes. Queremos que se realicen de cierta manera y en cierto momento. Y nos volvemos amargados cuando no se materializan. Sin embargo, cada uno necesita llegar a un momento de la vida en el que pueda decir: “Tú, ¡oh Señor!, escoge por mí”.
Santa Teresita del Niño Jesús dijo algo que me ha impresionado muchísimo: “lo que más quiero es lo que Dios escoge para mí”. Cielo santo, ¿qué más quieres?, si Dios escogió para ti una vida de soltera, debes decir que eso es lo que más quieres.
¿Sabes?, nuestras elecciones a menudo son muy tontas, pero las elecciones de Dios siempre son las mejores. Por ejemplo, él escogió mi cara, yo no la escogí. Y le podría decir que no tenemos el mismo gusto, porque hay gente muy bonita, que no puedes hacer otra cosa que decir ¡ojalá yo fuera así! Pero solo Dios sabe lo que yo hubiera hecho si me hubiera dado una cara bonita. Todos me verían y habría estado terriblemente tentada, creyéndome algún tipo de reina merecedora de todo.
Con belleza física es muy fácil enamorarse de sí mismo, como el pastor griego Narciso, quien se enamoró al ver su propia imagen. En esta tierra tenemos la cara que Dios escogió para cada uno de nosotros, pero yo creo que, en la eternidad, tú y yo tendremos la cara que merecemos. Cada acto de amor, virtud, paciencia y altruismo esculpe tu cara para la eternidad.
Es una gran bendición tener fe, confiar en que hay un Dios que te ha creado y te ama, y creer que tienes un alma inmortal. Respeta tu alma. Eso es lo que realmente importa. Pase lo que pase, di “mi Dios, tal vez no fue mi elección, pero es la tuya y así la amo”. Yo creo que esto es clave para darle sentido a la vida.
Cuando te relaciones con Dios de esta manera, cuando puedas agradecerle de veras por tu existencia y agradecerle por amarte, por ser tu Salvador, solo en ese momento podrás empezar a forjar buenos vínculos con los demás. Si admiras a otros seres humanos, tarde o temprano te desilusionarás, porque todos nosotros somos seres muy, muy imperfectos. Solo se puede encontrar el corazón de otro por medio de Dios.
Cada uno de nosotros, quienes seamos, fuimos creados para la comunión. Cuando aceptes por completo la voluntad de Dios, encontrarás a otros de verdad. También trasmitirás paz y alegría a los demás. Esto es algo que no vemos en nuestra sociedad, pero es lo que todos anhelan en el fondo. Ya verás que cuando irradias alegría, tarde o temprano te van a preguntar “¿Cuál es tu secreto?”. Entonces tranquilo, sin predicar, sin dar la impresión de creerse superior o mejor que el otro, podrás compartir tu secreto. Después de todo, el Evangelio es la “buena nueva”.
Por supuesto, hay momentos difíciles en la vida, hay etapas de desilusión. Hay momentos en los que perdemos de vista la belleza del cielo a causa de todas las nubes. Quizás tengas que sufrir una enfermedad severa o enfrentar un dolor tremendo o tal vez te decepciones de tal o cual cosa. Pero recuerda, cualquier dificultad que tengas que enfrentar, esa no durará. Es solo una nube, porque Dios nos ha creado a cada uno para un propósito.
Fuimos creados para la alegría, pero no podemos experimentarla plenamente aquí en este mundo. La alegría de Dios se vive en la eternidad. Ser cristiano es entender que la cruz y el sufrimiento de la cruz tienen sentido. El sufrimiento es parte de nuestra condición aquí en la tierra, no esperes el paraíso en la tierra. Pero hay un sentido, el amor de Dios y la gratitud por la vida en este mundo. Cualquiera que sea tu estado, tu situación, tu objetivo, siempre recuerda que estás creado para la alegría.
Canción
https://youtu.be/vHibk6F05uI?si=bRMcMZHB_wf2Ix9q
Fuentes:
https://www.definicionabc.com/importancia/im-alegria.php
https://www.plough.com/es/temas/vida/luto/creados-para-la-alegria
https://www.plough.com/es/temas/fe/discipulado/holy-cosmetics-and-mother-teresa
https://www.psicoglobal.com/blog/psicologia-emociones-alegria
https://es.catholic.net/op/articulos/69679/cat/123/la-alegria-cristiana.html#modal
https://es.catholic.net/op/articulos/59745/cat/874/la-alegria-actitud-y-virtud.html#modal
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Setiembre 2023.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.