Hola queridos lectores. En días pasados estaba viendo una película sobre una mujer que la condenaron a prisión, sin fundamento jurídico alguno, por un asesinato que no cometió, solamente por prejuicios. Y hoy en un periódico matutino leo un artículo de Juan Diego Córdoba titulado “Discurso de odio de ticos en redes ataca a nicaragüenses, mujeres y homosexuales” y dice que un estudio preliminar elaborado por la Organización de las Naciones Unidas encontró más de medio millón de conversaciones con discursos de odio o mensajes discriminatorios en las redes sociales de costarricenses, durante el último año. y continúa, ¿quienes son los principales emisores de publicaciones de odio o discriminatorias en las redes sociales? Sobre todo, hombre de 45 o más años que residen en San José. Mensajes que se emitieron con el propósito de herir directamente a esas personas.
Esto me llevó a indagar un poco en este tema y por eso decidí compartir con ustedes hoy este tema de los prejuicios, con el fin de que reflexionemos ante nuestra posición al respecto. ¡Acaso yo también soy prejuiciosa? ¿O qué actitud tomo ante los prejuicios? Y es que el prejuicio convive con nosotros, en nuestro día a día. Es tan común que llegamos a pensar que es menos inapropiado o injusto por ser un pensamiento generalizado.
El prejuicio consiste en tener una opinión o idea acerca de un miembro de un grupo sin realmente conocer al individuo. La antipatía suele basarse en información pasada y en la experiencia con un individuo en particular.
Pero, ¿y si empezamos a admitir que el prejuicio es común, que existen semillas de este en cada corazón humano? ¿Y si dejamos de tener miedo de hablar de? Y entonces somos indiferentes y hasta cómplices de este tipo de comportamiento sin pensar que por lo general las personas que sufren algún tipo de prejuicio les es difícil avanzar y dejar avanzar a los demás. A mí, esta posible complicidad, les confieso, me tiene impactada. Y es que desde la psicología social, es una condición humana que nos inclina a responder de cierta manera frente a un estímulo de acuerdo a un precepto o canon anterior. Usualmente, el prejuicio tiene una connotación negativa hacia un grupo, lo que implica sentimientos o creencias de desvalorización hacia el mismo, expresando un desacuerdo explícito, que muchas veces conlleva al desprecio hacia condiciones o características del grupo.
William James decía que “un gran número de personas piensan que están pensando cuando no hacen más que reordenar sus prejuicios”. Esto me hizo pensar en que lo peor es que un prejuicio es una forma distorsionada de interpretar la realidad, puesto a que tiene una base real, pero a su vez, contiene información errónea, exagerada o generalizaciones accidentales ocasionadas por una experiencia previa o ajena; y por esta razón es resistente al cambio y hay mucha dificultad para eliminarlo, ya que las personas lo creen con veracidad, incluso cuando se le muestren pruebas contrarias en la realidad.
Mahzarin Banaji, estudiosa india del comportamiento humano y profesora de Harvard, señala que «los prejuicios implícitos vienen de la cultura. Creo que son la huella dactilar de la cultura en nuestras mentes. Los seres humanos tienen la capacidad de aprender a asociar dos conceptos muy rápidamente. Eso es innato. Lo que podamos enseñarnos a nosotros mismos, lo que elijamos asociar, es cosa nuestra».
Banaji señala que es posible una educación contra los prejuicios, sin embargo, el cómo hacerlo es lo que todavía resulta problemático o poco claro. Esto se debe a que cuando se intenta educar, se hace contra los estereotipos ya instalados.
Por ello, tanto la familia como la escuela como entes primordiales en la educación y formación de valores de los niños, deben hacer un esfuerzo extra en promover el pensar y actuar con independencia, procurando fundamentar bien las razones de la propia conducta, sin asumir una actitud hostil o de rechazo hacia las diferencias por el mero hecho de que los demás la tomen.
Este problema tuvo que vivirlo Jesús en algunos casos, hoy me referiré al episodio cuando comenzó su ministerio. Jesús comienza a reclutar a sus discípulos encontró a Felipe Juan 1:43-51 y este a su vez quería compartir de la noticia maravillosa con Natanael. V 45 “Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.”
Pero en Natanael sale a flote el rechazo producto de sus prejuicios. V 46 a “Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno?”
El testimonio de lo que se hace es lo mejor para derribar todo argumento producto de los prejuicios. V 46 b “Le dijo Felipe: Ven y ve.” No dejes que otros te limiten por lo que eras o de donde bienes, simplemente haz lo que tienes que hacer, hazlo bien y eso es lo que hablara de ti.
No te dejes llevar solo por los comentarios, o por tu manera de ver las cosas o a los demás, permítete conocer a los demás antes de juzgar de manera positiva o negativa. Te sorprenderás de lo valiosos que pueden ser aquellos que has despreciado. V 49 “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.”
Los prejuicios no solo son hacia los demás, hay muchas personas que tienen prejuicios con ellos mismos, antes de intentar algo siempre dicen no poder. Cada vez que tienen que tomar alguna decisión primero miran todo lo negativo.
Desafortunadamente, la humanidad ha torcido las enseñanzas de la Biblia para tratar de justificar los temores y prejuicios humanos.
Bueno, lo interesante de todo esto es mostrarnos el poder que tiene la palabra de Dios para profundizar en todas las áreas de nuestra vida, de tal manera que no se escape nada a su intervención
La Biblia nos dice que el juicio de Dios no se basa en las apariencias, sino en lo que está dentro del hombre , 1Sam 16, 7 y quienes juzgan según las apariencias lo hacen con intenciones inicuas (Santiago 2: 4). En cambio, debemos tratarnos unos a otros con amor (Santiago 2: 8), independiente de la etnia (Hechos 10: 34-35) y la posición social (Santiago 2: 1-5). El amor cristiano niega todos los prejuicios.
No permitas que los prejuicios hacia los demás o hacia ti mismo te estanquen y no te permitan avanzar.
Oremos
Dios de misericordia, confesamos que hemos pecado contra ti por pensamiento, palabra y obra, por lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer.
No te hemos amado con todo el corazón; no hemos amado a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Sincera y humildemente nos arrepentimos. Por amor de tu Hijo Jesucristo, ten piedad de nosotros y perdónanos; así tu voluntad será nuestra alegría y andaremos por tus caminos, para gloria de tu Nombre. Amén.
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Julio 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.