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Vive Feliz

Oración Final. Fuente para  Vivir una Vida  Eucarística.

Posted on julio 31, 2025

Compartimos la semana anterior sobre los momentos de silencio:

  • Durante la preparación
  • Durante el Rito penitencial y en la Oración Colecta
  • Después de la proclamación de cada lectura
  • Después del Evangelio, y de la Homilía.
  • Después de la Comunión

También hablamos de las Posturas:

  • Rodillas en significación de pertinencia
  • Sentadas para escuchar y meditar
  • De pie, signo de respeto y honra

Acerca de Gestos:

  • Señal de la Cruz, simbolizando la muerte de Cristo para rediminirnos
  • Golpes de Pecho para hacernos más conscientes de nuestro pecado.
  • El Sacerdote besa el libro de los Evangelios para expresar el deseo de que la Palabra ejerza su fuerza salvadora perdonando nuestros pecados.
  • Lavatorio de las Manos como gesto de purificación.
  • Gotas de Agua en el vino como signo para pedir a Dios que una nuestra humanidad a las suya.
  • Saludo de La Paz para expresar que estamos en paz con nuestros mismos y con la comunidad
  • Comer el Pan porque es el viático, el alimento para el camino, también es símbolo de fraternidad eclesial.
  • Partir el Pan, significa el Cuerpo entregado roto de Cristo por unidad fraterna .
  • Imposición de Manos: En la plegaria Eucarística es signo de invocación al Espíritu Santo y en la Bendición Final, nos habla del don de Dios y la mediación eclesial.

Hoy  para finalizar este tema de la Eucaristía, vamos a reflexionar sobre la aplicación de este Sacramento en nuestra vida, para ello es  importante recordar que  la oración final de la Eucaristía, también conocida como la oración de envío o despedida, marca el final de la celebración litúrgica y envía a los fieles al mundo para vivir lo que han recibido en la misa. Esta oración, usualmente pronunciada por el sacerdote o diácono, resume la misión de los cristianos de proclamar el Evangelio a través de sus acciones diaria.

Después de la misa, la vida cristiana continúa, y los fieles están llamados a vivir de acuerdo con las Escrituras y a proclamar el Evangelio con sus acciones.

Sin duda alguna, para todos los bautizados que hayan llegado al uso de razón, este sacramento es indispensable. Sería ilógico, que alguien que quiera obtener la salvación, que es alcanzar la verdadera unión íntima con Cristo, no tuviera cuando menos el deseo de obtener aquí en la tierra esa unión que se logra por medio de la Eucaristía, máxime que cuando recibimos la Eucaristía, son varios los efectos que se producen en nuestra alma. Estos efectos son consecuencia de esa unión íntima con Cristo. Él se ofrece en la Misa al Padre para obtenernos por su sacrificio todas las gracias necesarias para los hombres, pero la efectividad de esas gracias se mide por el grado de las disposiciones de quienes lo reciben, y pueden llegar a frustrarse al poner obstáculos voluntarios al recibir el sacramento.

L a gracia sacramental propia de este sacramento, es llamada nutritiva, porque es el alimento de nuestra alma que conforta y vigoriza en ella la vida sobrenatural. Por ejemplo el Cardenal Rainiero Cantalamessa afirma: “Tratemos de imaginar qué sucedería si celebrásemos la Misa con esta participación personal, si dijéramos realmente todos, en el momento de la consagración, unos en voz alta y otros en silencio, cada uno según su ministerio: Tomad, comed… Imaginemos una madre de familia que celebra así su misa, y después va a su casa y empieza su jornada hecha de multitud de pequeñas cosas. Su vida es, literalmente, desmigajada; pero lo que hace no es en absoluto insignificante: ¡Es una eucaristía junto con Jesús!

Y es que la santa Eucaristía, por su misma naturaleza, anima cada aspecto de nuestras vidas. A través del sacramento de la sagrada Eucaristía, Cristo está en medio de nosotros para llevarnos a la vida en el Espíritu Santo. «Por eso la Eucaristía, como fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, se tiene que traducir en espiritualidad, en vida “según el Espíritu” (cf. Rm. 8, 4 s.; Ga. 5, 16. 25)». Quien recibe el Cuerpo de Cristo con fe, piensa con Cristo y actúa como lo haría él. Citando el versículo 2 del capítulo doce de san Pablo de la Carta a los romanos, el papa Benedicto XVI expresa: «De esta manera, el Apóstol de los Gentiles subraya la relación entre el verdadero culto espiritual y la necesidad de entender de un modo nuevo la vida y vivirla».

