Menu
Vive Feliz
  • Inicio
  • Blog
    • Sanacion
      • Familiar
    • Formación
      • Infantil
    • Espiritual
    • Inteligencia Emocional
      • El poder de la mente
    • Archivo
  • Liturgias Diarias
  • Contacto
Vive Feliz

Cuaresma y Metanoia. Parte 2.

Posted on marzo 27, 2022

Los Regalos de la Cruz

Nos hemos preguntado al respecto de la Metanoia y la conversión: ¿Qué puedo hacer para vivir este proceso de conversión o metánoia?

En esta época de Cuaresma, época de conversión y como resultado de los  esfuerzos  que hemos hecho o no, por seguir al Señor, sería maravilloso si nos detenemos a meditar, para crecer en nuestra relación con El, en algo muy importante, pero que con frecuencia olvidamos, las cosas que el Señor hace por nosotros.

Entonces podríamos pensar en los regalos que el nos dio en la Cruz.

Y es que, como nos dice Max Lucado, si es claro que si nosotros hacemos regalos para demostrar nuestro amor, cuánto más no querría hacer Él.  Si a nosotros, salpicados de flaquezas y orgullo, nos agrada dar regalos, cuánto más Dios, puro y perfecto, disfrutará dándonos regalos a nosotros.  “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dadivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?” Mt 6,11

¿Y qué consideramos al dar un regalo? ¿Cómo lo entregamos? ¿No pensamos en dar algo que sirve, algo que le gusta a la otra persona, algo que siempre ha necesitado o querido? ¿No lo envolvemos lo más bonito que se pueda, con papel y moño, con cuidado y deleite?

Si nosotros damos regalos para demostrar nuestro amor. ¿Cuánto mas no querría hacer El?

Y es que vivimos el momento más hermoso cuando estamos dando de corazón y con el corazón.  Es como continua Max Lucado, en su libro El Escogió los Clavos, nos parecemos más a Dios cuando damos.

Ahora bien: Te has preguntado, continua el autor diciéndonos, ¿porque Dios da tanto? ¿Podríamos existir con mucho menos?

·Como Dios es amor, por consecuente, ¿qué hace? El da. El que ama, da: da de sí mismo, da de todo lo que es y de todo lo que tiene.

Hagámonos una pregunta titánica: ¿Cómo es Dios? Entre muchísimas otras cosas que se podrían decir de Él, Dios es amor.

Juan 3:16 dice precisamente esto: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.”

Los regalos de Dios derraman luz en el corazón de Dios, el corazón bueno y generoso de Dios… Cada regalo revela el amor de Dios, pero ningún regalo revela su amor mejor que los regalos de la cruz. Estos venían, no envueltos en papel, sino en pasión. No estaban alrededor del árbol de Navidad, sino en una cruz. No estaban decorados con cintas de colores, sino salpicados con sangre.

Mucho se ha dicho sobre el regalo de la cruz misma, pero, ¿los demás regalos? ¿Los clavos? ¿La corona de espinas? ¿El manto del cual se apropiaron los soldados? ¿Las ropas fúnebres? ¿Te has dado el tiempo de abrir estos regalos? Tú sabes que no tenía ninguna obligación de dárnoslos. El único acto, lo único que se requería para nuestra salvación era el derramamiento de sangre, pero El hizo mucho más que eso. Muchísimo más… ¿Será posible que el cerro de la cruz esté lleno de regalos de Dios? ¿Los examinamos?

Algunos de los siguientes pasajes bíblicos que tienen que ver con la Pasión, la crucifixión y la resurrección de Jesús, hablan de los diferentes regalos que Él nos dejó alrededor de la cruz:

El regalo de la escupida de los soldados, con la que cumplió la promesa: “Yo compartiré tu lado oscuro” Marco 14,65

Nos dejó el regalo de la corona de espinas, con la promesa: “Yo los amé tanto que me hice uno con ustedes” Mateo 27:29 .

Nos dejó el regalo de los clavos, con la promesa ”Los amo tanto que dejé en los clavos el perdón de nuestros pecados”. Lucas 23:33

Nos dejó el regalo del trío de cruces y su promesa “Te dejaré que escojas” Marcos 15, 27-47

Nos dejó el regalo del letrero: una señal que nos muestra que Dios puede usar cualquier persona que Él quiera para cumplir con Sus propósitos eternos, y que puede hablar en cualquier idioma que sea necesaria para ser escuchado y entendido. Juan 19:19-22.

Nos dejó el regalo de la túnica: su disposición de quitar la túnica de perfección que tenía puesta desde la eternidad para cubrirse con la túnica de la indignidad del pecado; en cambio, nos ofrece a nosotros una vestidura blanca y sin mancha, la vestidura de salvación, la vestidura de Cristo mismo. Juan 19:23 y 24.

Nos dejó el regalo de la esponja empapada de vinagre: a través de la sed que El sufrió en la cruz, nos muestra que El nos entiende completamente y así nosotros podemos confiar en El plenamente. Juan 19:28 y 29

Nos dejó el regalo del velo rasgado: simbolizado por su carne lacerada, y con ellos abriéndonos la puerta para poder acercarnos confiadamente ante el trono de la gracia. Mateo 27:51.

