- Jer 17,5-8
- Sal 1
- 1 Cor 15,12. 16-20
- Lc 7, 17. 20-26
El plan del Señor subsiste por siempre, nos dice el Salmista hoy y es que como les comentaba ayer, la meditación sobre todo del libro del Génesis que hemos venido haciendo, nos muestra claramente como la humanidad le ha fallado al Señor y le seguimos fallando, sin embargo Su Misericordia siempre está presente.
La primera lectura nos presenta el relato del libro del Génesis, en el que nos refiere parte de la historia de José, hijo de Jacob, a quien sus hermanos, por envidia, vendieron a unos comerciantes y estos, a su vez, lo vendieron como esclavo en Egipto, y que, por su don de saber interpretar los sueños, fue llevado ante el Faraón y supo dar sentido al sueño recurrente que tenía el rey de Egipto, vaticinándole siete años de cosechas excelentes, seguidos de otros siete años de penuria y hambre en todo el mundo conocido. El Faraón, agradecido, le concedió todo el poder para poder organizar la forma de almacenar trigo y víveres, para poder hacer frente a los años de penuria, e incluso poder ayudar a los países vecinos.
Los hermanos de José, ante la brutal hambruna que sufrían en sus tierras, decidieron acudir a Egipto a comprar trigo, presentándose ante José, al que no reconocieron, y este, para comprobar si estaban arrepentidos, los trató con dureza, obligándoles a que volvieran con su hermano menor.
La misericordia que muestra José al comprobar cómo sus hermanos estaban arrepentidos de su terrible acción, es la misma que el Señor quiere que todos tengamos con aquellos que nos rodean, tal como nos refiere el salmista en el salmo “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”, pues los ojos del Señor están puestos en los que esperamos su misericordia, librándolos de la muerte y reanimándolos en tiempo de hambre.
Hoy, en el Evangelio Jesús envía a otro grupo a predicar y curar. Ya antes había enviado a los apóstoles; ahora el grupo es más numeroso: porque la misión no puede quedar restringida a los Doce sino que ha de ser de todos. Es lo que sugiere el número setenta (y dos), que simboliza una totalidad. Todos los que creemos en Cristo somos apóstoles, misioneros. La misión es de todos y para todos.
Nosotros también somos llamados y enviado al mundo con una misión. La lista de realidades que nos aquejan y oprimen puede acobardar o atemorizar a cualquiera. Es necesaria una vivencia profunda de fe y de comunidad que nos convierta en signos visibles de esperanza, paz y acogida, especialmente para todos aquellos que no encuentran caminos de justicia y dignidad. Sino cómo lo habrían logrado? Demos un vistazo a las características de algunos de la lista: Pedro que lo negó, que era colérico e impulsivo; Andrés y Santiago que habían pedido ocupar su lugar creyendo que era un lugar de poder; Tomás que no creyó en su Resurrección y pidió meter el dedo en su herida para confirmar que era el Señor; Judas Iscariote que lo negó. Lo que pasa es que ni ellos ni nosotros contamos con la inmutabilidad de Dios, es decir, no cambia., es uno de sus atributos que nuestra generación cambiante menos aprecia pero más necesita.
Tomar conciencia del llamado a la vida como promesa de futuro esperanzador, se consigue en la medida que nos sentimos injertos en el plan redentor y salvífico de Dios, solo así, nos podremos reconocer parte activa de ese proyecto que apasionó a Jesús y a la comunidad discipular, el Reino.
El Papa Francisco, comentando este texto nos decía en una Audiencia: “Jesús envía a sus discípulos a cumplir su propia obra y les dona el poder de sanar, es decir, de acercarse a los enfermos y cuidarlos hasta el fondo (…) ¡Esa es la tarea de la Iglesia! Ayudar a los enfermos, no perderse en habladurías, ayudar siempre, consolar, aliviar, estar cerca de los enfermos; ésta es la tarea” (Audiencia 10-junio-2015). Con las palabras finales de la parábola del Buen Samaritano, “anda y haz tú lo mismo” (Lc 10,37), el Señor nos señala cuál es la actitud que todo discípulo suyo ha de tener hacia los demás, especialmente hacia los enfermos.
Para tener un espiritu misionero que haga florecer en los demás el fuego esperanzador del Señor, continuemos orando por el Jubileo 2025, Peregrinos de Esperanza como nos lo pidió este Pontífice:
Señor, Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y La Paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Tomado de:
- Folleto La Misa de Cada Día.
- Diario Bíblico 2025. Misioneros Claretianos.
- https://www.iubilaeum2025.va/es/giubileo-2025/preghiera.html
- https://oracionyliturgia.archimadrid.org/2025/07/09/cuidar-a-los-enfermos-mision-de-cristo/
- https://parroquiadefatimamiraflores.blogspot.com/2017/10/el-envio-de-los-72-discipulos-lc-10-1-12.html
- https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/
- https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/cuando-dios-cambia-tus-planes/
- https://evangeli.net/evangelio/dia/2025-07-09
Palabra de Vida Mes Julio: Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.” (Lucas 10:33) https://ciudadnueva.com.ar/categoria/palabra-de-vida/
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2025.
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.