Hoy el Señor en la liturgia nos deja claro lo importante de la acción de ver y escuchar. Nosotros, somos dichosos, pues tenemos la posibilidad de experimentar su presencia dentro de nosotros en cada Eucaristía.
En el texto de la primera lectura el Señor nos dice, como a Moisés: “Voy a acercarme a ti en una nube espesa, para que el pueblo pueda escuchar lo que te digo, y te crea en adelante”.Nosotros como el pueblo de Israel tenemos un guía que nos conduce a la liberación de la esclavitud de llámese pragmatismo, indiferencia…
Jesús le dejó al pueblo egipcio, un guía, Moisés, que habla cara a cara con Dios, un guía que es cuestionado incesantemente por el pueblo peregrino, que muestra constantemente su inexorable queja. A nosotros nos dejó al Espíritu Santo en nuestro corazón, de manera que nosotros no solo pudiéramos ver en el exterior su obra, sino en nuestro mismo ser, pero igual que el pueblo peregrino vivimos cuestionándolo y quejándonos.
La respuesta de Dios al profeta y hoy a nosotros es: “Voy a acercarme a ti…”, sin embargo, usualmente no han importado los signos de liberación que Dios nos ha mostrado; nuestra sociedad ha perdido, en mucho, el sentido del encuentro con Dios. Aunque siente su cercanía, hace caso omiso de su presencia liberadora. Se muestra indiferente al encuentro y al diálogo al que Dios lo invita como requerimiento de amor. Es una sociedad que, a la vez que indiferente, vive al margen del dolor humano provocado por las guerras, por la precariedad, por el egoísmo, por el individualismo pertinaz e irresponsable de nuestra época. No obstante, Dios sigue acercándosenos, de cada uno depende que esta cercanía haga posible la fe de este su pueblo y nos convirtamos en un pueblo que de la mano de su guía sale al encuentro de Dios.
Así, recordamos, la “alabanza” dirigida por Jesús a quienes se agrupaban junto a Él: «¡dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen!» Jesús explica a sus discípulos por qué les habla en parábolas. La razón que da es que este pueblo tiene el corazón embotado que mira sin ver y escucha sin oír ni entender. No sólo se ha perdido la dimensión del encuentro, también se ha transformado nuestra forma de mirar y contemplar la realidad humana. Ya no se transmite la dignidad, sino que se deshumaniza a la persona.
En el texto del evangelio nos explica el Papa Francisco, también Jesús “insiste también en el “método” de la predicación de Jesús, es decir, precisamente, en el uso de las parábolas. “¿Por qué les hablas en parábolas?”, preguntan los discípulos.
Y Jesús responde poniendo una distinción entre ellos y la multitud: a los discípulos, es decir, a los que ya se han decidido por él, les puede hablar del reino de Dios abiertamente; en cambio, a los demás debe anunciarlo en parábolas, para estimular precisamente la decisión, la conversión del corazón; de hecho, las parábolas, por su naturaleza, requieren un esfuerzo de interpretación, interpelan la inteligencia pero también la libertad.”
Junto a Jesús, el Hijo de Dios, hemos aprendido a oír escuchando. Hoy diríamos a escuchar oyendo. La expresión del evangelio es a la inversa, pero nuestro lenguaje lo ha adecuado con un sentido contrario. Escuchar es poner atención a lo que se oye, y oír es percibir con el oído algún sonido. Lo que hemos aprendido de Jesús es precisamente el sentido que el diccionario da al verbo escuchar, el de poner atención a lo que se dice o se oye. Atender y acoger a quien habla.
En cada oración, en cada Eucaristía, Dios baja a nosotros de manera silenciosa, pero del mismo modo que invitó a Moisés a subir al monte para platicar con él, nos invita a nosotros a entrar a la intimidad del corazón y ahí gozarnos de su presencia, de su palabra, de su paz y de su amor. Acepta su invitación, no te arrepentirás.
Agradezcamos nuestra fe cristiana, estemos contentos de ella. Intentemos que nuestro trato con Jesús sea cercano y no lejano, tal como le trataban aquellos discípulos que estaban junto a Él, que le vieron y oyeron. No miremos a Jesús yendo del presente al pasado, sino del presente al presente, estemos realmente en su tiempo, un tiempo que no acaba.
”Que la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la Comunión del Espíritu Santo, estén siempre con ustedes” Ef 13,13
Fuentes:
- Folleto La Misa de Cada Día
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.evangelizacion.org.mx/liturgia/index.php?i=27-07-2023
- http://webcatolicodejavier.org/evangeliodeldia.html
- https://es.catholic.net/op/articulos/48926/cat/331/a-quien-tiene-se-le-dara-mas-y-tendra-en-abundancia.html#modal