Para el psicoterapeuta Thomas Moore “la pérdida del alma” es el gran problema que aqueja a la vida moderna. Cuando se la descuida, el alma se manifiesta en forma de obsesiones, adicciones, violencia y pérdida de sentido. Normalmente, intentamos aislar estos síntomas y erradicarlos uno a uno, mediante diferentes métodos. Pero la raíz del problema es que hemos perdido nuestra sabiduría sobre el alma, un arte sagrado con gran predicamento en la antigüedad.
Los problemas emocionales de la época son casi los mismos en todas partes: el vacío, la falta de sentido, una vaga depresión, desilusión respecto del matrimonio, la familia y las relaciones. En las terapias modernas se percibe un tono de salvación, de método para autoafirmarnos, sanar viejas heridas, limpiar las secuelas de traumas de la niñez y resolver nuestros problemas. Muchos métodos hablan de cura y de experiencias de sanación.
El cuidado del alma no promete nada de eso. No tiene que ver con curar, arreglar o devolver la salud. No busca la perfección ni una existencia ideal libre de sufrimiento. Antes que a la reparación de fallos básicos, antes que a la cura de las enfermedades, el cuidado del alma se orienta a mantener nuestro corazón abierto para leer en los síntomas, para acatar la voluntad que se expresa en ellos. Observar lo que hace y dice el alma es una manera de “ir con el síntoma”, resistiendo a la tentación de correr hacia su opuesto.
Este año, mientras esperamos una recuperación y nuevos tratamientos para descartar o paliar los efectos del COVID, no dejemos de lado el cuidado que nos corresponde. Pero, además de la vacuna para el cuerpo se necesita la vacuna para el corazón, que es el cuidado del alma, entonces,será un buen año si cuidamos a los otros, como hace la Virgen con nosotros
San Pablo remarca que el Hijo de Dios ha «nacido de una mujer» (Gal 4,4). En pocas palabras nos dice una cosa maravillosa: que el Señor nació como nosotros. No apareció ya adulto, sino niño; no vino al mundo él solo, sino de una mujer, después de nueve meses en el seno de la Madre, a quien dejó que formara su propia humanidad. El corazón del Señor comenzó a latir en María, el Dios de la vida tomó el oxígeno de ella. Desde entonces María nos une a Dios, porque en ella Dios se unió a nuestra carne para siempre. María —le gustaba decir a san Francisco— «ha convertido en hermano nuestro al Señor de la majestad» (San Buenaventura, Legenda major, 9,3)”
<
p class=”western” lang=”zxx” style=”text-align: left;” align=”center”>Que María que ha dado al mundo al Salvador, nos ayude a acogerlo con el corazón abierto, para ser y vivir verdaderamente libres, como hijos de Dios. Papa Francisco
Recopilado por Rosa Otárola D, /
Mayo 2021
“Piensa bien, haz el bien, actúa bien y todo te saldra bien”
Sor Evelia 08/01/2013.
Bibliografía:
Primera referencia
Segunda referencia
Tercera Referencia