Debido a que la comunión con Cristo en la sagrada Eucaristía envuelve cada aspecto de nuestra vida cotidiana, necesariamente implica el compromiso de proclamar la Palabra de Dios a las otras culturas que encontramos. La santa Eucaristía nos conduce a evangelizar todas las culturas, dado que Cristo entrega su vida por la salvación de todos los hombres. «La Eucaristía se convierte en criterio de valorización de todo lo que el cristiano encuentra en las diferentes expresiones culturales». La sagrada Eucaristía, por ejemplo, tiene que ser nuestra inspiración y fuerza para evangelizar la cultura islámica, que se hace cada vez más presente en nuestra sociedad y en el mundo. Todo en la vida debe ser visto a la luz de la santa Eucaristía, en orden a ver cada cosa en la verdad y a actuar en todas las cosas con amor.»

Después, el papa Benedicto XVI aplica la verdad acerca de la relación entre la sagrada Eucaristía y la vida cotidiana a los diferentes estados de vida. Empieza considerando la espiritualidad de los fieles laicos. Nos recuerda que la santa Eucaristía «como misterio que se ha de vivir, se ofrece a cada persona en la condición en que se encuentra, haciendo que viva diariamente la novedad cristiana en su situación existencial». La sagrada Eucaristía alimenta en nosotros la vida de Cristo, que hemos recibido con el Bautismo, inspirándonos y fortaleciéndonos a vivir nuestra vocación bautismal, es decir, a hacer lo que Dios nos pide, especialmente en lo atinente a nuestra vocación en la vida.

La vocación de los fieles laicos, recibida en el Bautismo, es la santificación y, por tanto, la transformación de todas las actividades humanas, la transformación del mundo. A través del sacramento de la Confirmación, la gracia bautismal es fortalecida y acrecentada para llevar adelante la vocación laica. La sagrada Eucaristía es el alimento que sustenta el apostolado laico para llevar a cabo su misión. El papa Benedicto XVI urge a los fieles laicos a cultivar «el deseo de que la Eucaristía influya cada vez más profundamente en su vida cotidiana, convirtiéndolos en testigos visibles en su propio ambiente de trabajo y en toda la sociedad». Reconociendo el desafío de su vocación y la irremplazable fuente de fuerza en la sagrada Eucaristía para enfrentar los desafíos, los fieles laicos justamente valoran la posibilidad de participar diariamente en la santa Misa, si fuere posible.

Todos podemos vivir una vida Eucarística todos los días. La Eucaristía es “fuente y cumbre” de la vida cristiana, y vivir en y con Jesús en la Eucaristía puede transformar nuestra vida espiritual. Aquí les dejo 4 maneras de vivir una vida Eucarística.

1. Ofrenda de la mañana

La tradicional Ofrenda de la Mañana es profundamente eucarística. En la Misa  Cristo se ofrece como sacrificio por nosotros y en la Ofrenda de la Mañana unimos la ofrenda de nuestro día a la ofrenda divina del sacrificio Eucarístico.

Esta oración te puede servir: Oh Jesús, por el Inmaculado Corazón de María, te ofrezco mis oraciones, obras, alegrías y sufrimientos de este día por todas las intenciones de tu Sagrado Corazón, en unión con el Santo Sacrificio de la Misa en todo el mundo, en reparación por mis pecados, por las intenciones de todos mis familiares y amigos, y en particular por las intenciones del Santo Padre.

Al rezar la Ofrenda de la mañana, podemos estar seguros de que todo nuestro día, ¡sea cual sea su resultado! se une a Jesús y se ofrece en la Misa.

  1. Lecturas diarias de misa

La Misa no es sólo el momento de la Sagrada Comunión. También se trata de escuchar la voz de Dios a través de la Liturgia de la Palabra.

