La liturgia de hoy nos mueve a reflexionar sobre nuestra fe y cómo está nos debe mover a la acogida del otro, a ser copartícipes de la sanación de su lepra.
No podemos pasarnos la vida cediendo el poder a alguien más, porque terminamos dependiendo de elecciones de otros, convertidos en marionetas de sus pensamientos y acciones.
El mundo espera una novedad hoy y siempre. Como lo esperaba en tiempos de Jesús. La Solemnidad del nacimiento Juan el Bautista, quien anunció esa novedad es una invitación para que nosotros los creyentes llevemos con alegría y luminosidad la novedad del evangelio.
No eres Tú, soy yo… ¿Quién te hace sufrir? ¿Quién te rompe el corazón? ¿Quién te lastima? ¿Quién te roba la felicidad o te quita la tranquilidad? ¿Quién controla tu vida?…¿Tus padres? ¿Tu pareja? ¿Un antiguo amor? ¿Tu suegra? ¿Tu jefe?…
La liturgia de hoy nos presenta una falsa espiritualidad inclinada a permanecer callada. Y como el Señor nos hace una llamada a la autenticidad; a “ser” y no solo “parecer” discípulos de Cristo.
La liturgia de hoy nos confronta en si somos cristianos de etiqueta o de verdad. Y nos muestra que aunque el camino de ser cristianos de verdad no es fácil, Cristo nos muestra que este siempre debe pasar por la puerta estrecha.