Nos dio el regalo de la cruz misma: el símbolo universal del amor que Dios tiene para el mundo. Juan 19

Nos dejó el regalo de los lienzos del sepulcro: para mostrarnos que nuestras tragedias también se pueden transformar en victorias. Juan 19:38-40

Los regalos divinos intentan activar ese momento, ese segundo cuando sus rostros se iluminan, sus ojos se abren, y Dios te va a oír susurrando: «¿Tú hiciste esto por mí?»

La diadema de dolor que conmovió tu dulce faz,

Tres clavos horadando carne y madera para mantenerte en ese lugar.

Yo entiendo la necesidad de la sangre. Me abrazo a tu sacrificio.

¿Pero la esponja amarga, la lanza cortante. La escupida en tu rostro?

¿Tenía que ocurrir eso en la cruz?

No hubo una muerte apacible sino seis horas colgando entre la vida y la muerte, todo estimulado por un beso de traición.

Oh Padre, tú insistes, corazón silencioso a lo que habría de ocurrir…

Siento preguntar, pero necesito saber:

¿Tú hiciste esto por mí? ¿Estaríamos dispuestos a hacer esta oración? ¿A tener tales pensamientos? ¿Será posible que el cerro de la cruz esté lleno de regalos de Dios? ¿Los examinamos? Desempacamos estos regalos de gracia quizás por primera vez. Y mientras los tocas y sientes la madera de la cruz y sigues las marcas dejadas por la corona y palpas las puntas de los clavos, te detienes y escuchas. Quizás lo oigas susurrándote:  ¡Sí YO hice esto por ti!

Con todo lo que Jesús trajo a la cruz, cabe preguntarnos ahora: ¿qué llevaremos nosotros? No se nos pidió que nos pusiéramos la corona de espinas, o que lleváramos los clavos. No se nos pidió que pintáramos el letrero, o que echáramos suerte sobre Su túnica. Pero se nos ha pedido que lo sigamos en el camino hasta Gólgota, y que allí dejemos algo en la cruz.

¿Quieres que te sugiera algo que podrías dejar en la cruz? ¿Por qué no comienzas con tus malos momentos: tus malas actitudes, tus malos hábitos, tus malas palabras, tus malas conductas, tus caídas y fracasos?

Dios quiere que llevemos nuestros pecados a la cruz para poder perdonarnos. Romanos 11:27 dice: “Y éste será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados.” En realidad, Dios hace más que perdonar nuestras faltas: Él las quita. Lo que nosotros sencillamente tenemos que hacer es llevárselas a Él. Y Él no solo quiere las faltas que hemos cometido en el pasado. También quiere las que estamos cometiendo en este momento de la vida.

¿Podrías dejar tus momentos de dolor, de ira, de ansiedad, de resentimiento y de temor en la cruz? La próxima vez que sientes uno de estos, emprende un viaje mental al cerro. Pasa allí unos momentos mirando de nuevo las cosas relacionadas con la Pasión. Balancea un clavo en la palma de tu mano. Lee el letrero escrito en tu propio idioma. Y mientras haces esto, toca el suelo sucio, manchado con la sangre de Dios. Sangre que derramó por ti. El letrero que dejó allí por ti. Los clavos cuyo dolor sintió por ti. Todo esto lo hizo por ti. Sabiendo esto, sabiendo todo lo que hizo por ti allí, ¿todavía piensas que no tendrá cuidado de ti aquí y ahora?

Como escribió Pablo a los romanos: “(Dios) que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con El todas las cosas?” (Romanos 8:32)

¿Y podría sugerirte una cosa más para dejar en la cruz? Deje allí también tu momento final. “Salvo que Cristo regrese antes, tú y yo tendremos un momento final. Un último suspiro. Un momento en que nuestros ojos se cerrarán y nuestro corazón dejará de latir. En una fracción de segundos dejarás lo que conoces y entrarás en lo que no conoces.” Y como no lo conoces, no estás seguro de querer irte. Pero deja que Jesús te tranquilice con estas palabras: “No se turbe vuestro corazón: creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomare a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14:2,3)

¿Qué tal entonces si dejamos todos nuestros malos momentos en la cruz? Nos quedaremos solo con los momentos buenos, ¿no es así? ¿Qué te parece? Buen negocio, ¿no?

¿Puedes imaginar tu mensaje final a tus seres amados, postrado en tu lecho? ¿Tus últimas palabras a tu esposo o a tus hijos? ¿Qué les dirías? ¿Cómo lo dirías? Aun si no pudieras contestar la primera pregunta, quizás puedas contestar la segunda. ¿Cómo dirías tus últimas palabras? ¿Con calma? ¿Cuidadosamente? ¿Con seriedad y sinceridad? Seguramente que sí. Porque es que la mayoría de nosotros solo tenemos una oportunidad para decir nuestras palabras finales.

Y el mensaje que Él te quería dejar, sus últimas palabras para ti son, nos dice Max Lucado: “LO HICE POR TI. TODO LO HICE POR TI. YO QUERIA GANARME TU CORAZON. POR ESO, , ESCOGI LOS CLAVOS.”

Sor Evelia nos decía en la reunión del 14 de julio 2015, que ella sentía que  su hermana le decía para el novenario: “VINE DE DIOS Y ME FUI CON DIOS. ESTOY FELIZ CON DIOS Y CON DIOS DESDE AQUÍ ESTOY AMANDO.”

Meditemos ¿Cuál puede ser el nuestro? ¿Qué podemos dejarle de regalo a nuestros seres queridos?

Canción