Cuando escuchamos la lectura de las Escrituras en la Misa, estamos escuchando la voz de Cristo, que nos habla individualmente y como Iglesia. Las lecturas bíblicas ayudan a preparar nuestro corazón para recibir la Palabra de Dios, Jesús mismo, en la hostia y el cáliz.

Una manera de vivir Eucarísticamente cada día, ya sea que puedas asistir a Misa o no, es leer y meditar las lecturas bíblicas de la Misa.

Lo hermoso de esto es que estarás orando con las mismas Escrituras que los católicos de todo el mundo estamos escuchando.

  1. Comunión Espiritual

¿Qué pasaría si te dijera que puedes recibir las gracias de la Eucaristía cuando y donde quieras?

La comunión espiritual es una oración poderosa y poco utilizada. Es posible que no podamos asistir a Misa, o recibir a Nuestro Señor en la Misa, sin embargo, siempre podemos pedir a Dios las gracias del sacramento.

Una comunión espiritual puede tomar cualquier forma, pero San… La versión de Alfonso María de Ligorio es popular por una buena razón:

Jesús mío, creo que estás presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que en este momento no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Te abrazo como si ya estuvieras ahí y me uno totalmente a Ti. Nunca permitas que me separe de Ti. Amén.

San Juan Bautista Vianney dijo una vez: “cuando sintamos que el amor de Dios se enfría, hagamos inmediatamente una Comunión Espiritual. Cuando no podamos ir a la iglesia, dirijámonos hacia el sagrario; ningún muro puede aislarnos del buen Dios”.

  1. Gratitud

Por último, la gratitud. La palabra griega Eucaristía significa acción de gracias. Una de las mejores maneras de vivir Eucarísticamente es hacerlo literalmente.

Vivir una vida eucarística es vivir una vida agradecida.

Los psicólogos seculares y los gurús de la autoayuda son firmes en cuanto al poder de la gratitud para reducir el estrés, mantener una actitud positiva e incluso aliviar enfermedades mentales y físicas. Pero vivir agradecidos no se trata sólo de beneficios positivos para nosotros. Queremos vivir con gratitud porque, como dice la Misa, “es justo y necesario” dar gracias a Dios por todos sus dones.

Hay muchas formas prácticas de practicar la gratitud, pero algunas de mis favoritas incluyen:

  • Decir “gracias” por las pequeñas cosas
  • Oración de gracia antes de las comidas
  • Escribe tres cosas por las que estás agradecido al final de cada día.
  • Pensar en tus luchas más difíciles y encontrar una razón para estar agradecido por algún aspecto de ellas.

En su meditación sobre la Eucaristía, el escritor espiritual Henri Nouwen escribió que “vivir una vida eucarística tiene todo que ver con la gratitud. Vivir Eucarísticamente es vivir la vida como un don, un don por el cual uno está agradecido”.

Independientemente de que podamos asistir a Misa durante la semana o no, todos estamos llamados a vivir las gracias de la Eucaristía en nuestra vida diaria.

Cada día podemos unirnos a Jesús en la Eucaristía, estar abiertos a recibir su gracia y vivir con agradecimiento y alegría: la gratitud que proviene de sabernos amados y disfrutar de sus frutos:

El sacramento de la Eucaristía, como todo sacramento, es eficaz. Al recibirlo hay cambios reales en la persona que lo recibe y en toda la Iglesia aunque los cambios no se puedan palpar:

1.-Acrecienta nuestra unión con Jesucristo.
Al comulgar recibimos a Jesucristo de una manera real y substancial. Es una unión real, no es un buen deseo o un símbolo. El sacramento de la Eucaristía es una unión íntima con Dios que nos llena de su Gracia.
“Quien come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él”
(Jn, 6,56).

2.-Nos perdona los pecados veniales.
Para recibir a Jesús, es indispensable estar en estado de gracia y al recibirlo, la presencia de Dios dentro de nosotros hace que se borren las pequeñas faltas que hayamos tenido contra Él y recibimos la gracia para alejarnos del pecado mortal.

