Hola queridos lectores, bienvenidos quienes me lean hoy por primera vez.
Hoy quisiera meditar en compañía de Ansel Grüm y Maria M Robben acerca del texto de la mujer sirio-fenicia cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo. Mt15,21-28. En su libro Sanación del Alma, afirman que el texto bíblico en sí mismo no dice nada respecto de por qué la hija tiene un espíritu inmundo, cuál es la problemática de la relación entre la madre y la hija. Pero repetidamente esa mancha blanca de la historia, permite a cada mujer que medita acerca de esta narración, incorporar su propia historia de vida.
El texto bíblico está abierto a todas las experiencias que las madres tienen diariamente con sus hijas y las hijas con las madres…
El espíritu inmundo puede expresarse como simbiosis en la cual la hija vive con su madre. La hija se aferra a la madre por temor a perderla , o por temor a tener que enfrentar la vida sin su madre.
Esto conlleva según la psicoanalista Thea Bauriedel lo que ella denomina como una relación sin limites. Y entonces la hija no sabe donde está parada. Ella no está en contacto con sus propios sentimientos. Ella adopta los sentimientos de la madre. A través de tal supresión de la propios sentimientos y deseos surge a menudo una doble unión funesta y ella lo aplica en cada una de sus relaciones. Ella desearía ser amada, y al mismo tiempo se resiste al amor que le es ofrecido. Ella se torna incapaz para el amor. El espíritu inmundo, que surge a través de las relaciones sin límites, es también denominado dominio en la historia relatada por San Marcos. El demonio es en la Biblia siempre una imagen para las ideas y sentimientos que me rodean, que se tumban sobre mí y me atrapan, de los cuales no puedo distanciarme. Los demonios nos impiden ser nosotros mismos.
La madre en nuestro relato, continua el autor, siente que no puede ayudar a su hija. Ella no es la terapeuta de su hija sin mucha más su problema. Ella siente su desamparo. La historia nos solo relata la necesidad de las hija sino que refleja también la situación de muchas madres.
Madres que tienen la sensación que ya no alcanzan a sus hijas, sobre todo a partir de la pubertad, que están poseídas por un demonio, en la imagen de todo aquello que la hija no puede aceptar en sí misma; contra el cual ella como mamá no puede luchar.
En la terapia para la madre, nos dice Anselm Grüm, la madre ha escuchado hablar de Jesús, por lo que se dirige a El; pero es notorio que no lleva a la hija con ella. En ello el autor ve el primer paso de la sanación de la hija. La madre debe alejarse de la hija. Ella necesita establecer distancia con la hija para encontrar ayuda para ella. Se dirige a Jesús y le ruega por ayuda; cae frente a El y se aferra a sus pies. DE este modo es presa su debilidad. Reconocer su propio desamparo es la condición que diluye la atadura entre la madre y la hija y permite así la expulsión del demonio.
La mujer cae a sus pies, pero Jesús no hace caso de su súplica inicial, con esto el autor interpreta que Jesús le muestra sus límites. Jesús no cumple aquí, afirma el autor, la imagen del Salvador dispuesto a ayudar en todo momento, que fue predicada con mucha frecuencia.
Quizás este distanciamiento de Jesús sea ya el primer paso para la madre para poder clarificar su relación con la hija. También ella puede establecer límites, puede tener y aceptar sus propias necesidades y no precisa leer de los labios de su hija todos sus deseos. Ella debe transformar la relación con su hija, en una relación clara, en la cual cada una pueda ser ella misma.
Jesús, pues, libera a la madre del enredo con su hija y las conduce a ambas hacia sí mismas.
El primer paso de la terapia de Jesús consiste en la frase particular: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos” Para los judíos, el perro representaba la imagen de idolatría. Entonces, la palabra de Jesús, continúa Anselm Grüm, podría contener el reproche, que para la mujer son más importantes los idólatras que el bienestar de su hija. Algunas madres ven en las hijas, el propio ideal que quisieron desarrollar en ellas. Y a menudo, la enfermedad, es el único camino para defenderse de las expectativas de la madre.
Por otro lado, afirma Grüm, la grandeza de la mujer consiste simplemente en aceptar esa resistencia por parte de Jesús. Ella no se ofende, crece con la resistencia de Jesús. Ella percibe en el diálogo con Jesús simultáneamente el amor y la delimitación.
Probablemente haya tenido un ideal demasiado elevado del amor. Y en virtud de que ya no podía lograr ese amor sin límites durante las 24 horas del día, prefirió dedicarse al “perrillo”. Ahora aprende de Jesús que es posible amar al otro y al mismo tiempo separarse de él, que puede ocuparse de su hija sin negarse a sí misma y sus propias necesidades.
“Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amo”. La mujer acepta la óptica de Jesús. Ella reconoce: Si coloco a mi hija en primer lugar y le doy a ella lo que necesita, queda sin embargo o precisamente por ello, aun suficiente para mí. Ese asombroso reconocimiento sana a la madre. Se le abren los ojos a la madre sobre sí misma y sobre la relación con la hija. Se libera del enredo enfermante con su hija.
La sanación de la madre consiste en el reconocimiento de su auténtica relación con la hija.. dado que a través del encuentro con Jesús, ha comprendido que sucede entre ella y su hija. Se libera de sus proyecciones inconscientes que hasta ese momento dirigió hacia su hija.
El reconocimiento de la estrecha maraña entre los conflictos y los problemas de la hija libera a la madre de su atadura inconsciente a la psiquis de su hija. A la inversa, también libera a la hija del demonio. Dado que la madre solo puede regresar a casa transformada, la hija la enfrentará de manera distinta. Dado que ya no reacciona inconscientemente a su conducta, la hija está libre para comportarse como lo indica su corazón.
No les parece maravillosa esta interpretación que hacen estos autores de este texto.
Es increíble lo que podemos lograr cuando sanamos, ¿verdad?
Quisiera concluir esta meditación con este texto, acerca de la importancia de sanar, que me encontré en Facebook y que me parece muy apropiado como conclusión de este tema.
“Sanar para no repetir los mismos errores.
Sanar para no matar mundos ajenos.
Sanar para no ensuciar otros corazones.
Sanar para no herir.
Sanar para no dar amor a medias.
Sanar para no ser conformista.
Sanar para darme cuenta que las flores crecen en los jardines, y no en el desierto.
Sanar para no autodestruírme.
Sanar para limpiar mis adentros.
Y aunque mi garganta cargaba miles de nudos.
Y aunque creía casi imposible dejar viejas costumbres, quise sanar, porque eso hacemos los valientes.
Perdonar.
Amar.
Soltar.
Sanar.
Me falta mucho, el universo sabe que todavía me falta, pero día a día voy quitando de mi piel aquello que me hizo sufrir.
Lo estoy haciendo, lo hago…
Sigo sanando por la persona más importante de mi vida, sigo sanando POR MÍ…”
Créditos a quien corresponde
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Agosto 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.