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Liturgia del 11 de abril 2020. La Misericordia del Señor es eterna.

Posted on abril 11, 2021

?⛅️ Buenos días. “Señor enséñame a amar como tú nos has amado“. Papa Francisco.

https://youtu.be/am5EfKBlsN0

  • Hch 4, 32-25
  • Sal 117
  • 1 Jn 5, 1-6
  • Jn 20, 19-31

Uno de los primeros efectos de la experiencia compartida entre los seguidores de Jesús, después de percibir su resurrección, fue la puesta en común de sus bienes, la koinonía, como nos lo explica Fray Manuel Jesús Romero Blanco, en su comentario de la primera lectura,  El sueño de una vida digna, en la que no se carezca de lo fundamental y lo suficiente para vivir, ha sido muy potente a lo largo de la historia humana. Este sueño no está muerto en nuestros días. La realización de este sueño, siempre presente en la fe cristiana, pasa por la superación del egoísmo, la disposición personal a repartir en equidad los bienes disponibles y por una práctica vital basada en el cuidado, la responsabilidad y la solidaridad. Cerrar la mano, el pensamiento y el corazón al otro atenta al núcleo del Evangelio y desvirtúa la experiencia compartida de la resurrección.   

San Juan en la segunda lectura, nos recuerda que Jesucristo “es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Y este  día que también junto con la Conclusión de la Octava de Pascua, celebramos la Fiesta de la Divina Misericordia, establecida por el Papa, hoy San Juan Pablo II; el Señor ha preparado el banquete de su amor, al que estamos especialmente llamados los que nos sentimos más pequeños pobres y pecadores, aquellos a los que el mundo nos devuelve siempre la imagen del que está irremediablemente perdido.
Es esa oveja perdida que todo hombre alguna vez ha sido, la que despierta el amor del pastor que será capaz de abandonar las otra noventa y nueve en el campo, para irse a buscar a la que le falta y cuando la encuentra, no la reprende, sino que muy contento la carga sobre sus hombros y la trae de vuelta al redil. Esto es lo que hizo Jesús con Tomás: a la semana siguiente de resucitar fue a por él y cómo sabía lo que había dicho, las barbaridades que había dicho: “si no veo… si no toco…” entonces le dice: “trae tu dedo… aquí tienes mis manos, trae tu mano aquí tienes mi costado…”. La reacción de Tomás lo dice todo: cayó de rodillas y confesó: “Señor mío y Dios mío”.

¿Qué significa este tocar las llagas de Jesús? Significa reconocer que no ha habido un amor más grande que el de Jesús crucificado: Estas llagas que ahora son gloriosas, luminosas en su momento fueron dolorosas, es el amor con el que Jesús ha restaurado nuestros pecados, el amor con el que Jesús ha cubierto nuestro desamor, ese amor tan sorprendente de un Dios que no viene a condenar sino a perdonar, amar y restablecer nuestra vida.

Es este Cristo resucitado del cenáculo el que sopló su aliento sobre los discípulos diciéndoles: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados”. Es el Cristo perdonador que nos regala la misericordia en su Iglesia.

Esta, nos dice el Papa Francisco,  es la fiesta de la gran perdonanza, de la misericordia sin límites. Se cumple lo que dijo Dios por medio del profeta Isaías: “Venid ahora, y litigaremos —dice el Señor— aunque vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve; aunque sean rojos como escarlata, como blanca lana quedarán” (Isaías 1:18).

Por eso esta insistencia de hoy. Que nadie tema ni desespere de sí mismo. ¿Cómo temer el abrazo del perdón y la misericordia? Al revés, abramos el corazón, dejemos que el Señor derrame esta lluvia copiosa y nos empape y nos cale hasta los huesos su amor. Si nos dejamos resucitar así por el Señor, si experimentamos este amor estaremos viviendo lo que vivían los primeros cristianos que no iban por la vida dándoselas de santos, sino que sabían que habían sido misericordiosamente salvados; no alardeaban de sus capacidades, sino que experimentaban la misericordia de Dios. Digamos sencillamente: “Jesús, confío en ti”.

Es este Cristo resucitado del cenáculo el que sopló su aliento sobre los discípulos diciéndoles: “Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados”. Es el Cristo perdonador que nos regala la misericordia en su Iglesia.”

Por eso con el Salmista hoy decimos: La Misericordia de Dios es eterna. 

 

Palabra de Vida Mes de Abril 2021

Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas” (Juan 10, 11) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida

Bendigamos al Señor con nuestro testimonio este día y digámosle:

"Me siento fuerte, sano y feliz porque tengo fe, amor y esperanza".
? ?


Recopilado por Rosa Otárola D, /
Abril 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.

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