3.-Fortalece la caridad, que en la vida diaria tiende a debilitarse.
El pecado debilita la caridad y puede hacernos creer que vivir el amor como Jesús nos lo pide es muy difícil, casi inalcanzable.
Sin embargo, Jesús ya sabía que nos costaría trabajo y que nos sentiríamos sin fuerzas para lograrlo, por eso quiso quedarse con nosotros en la Eucaristía para alimentarnos y ayudarnos fortaleciendo nuestra caridad.
La Eucaristía, siendo el mayor ejemplo de amor que podemos tener, transforma el corazón llenándolo de amor, de tal manera que quien la recibe es capaz de vivir la caridad en cada momento de su vida.

San Juan Pablo II, afirmaba: “Que nunca os falte, queridos, el Pan eucarístico en las mesas de vuestra existencia. ¡De este pan podréis sacar fuerza para dar testimonio de vuestra fe!”

4.-Nos preserva de futuros pecados mortales.
Una persona que vive de acuerdo a la caridad, difícilmente cometerá faltas graves de amor a Dios.

5.-Da unidad al Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia.
Cada persona que recibe a Jesús en la Eucaristía se une íntimamente a Él, que es la cabeza de su Cuerpo Místico del que todos los cristianos formamos parte.
De esta manera, el cristiano que se une a Cristo en la Eucaristía, se une al mismo tiempo al resto de los cristianos miembros de su Cuerpo Místico. Por ésta razón, a la recepción de la hostia consagrada se le llama comunión, que significa común-unión o unión de toda la comunidad.
“Te pido que todos sean uno. Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti, que también ellos estén unidos a nosotros; de este modo, el mundo podrá creer que tú me has enviado. Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí, de tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros”.(Juan 17, 21-22.)

6.-Fortalece a toda la Iglesia.
Por la misma unidad de los cristianos en el Cuerpo Místico de Cristo sucede que al fortalecerse uno de sus miembros con las gracias de la Eucaristía, se fortalece la Iglesia entera.

7.-Entraña un compromiso en favor de los demás.
Al estar más unido al Cuerpo Místico de Cristo, aquél que recibe la Eucaristía, se hará más consciente de las necesidades de los otros miembros. Se identificará con los intereses de Cristo, sentirá el compromiso de ser apóstol, de llevar a Cristo a todos los hombres sin distinción y de ayudar en sus necesidades espirituales y materiales a los pobres, los enfermos y todos los que sufren.

Termino con esta reflexión de Ronald Rolheiser, sacerdote y escritor católico canadiense:  “Aunque a veces nos olvidamos de que Jesús nació en un establo, no en una  iglesia, y que el Dios de la Encarnación tiene que ver tanto con mesas de cocina como con altares eclesiales, Dios es tan doméstico como monástico. Es importante recordar esto  cuando tratamos de comprender la eucaristía. La Eucaristía es el cuerpo de Cristo, en la línea de la encarnación, y, como el nacimiento de Cristo, está destinada a traer lo divino a la vida concreta de cada día.

Por tanto, se supone que, entre otras cosas, la eucaristía la debemos vivir en nuestra  familia, ella es una celebración comunitaria, un lugar, como nuestras mesas de cocina y salas de estar, donde nos reunimos para encontrarnos juntos, para compartir la vida ordinaria, para celebrar acontecimientos especiales con los demás, para consolarnos y llorar juntos cuando la vida esté llena de congoja y de pesar, y para juntarnos sencillamente con ese único fin, el de estar juntos.

Cuando Jesús nos “regaló” la Eucaristía, intentó que fuera un ritual que nos invitara a reunirnos, como una familia se reúne en cualquier circunstancia de nuestra vida. En el ámbito de la fe, igual que en el de la naturaleza, se supone que nos reunimos con otros tanto cuando nos sentimos felices como cuando nos invade la tristeza, cuando la ocasión es festivo-religiosa y cuando es simplemente mundana, cuando celebramos el nacimiento de una nueva vida y cuando enterramos a seres queridos, cuando nos entregamos unos a otros en matrimonio y cuando necesitamos reconciliarnos, cuando nuestra energía está por las nubes y cuando está por los suelos, cuando sentimos la necesidad de los otros y cuando queremos aislarnos o distanciarnos  de los demás, y cuando no tenemos otra razón para juntarnos que el mero hecho de que nuestra naturaleza humana nos invita a ello.

La Eucaristía nos invita a reunirnos como familia. La  esencia pura de la vida de familia es compartir con otros, tanto los momentos especiales como los ordinarios de la vida. Las familias se reúnen para celebrar acontecimientos: Nacimientos, bodas, graduaciones, enfermedades, defunciones, velorios, funerales. En esos momentos la atmósfera está más cargada, la energía sube de tono y hay un sentido más claro de que ésa es una ocasión en la que vale la pena que nos juntemos.

Pero familias que se sostienen por sí mismas también se juntan con regularidad, idealmente cada día, independientemente de si se da una ocasión especial o no. No se reúnen precisamente cuando la energía está por las nubes, cuando todos están en su mejor momento, cuando nadie está aburrido o enojado, o cuando alguna ocasión amerita el esfuerzo.  Se juntan regularmente, a pesar del tedio, del aburrimiento, de la poca energía, del negocio, de las distracciones y tensiones interpersonales, porque reconocen, aunque sea inicialmente, que la vida de familia consiste tanto en compartir lo mundano, lo que nos distrae y entretiene, los resultados del deporte y las tensiones de la vida, como de compartir momentos especiales y gozosos. Ciertamente que la cena de un día cualquiera de “hotdogs” con habichuelas, devorada en veinte minutos, con la conversación no más profunda que los resultados deportivos, no tiene exactamente la misma sustancia que la comida de la cena de Navidad o la conversación mantenida en una boda o en un funeral, pero que es igualmente importante al crear familia y conservar la familia unida. La familia está ahí para todos los días ordinarios, como lo está para ocasiones especiales. Así también es la Eucaristía.

Por diversas razones hemos tardado en tomar en serio este aspecto de la Eucaristía. Quizás se debe a que sus otras dimensiones parecen más sagradas. Nuestra resistencia a aceptar esto se muestra evidente en la simple crítica que se hace contra gente que va a la iglesia principalmente por motivos sociales: “¡No va a la Iglesia a orar! ¡Va simplemente para socializar, por la oportunidad de conversar con otros!”  Se expresa eso siempre como algo negativo,  cuando de hecho es una buena razón, entre otras, para ir a la Eucaristía. Se nos dio el ritual de la Eucaristía, porque somos sociales por nuestro propio carácter como seres humanos.  Ir a la iglesia para socializar es una razón suficiente para estar allí.

Ojalá hubiera aprendido yo esto cuando niño, cuando iba a la Iglesia en fiestas especiales, como Navidad y Pascua de Resurrección y oía al sacerdote que usaba la palabra “celebración” sólo para describir nuestra reunión eucarística en el templo y nunca, ni por un segundo, conectándola con la muy esperada cena familiar que tendríamos en la casa al llegar de la iglesia. Desearía también que la gente supiera esto mismo, cuando no se acerca y se queda fuera de la iglesia a causa del aburrimiento o de la ira o porque siente que su presencia allí es solamente social y no un acto de oración.

Una de las razones por las que vamos a la iglesia es para orar, ciertamente, pero también vamos allá por la misma razón por la que vamos cada noche a la mesa de familia. Siempre es bueno estar allí, pase lo que pase.

La próxima vez que participes en la Misa, espera los Ritos Conclusivos con la expectativa de recibir esta bendición de Dios a través del ministro ordenado y que esa bendición te dé integridad en la fe, resistencia en la esperanza, y perseverancia en la caridad  con santa paciencia hasta el fin.

Canción:  Pan de Vida

https://youtu.be/G2BYr5v9WbU?si=uTH6z-fjAc-u4Siz

https://vive-feliz.club/wp-admin/post.php?post=5887&action=edit

https://es.catholic.net/op/articulos/6791/cat/376/los-efectos-y-frutos-de-la-eucaristia.html

https://infovaticana.com/2024/01/26/la-sagrada-eucaristia-y-la-vida-cotidiana/

https://es.stleo-queens.org/resources/4-ways-to-make-your-life-eucharistic-even-if-you-can-t-make-it-to-daily-mass

https://www.ciudadredonda.org/articulo/la-eucaristia-como-celebracion-de-la-vida-diaria/

https://www.catholichawaii.org/media/651166/bulletin_6_spanish.pdf


Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.

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